Rajoy: "Soy uno de los vuestros"

Rajoy se ha visto obligado a recordar a los militantes que no es el enemigo del PP. Lo ha hecho en la presentación de su lista al comité ejecutivo nacional, en la que Mª del Mar Blanco -hermana de Miguel Angel Blanco y la más aplaudida junto a Gallardón- se perfila como la nueva María San Gil.

Una por una, Rajoy se ha dedicado a contestar a las acusaciones que Aznar le ha lanzado esta mañana y que Acebes ya había ido adelantando ayer. Parecía innecesario que, a los propios compromisarios del partido, el candidato a la reelección tuviera que insistirles en que no está poseído por el demonio, que su único objetivo es ganar las próximas elecciones -a pesar de que se tendrá que someter a unas primarias antes de que eso suceda- , que promete salvaguardar la unidad y que "en qué cabeza cabe que en un partido se puedan cambiar los principios".

Sin embargo, ninguna de sus palabras era gratuita. De hecho, Mª Dolores de Cospedal se ha estrenado como secretaria general improvisando una rueda de prensa para contar a los periodistas lo que todos acabábamos de presenciar. Su capacidad hipnótica ha fallado, pues no ha logrado convencer a ninguno de los presentes de que Rajoy "ha concitado el entusiasmo, y esto no es una valoración subjetiva. La ilusión y esperanza reflejada en los rostros de los compromisarios". Lo que ha quedado claro es que esta mujer goza de una visión privilegiada al ser capaz de ver con tal lujo de detalles la cara de los militantes dada la distancia que la separaba de ellos.

La intercepto a la salida porque me ha sorprendido su valoración de que Aznar y Rajoy han dicho lo mismo de distinta manera. Le planteo lo que yo he escuchado: Aznar ha dicho que primero se ganan las elecciones y luego se pacta y en cambio, Rajoy, que se pacta para ganar las elecciones. 'No ha utilizado la palabra pactar, se ha referido a dialogar'. No cabe duda de que todo depende del cristal con que se mire.

Sentada entre los compromisarios de Murcia, he vivido a su lado la frialdad con que acogían sus promesas. Escépticos, les costaba aplaudir, y solo se animaban a hacerlo cuando se refería al nacionalismo como ese caballo de batalla que no piensa abandonar Rajoy. ¿Qué le ha parecido la candidatura y el discurso?, interrogo a un compromisario que ha seguido cariacontecido la intervención. 'Bien, bueno, me ha servido para aclarar algunas cosas de las que Aznar le acusaba. Ha sido claro y sincero. Me parece injusto que haya sólo uno de los nuestros en su equipo porque somos una región con muchos votos y merecíamos más representación'. Y es que una parte de los nombres que incluyen las listas del comité ejecutivo responden a saciar esa parcela de poder que cada autonomía demanda.

Los que no suelen figurar son los críticos. Ignacio Gonzalez, mano derecha de Esperanza Aguirre asegura que a él "por estar, me hubiera gustado estar" y me anima a revisar la lista "para ver si hay algún nombre que haya manifestado alguna discrepancia". Encuentro uno, Aleix Vidal Cuadras y le pregunto en calidad de única voz crítica, aunque él matiza que "no ha criticado nunca al candidato sino el proyecto" y, por lo tanto, es más correcto considerarlo "voz analítica". ¿Y ahora le resulta más convincente, porque en realidad no ha dicho nada que no hubiera expresado ya en multitud de ocasiones?, insisto. "Pues sí. Ha resultado firme en la defensa de los principios del partido y ha dicho que no se puede hablar con los nacionalistas de la unidad de España ni de ninguna reforma relacionada con la soberanía nacional".

Ana Botella en el comité ejecutivo o Lucía Figar -consejera de Aguirre en la comunidad de Madrid y mujer de Carlos Aragonés, hasta convertirse en crítico, fontanero de referencia y miembro saliente de la ejecutiva- en la junta directiva nacional sirven como ejemplo de pluralidad. Muy significativa la propuesta personal del presidente de Mª del Mar Blanco como vocal de la ejecutiva, que se ha interpretado como una alternativa a la simbólica figura de María San Gil. Y llamativa la presencia de Manuel Cobo, fiel escudero de Gallardón, cuando ya figuraba su jefe.