San Gil no ha dado el portazo por un "quítate tú para ponerme yo" o un "como no me quieres, me voy", al estilo de Aguirre, Zaplana o Acebes. Su discrepancia no es una cuestión de poder, sino de principios ideológicos, y en un asunto capital para el PP como es la relación con los nacionalismos. Y además lo hace una mujer de la plena confianza de Rajoy, quien le había encargado personalmente la redacción de la ponencia política y con la que mantiene una estrecha relación que llevó a algunos a situarla como su posible 'número dos' para las elecciones generales y como un peso pesado para el futuro.
El rostro y nombre de esta donostiarra de 42 años lleva enmarcado dentro de una diana una década. Como el resto de compañeros de partido, de los socialistas y de centenares de vascos, San Gil decidió plantar cara al terrorismo de ETA "y al nacionalismo excluyente" desde la primera fila. Su entrada en política, a principios de 1995, fue amarga. Acababa de presenciar cómo un terrorista mataba de un tiro en la nuca a su amigo y compañero Gregorio Ordóñez justo en la misma mesa en la que ambos comían. En el Consistorio donostiarra permaneció hasta 2004, año en el que se convierte en la primera mujer en optar a ser 'lehendakari'.
San Gil, que se autodefine como "hija política" de Mayor Oreja, ha protagonizado una meteórica ascensión dentro del PP. En cuatro años alcanzó la tenencia de alcaldía de San Sebastián; en cinco, se hizo con la presidencia del PP de Guipúzcoa -después de abandonarlo por discrepancias con su presidente-; Aznar la colocó en la Ejecutiva Nacional en 1999; y en menos de una década de carrera política se ha convertido en la presidenta de los 'populares' vascos y en su candidata a presidir la Comunidad Autónoma.
Pero sobre todo, María San Gil es un azote para los nacionalistas y en los últimos años también para los socialistas vascos, a los que ha criticado con gran dureza (llegó a comparar a Patxi López con Franco por su reunión con Otegi) por el proceso de negociación del Gobierno con ETA. Esta actitud la ha convertido en un "referente moral" dentro del partido, además de ser una de las políticas que más simpatía despierta. Pero para otros, esta actitud le ha reportado una imagen agresiva, que no ha contado con el respaldo de la mayoría de votantes (en las últimas municipales de 2007 perdió 59.000 votos respecto a 2003; y en las primeras autonómicas en las que fue cabeza de lista, el PP perdió 118.000 sufragios).
A pesar de que pueda sonar a un abandono de la primera línea política del partido -similar al protagonizado por Zaplana y Acebes-, San Gil sólo se ha retirado de la ponencia que le había encargado Rajoy, junto a la senadora Alicia Sánchez Camacho y José Manuel Soria, presidente del PP canario. Son precisamente las desavenencias con este último sobre los nacionalismos lo que le ha llevado a dejar la redacción y no firmar el texto que tenía que ser debatido en el próximo Congreso Nacional de Valencia.
La presidenta del PP vasco defiende la estrategia de 'mano firme', sin llegar a pactos con ellos "para no hacerles más fuertes". Sin embargo, la ponencia apuesta más por una nueva estrategia de entendimiento con estos partidos, propuesta por Soria, quien gobierna en Canarias junto a CC. Según algunos medios, este abandono de la ponencia -un claro desplante a Rajoy, que se la encargó-, no se quedará aquí y es más que probable que durante el Congreso de junio, la dirigente dé la batalla y la enmiende.
El nuevo equipo de Rajoy, con el líder a la cabeza, apuesta ahora por hacer un lavado de cara al partido -más amable, más simpático-, para evitar que se repita el voto de castigo que se ha cosechado en las últimas generales, sobre todo en País Vasco y Cataluña.
Ahora algunos temen que estas discrepancias, cada vez más evidentes y cara al público, desemboquen en una fractura del partido, que ni el Congreso Nacional lograría resolver de forma satisfactoria. ¿Repetirá el PP la autodestrucción que padeció la UCD o simplemente se adaptará al modelo europeo de una derecha multipartidista?
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