A finales del siglo XVIII —cuando la cabeza de Luis XVI rodaba por el suelo de París— lo de retratar a reyes y reinas parecía tener poco futuro. Más de dos siglos después, seguimos admirando como buenos lacayos las fotos de los poderosos. La Casa Blanca ha difundido hoy a través de Flickr —tranquilo Zapatero, esta vez no va contigo— una foto de los Obama al completo firmada por Annie Leibovitz.
No sabemos si el penoso estado de su cuenta corriente le quita las ganas de ponerse corrosiva o es que Barack, Michelle y sus dos hijas le caen estupendamente, pero el caso es que Leibovitz está vez ha sido buena chica y muestra a los Obama como una familia de lo más 'happy'. Nada que ver con la foto que en su día hizo —y que le valió una monumental bronca— a Isabel II ataviada a lo Darth Vader. Ni con el retrato de la primera administración Bush, el entonces presidente aparecía inmortalizado como un vaquero rodeado por su banda.
La fotógrafa de Vanity Fair se muestra en esta foto casi irreconocible. Lo que verdaderamente distancia a la imagen de tener el estilo completamente aburrido de las fotos de un gabinete de prensa es el contrapeso que Michelle, vestida de riguroso negro, ejerce sobre un luminoso Barack. De hecho, toda la foto parece plantear un equilibrio de fuerzas entre las parejas Obama-Sasha y Michelle-Malia, siendo el punto de encuentro entre ambas la mano con la que Michelle sujeta a su hija menor. ¿Refleja la foto la verdadera relación que existe entre los miembros de la familia? Imposible saberlo, pero parece que ésta es la conclusión a la que Leibovitz parece haber llegado.
A nivel técnico la imagen es de manual. Nunca hemos sabido tanto de un negativo de Annie Leibovitz como con esta foto. La imagen ha sido distribuida con la licencia de libre difusión de la Casa Blanca —muy similar a algunas licencias Creative Commons— y podemos consultar sus metadatos en Flickr.
Así sabemos que la toma fue realizada con una Canon EOS 1DS Mark III poco después de las cinco de la tarde del 1 de septiembre. La sensibilidad del disparo es de 400 ISO, algo importante por el tipo de luz suave con el que está planteada la escena; la velocidad de obturación es de 1/125, para asegurar la quietud total en la imagen; y la abertura de diafragma de f/8.0, para realzar ligeramente a los protagonistas de la escena desenfocando un tanto el fondo.
En definitiva, una imagen extremadamente bien estudiada y realizada —como no podría ser menos teniendo en cuenta a la autora— en la que Leibovitz nos muestra un estilo tan clásico que nos cuesta identificarla.
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