Era el enésimo conflicto interno que se le abría a Rajoy desde su derrota el 9-M, pero éste era distinto. Lo protagonizaba una de las caras más queridas dentro y fuera del partido, "símbolo de la lucha por las libertades en el País Vasco", según muchos dirigentes del PP. María San Gil abandonaba la ponencia política que le había encargado personalmente el presidente del partido y lo hacía porque había perdido "la confianza" que tenía en él. Pero desde el lunes, el "cariño" y la "plena compresión" se han ido transformando en desconfianza y reproches, por lo que parece un intento de boicotear al líder antes del Congreso Nacional.
Su portazo a la ponencia fue acogido inicialmente con la comprensión unánime de todo el partido. No sólo por gente de su círculo de amigos, como Ángel Acebes ("es lo mejor que tiene el PP"), sino también por personas cercanas a Rajoy, como el caso de Esteban González Pons ("es un referente moral pero también político para el PP. María es de todos"). En esas primeras horas del lunes, compañeros y medios interpretaron el gesto de la presidenta del PP vasco como un torpedo ideológico de calado. Ella se había encargado de asegurar que la ponencia política que preparaba con José Manuel Soria y Alicia Sánchez Camacho significaba un cambio radical con respecto a la postura defendida por el partido en relación a los partidos nacionalistas.
Algunos dirigentes del ala más dura -en la que se enmarca a la propia San Gil- aprovecharon la polémica para arremeter contra el líder y el supuesto "giro ideológico" que estaba dando al partido para hacerlo "más simpático" en regiones como Cataluña y País Vasco. Ana Botella, Gustavo de Arístegui, Jaime Mayor Oreja o Esperanza Aguirre salieron en defensa de la dirigente y pidieron una "reflexión profunda" a Rajoy. Botella, segunda teniente de alcalde de Madrid aseguró que si San Gil abandonaba la ponencia sería porque no se estarían "garantizando los principios del partido" y puso en duda que Rajoy defienda la misma idea de España que la líder vasca.
De nada sirvieron los intentos de Rajoy por tratar de convencer a San Gil de que la ponencia política recogía sus posturas sobre el nacionalismo y la lucha contra ETA. El martes se presentó el documento sin la presencia de la 'disidente'. Y se confirmaba que de "giro ideológico" nada. El PP endurecía aún más su discurso combativo con el PNV y los nacionalismos e insistía en los mismos ataques al Gobierno por la política antiterrorista de la pasada legislatura. Incluso algunos miembros del sector moderado del partido la vieron excesiva y contraria a los intereses electorales del partido. El texto, según los otros dos redactores -Soria y Sánchez Camacho- estaba "consensuado" por los tres.
El miércoles, horas después del atentado de ETA que acabó con la vida de un guardia civil en Álava, María San Gil compareció ante los medios de comunicación para explicar su portazo. Y no se anduvo con paños calientes o medias tintas. Aseguró que se sentía "poco respaldada y engañada" por colaboradores de Rajoy, de quien había perdido la "confianza" y amenazó con dejar su cargo si no la recobraba pronto. La declaración sonó a órdago en toda regla, pues iba acompañado con un adelanto del congreso regional para fechas cercanas al Congreso Nacional -movería ficha en el País Vasco según el resultado que saliera de Valencia-. A ello se sumó las declaraciones de su "padre político", Jaime Mayor Oreja, quien avisó que tanto él como San Gil "darían la batalla para que el PP sea una garantía" de los ideales de la derecha.
El reto fue entendido así por los más fieles de Rajoy. Más aún al comprobar como la presidenta del PP vasco le hacía los mismos reproches al jefe en persona cuando ambos visitaban la capilla del guardia civil asesinado por ETA. Las sospechas de que San Gil había movido ficha para desbancar al líder en el Congreso Nacional comenzaron a recorrer los pasillos del Congreso y los despachos de Génova 13. Y no han tardado en salirle detractores y críticas veladas.
Los primeros, los compañeros más cercanos (aunque sea geográficamente). El PP alavés, a través de su secretario general, aclaró que la postura de San Gil era "exclusivamente personal, unilateral y equivocada" y que no estaba "respaldada" por el partido. Además, según fuentes del partido consultadas por Europa Press, la mayoría del grupo parlamentario de Vitoria le exigió ayer que rectificara su postura y le reprochó su actitud, que ha generado "malestar y falta de confianza" en ella. Precisamente sobre confianza ha hablado la presidenta del PP de Castlla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, quien ha insinuado que quizá haya sido San Gil la que ha perdido la de Rajoy. "Si hay una persona que no tiene confianza en otra, la otra puede decir que 'el que no me fío de ti soy yo'", ha asegurado esta mañana en una entrevista televisiva. Lo que está claro es que la crítica a San Gil ya no es un tabú y el final de esta historia está aún por ver.
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