VALENCIA.- El "dirigente más disciplinado del partido" -autodefinición del propio Aznar- se ha despachado a gusto. "Nuestro objetivo no es heredar a la izquierda sino ganarle en las urnas". Dar la batalla frente a la actitud sumisa que la vieja guardia acusa de practicar al nuevo equipo, ha centrado su insistente mensaje. Mantenerse anclados en la estrategia que le condujo a la Moncloa es la personalista consigna del ex-líder.
Amarrado a la mano de Ana Botella, como quien busca refugio en lo seguro, Aznar ha entrado en el plenario, envuelto nuevamente en el calor de los aplausos. A pesar de las distantes relaciones que se achacan al ex-presidente de gobierno popular y su mujer, sus manos entrelazadas evidencian que, al menos Ana, sigue siendo un pilar importante.
Aznar ya no estaba hoy tan relajado y carcajeante como ayer. Unas profundas ojeras mostraban preocupación y falta de sueño. Con los dos primeros botones de la camisa azul desabrochados y la juvenil melena que le adorna, empezaba ya anticipando el contenido. 'Me han criticado por mis silencios y por mis palabras. Tanto en lo uno como en lo otro me ha guiado el sentido de la responsabilidad'. El guión esperado iba a comenzar. Agradecimientos a Acebes y Zaplana "dos personas que se han batido con el coraje templado".
Ahí está la clave del pensamiento aznariano. Para hacer oposición, para dar la batalla hay que pelearse a bofetadas, sacar pecho y desafiar con la actitud al contrario, para amedrentarle. Ni Aznar, ni los dirigentes que le apoyan conciben que se puedan usar las mismas armas que el contrario. Que si los socialistas venden talante igual resulta más inteligente derrochar educación y buenas maneras sin que eso suponga bajarse los pantalones.
Aznar ha ido repartiendo puyas como "la nación no es concepto provisional ni caduco", "no hay nada más antiguo y rancio que poner a los territorios por delante de las personas". Sin otra España en mente más que en la que él venció en dos elecciones consecutivas ha clamado en un tono más enfático de lo normal y con las venas del cuello hinchadas por la tensión: "¿Qué sentido tendría renunciar a un proyecto solvente y de éxito como el nuestro? Nuestro objetivo no es heredar a la izquierda sino ganarle las elecciones". Otro derechazo para Mariano.
El actual presidente aprovecha ante cualquier foro para avisar de que el PP va a ir quedándose con los votantes socialistas insatisfechos, la famosa izquierda volátil es su claro objetivo. "Han pretendido que nos avergonzáramos de 8 años de Gobierno'" "tenemos que ser el partido que guste a la mayoría de los españoles, no a los adversarios". Más caña para la nueva ejecutiva. Aznar no ha entendido eso de que si Mahoma no va a la montaña, la montaña tendrá que ir a Mahoma.
Daniel Sirera, promesa del PP catalán, hombre de Rajoy, aseguraba que el discurso de Aznar le había parecido "en línea con lo que busca y piensa Rajoy". Igual no hemos escuchado lo mismo, le insisto, pero se niega a entrar. Jorge Moragas no tiene reparos en tacharlo de "personalista, como todos sus discursos". Trillo también se ha acogido al pacto de no agresión para evitar alimentar la polémica. Quienes no han dudado en levantarse a aplaudir a su líder espiritual entre miembros del comité ejecutivo estaban Alex Vidal Cuadras, Carlos Aragonés, Ignacio González -número dos de Esperanza Aguirre-, Lamela -figura en las quinielas sobre el secretario general- y Luisa Fernanda Rudí.
"Dejadme que por primera vez presuma de algo, soy el militante más disciplinado del partido". A eso se llama conocerse a si mismo.
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