Tokio.- La emperatriz japonesa Michiko, la primera plebeya en el Trono del Crisantemo, cumple hoy 75 años con un mensaje de apoyo a aquellos golpeados por la crisis financiera y con la esperanza de un mundo sin armas nucleares.
Michiko pasó la jornada de su onomástica en el Palacio Imperial de Tokio rodeada de su familia y numerosos invitados, entre ellos el Gobierno en pleno, que acudió a felicitarla en señal de la veneración que aún despiertan en Japón.
La emperatriz y su esposo, el emperador Akihito, se han esforzado durante años por mostrar el lado más humano de la dinastía más antigua del mundo, que se consideraba de carácter divino hasta el fin de la II Guerra Mundial.
Tras la derrota nipona, el entonces emperador, Hirohito, anunció públicamente que él no era un dios sintoísta, lo que no impidió que la milenaria y conservadora Casa Imperial siguiera siendo, hasta hoy, la institución más venerada en Japón.
Como señal de esa humanización del Trono, Michiko, que raramente comenta cuestiones de actualidad internacional, repasó hoy públicamente las que han sido sus "mayores preocupaciones" en los últimos doce meses.
Así, en uno de los escasos comunicados emitidos por un miembro de la familia Imperial, la emperatriz lamentó los efectos de la recesión y el hecho de que la gente "haya perdido su trabajo, su casa y oportunidades para impulsar su educación".
Michiko, que tenía 10 años cuando se lanzaron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, habla también del "horror" nuclear y la "enormidad y miseria de los efectos de la radiación" y pide esfuerzos por parte de Japón "para que haya mayor entendimiento entre la comunidad internacional".
Y menciona otras cuestiones que han ocupado las primeras páginas de los periódicos, como el Premio Nobel al presidente de EEUU, Barack Obama, por su "fuerte determinación" de eliminar las armas atómicas, así como la amenaza de una pandemia de la gripe A.
Toda una muestra de que, a pesar de su edad y su salud debilitada, la emperatriz japonesa sigue de cerca y con preocupación la actualidad internacional, algo impensable en la época del emperador Hirohito.
Nacida en 1934 en una rica familia de industriales de Tokio, Michiko marcó muchos hitos en el seno de la Casa Imperial: además de ser la primera emperatriz plebeya, tenía una educación cristiana y no sintoísta; crió ella misma a sus hijos, y ha sido la emperatriz con más apariciones públicas en la historia de Japón.
Licenciada en literatura inglesa en la Universidad del Sagrado Corazón de Tokio, Michiko conoció en 1957 a Akihito, entonces príncipe heredero, durante un partido de dobles en un exclusivo centro de montaña en Karuizawa, a unos 150 kilómetros al noroeste de la capital.
Comenzó entonces un romance que la vieja y hermética aristocracia nipona y los más conservadores de la Corte contemplaban con recelo, lo que no impidió que ambos contrajeran matrimonio en 1959 "con la aprobación y satisfacción de la nación", según la crónica oficial.
La vida en el Palacio no fue un camino de rosas. Michiko recibió duras críticas durante su adaptación a la rígida rutina de la Corte y llegó a perder el habla por un ataque de afasia tras una reprimenda del entonces emperador Hirohito.
En 1989, tras el fallecimiento de Hirohito, se convirtió en emperatriz de Japón al lado de Akihito, quien insistió en presentarse ante el pueblo sin el distanciamiento que tradicionalmente rodeaba a la Casa Imperial.
Entre las aficiones de la emperatriz está la cría de gusanos de seda, la literatura (tiene publicado un libro de poemas "wakas", género lírico del siglo VI), el tenis y la música: ella toca el piano y acompaña en ocasiones al emperador, intérprete del violonchelo, y al príncipe heredero, a la viola y el violín.
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