Los 300.000 votos menos y la pérdida de tres diputados y el grupo parlamentario no sólo significan para Izquierda Unida el peor resultado en su historia reciente como partido. El varapalo electoral reabre una crisis interna que nunca ha conseguido zanjarse y que amenaza con desestabilizar por completo a la formación.
La imagen que proyecta IU tras el 9-M es la de un partido desmembrado, debilitado por las pugnas y purgas internas y falto de un liderazgo claro. Estas circunstancias han tenido su reflejo en el País Vasco, donde a raíz del asesinato del ex concejal socialista de Mondragón, Isaías Carrasco, salió a la luz pública el pacto que Ezker Batua, la formación dependiente de Izquierda Unida en el País Vasco, mantenía con ANV en el municipio.
El horizonte para la formación se presenta tan sombrío que algunos de sus militantes históricos, como la alcaldesa de Córdoba, Rosa Aguilar, incluso han llegado a vaticinarle una paulatina desaparición.
El próximo sábado tendrá lugar una primera reunión con la que comenzará el proceso de refundación de Izquierda Unida: La Comisión Ejecutiva nombrará la comisión que se encargará de organizar la IX Asamblea Federal (que se celebrará en verano) de la que saldrá el nuevo coordinador general de IU.
El desacuerdo se ha dejado sentir desde los primeros pasos de esta transición en la que ya han empezado a aflorar las desaveniencias entre las distintas facciones del partido. El sector ligado al Partido Comunista de España (PCE), el que más crítico se ha mostrado con la dirección encabezada por Llamazares, de momento, ya ha dicho que no quiere que los que, según ellos, han llevado al partido a la crisis, capitaneen ahora el proceso de renovación que culminará en esta asamblea. "Esperamos que no haya trampas y que no nos llevemos ninguna sorpresa", dice Felipe Alcaraz, presidente Ejecutivo del PCE.
Con el cadáver político de Gaspar Llamazares aún caliente sobre la mesa, nadie se atreve todavía a hacer quinielas con el nombre del nuevo coordinador general del partido. El debate abierto en el seno de IU gira más bien en torno a una pregunta: ¿Quién es el culpable de la debacle electoral?
El "tsunami bipartidista", tal y como lo denominó Llamazares, y una ley electoral que inutiliza la mayoría de los votos de la formación (tiene casi un millón y sólo dos escaños frente a los diez de CiU con menos de 300.000 votos) están en boca de todos. Pero más en la de unos que en la de otros.
El sector "Llamazarista" pide ahora que no se haga leña del árbol caído y que toda IU asuma la responsabilidad del fracaso de forma conjunta. "Yo me siento personalmente responsable del varapalo, pero no podemos permitirnos ir a una asamblea de barricada y partes", indica Inés Sabanés, portavoz de IU en la Comunidad de Madrid y cercana al círculo de Llamazares. Ella, como otros, apela a la "generosidad", "prudencia" y "buen hacer" del núcleo comunista de IU de cara a esta cita clave para la supervivencia del partido.
Mientras, para el PCE, organización política que vive anidada dentro de la propia Izquierda Unida, los culpables de los malos resultados tienen nombre y apellidos. "Durante la legislatura hemos hecho algo extrañísimo: no estar ni en el Gobierno ni en la oposición", critica Alcaraz. "Nadie puede decir que no lo dijéramos, porque llevamos haciéndolo tres años y medio", recuerda el dirigente comunista.
El ala dura de IU tiene claro cuáles son los pasos que el partido debe seguir. En primer lugar, desvincularse de la imagen de una formación "sucursal" del zapaterismo. "Hay que recuperar la naturaleza de izquierda alternativa, transformadora y no socialdemócrata", sostiene Alcaraz. "No somos el PSOE bis", añade. Según el líder del PCE, los ejes vertebradores de la nueva IU deben ser el anticapitalismo, el federalismo y el republicanismo.
A este respecto, la otra facción del partido también tiene una posición divergente. Sabanés, por ejemplo, aboga por hacer menos definiciones teóricas y fortalecer el trabajo de la formación para ocupar posiciones "día a día, y desde la reinvindicación constante". O sea, dando carpetazo definitivo al "Programa, programa, programa" de Julio Anguita.
Otro de los grandes retos que afronta IU es su situación financiera. Alcaraz alberga dudas sobre la viabilidad del proyecto. Y es que la desaparición del grupo parlamentario lleva consigo una merma considerable de los ingresos públicos que hasta ahora recibía el partido. "Hace dos años que no sabemos realmente cuál es el estado de las cuentas de IU", afirma Alcaraz. El dirigente critica a quienes acusan al PCE de preparar un asalto al poder. "¿Qué poder? ¿Dos diputados y una deuda?", se pregunta.
Curiosamente, a pesar de las discrepancias, ambas corrientes comparten una misma idea: la necesidad de fomentar la democracia interna y la posibilidad de ceder para que de la IX Asamblea surja una dirección conjunta y abierta, con representación de las dos corrientes. Sin embargo, para cada una de las partes, la causa del déficit democrático en IU se encuentra en la otra.
El PCE fue especialmente crítico con el proceso de reelección de Gaspar Llamazares en la VIII Asamblea de 2004. Durante su celebración fue modificado el sistema de votación y el coordinador general salió victorioso por la mínima. Alcaraz reclama la creación de una dirección "que represente proporcionalmente lo que es IU".
Del otro lado, los círculos moderados y cercanos a Llamazares, acusan al PCE de intentar manejar al partido desde dentro sin dar la cara de puertas para fuera, dinamitando todo intento de crear una alternativa pragmática y realista, alejada de la estrategia de confrontación con el PSOE seguida por Anguita y su famosa pinza, que muchos recuerdan hoy con nostalgia.
Alguien que tiene bastante experiencia capeando con las distintas facciones es Cristina Almeida, histórica militante que en su día fue expulsada de IU y que fundó el partido Nueva Izquierda. "El desastre de Izquierda Unida está dentro de ellos mismos; el culpable es un proyecto que no tiene línea de coherencia ni una unidad", resume. "Una dirección que es elegida por el 50% más uno de la organización no va a ninguna parte", añade Almeida. "Si el PCE quiere seguir solo, que se presente a las elecciones, pero que terminen con este subterfugio y dejen de intentar mandar dentro sin que se note fuera", concluye la ex militante.
Mientras IU y el PCE se ponen la zancadilla mutuamente, hoy mismo la militancia ha pedido la palabra y un espacio para la participación de las bases en un manifiesto en el que exigen a los altos cargos que se imponga por fin un funcionamiento interno en el que "los tratos en los pasillos y las intrigas cortesanas sean sustituidas por democracia, participación y transparencia".
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