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Los emperadores de Japón celebran sus bodas de oro sin escándalos

EFE
Actualizado 09-04-2009 09:27 CET

Tokio.-  El emperador Akihito y la emperatriz Michiko celebran mañana sus bodas de oro, un matrimonio estable y sin escándalos, que además marcó el ascenso de la primera mujer plebeya y de educación cristiana al milenario Trono del Crisantemo.

El heredero de la Corona imperial nipona, Akihito, y la señorita Michiko Shoda se casaron el 10 de abril de 1959 en una ceremonia tradicional seguida de un paseo en carruaje por las calles de Tokio, algo considerado por muchos japoneses como "el evento del siglo".

"El príncipe heredero la eligió a ella y el resto hicimos lo mismo", dijo sobre su matrimonio Shinzo Koizumi, uno de los principales responsables de la educación de Akihito, hoy de 75 años, según la Agencia de la Casa Imperial.

Los emperadores se conocieron en el verano de 1957 en la región montañosa de Karuizawa, a unos 150 kilómetros al noroeste de Tokio, durante un partido de dobles de tenis, deporte que empezaba a hacerse popular.

Michiko, que ahora tiene 74 años y una salud frágil, carecía de sangre azul, pero era la hija mayor del rico industrial del sector de la harina Hidesaburo Shoda.

Después del comienzo de lo que los japoneses conocen como "el romance del campo de tenis", Akihito propuso matrimonio a Michiko quien, en lugar de aceptar de inmediato, partió de viaje por Europa y EEUU durante 50 días, para después aceptar la propuesta.

En un momento en que Japón empezaba a levantar la cabeza después de la dura derrota de la II Guerra Mundial, la boda real entre el primer emperador despojado de halo divino y una ciudadana de a pie causó sensación entre los nipones, aunque en un primer momento se topó con resistencia entre los chambelanes y miembros de la Corte.

La boda, que fue seguida por cerca de 15 millones de personas por televisión y más de 500.000 personas en las calles de Tokio, supuso un acercamiento notable de una de las cortes más estratificadas y herméticas del mundo con la clase media japonesa.

No todo fue de cuento de hadas en esta versión nipona de "La Cenicienta", pues Michiko fue tratada en muchas ocasiones como una advenediza, recibió críticas de los miembros más conservadores de la Corte y reprimendas por parte del entonces emperador Hirohito.

Las especulaciones, nunca confirmadas por la Agencia Imperial, apuntan a que Michiko padeció durante varios meses una afasia, una enfermedad que impide hablar, tras ser censurada por Hirohito por hablar de temas cristianos con el príncipe Yoshi, el hermano menor de su marido.

A pesar de estas dificultades la pareja imperial no se ha visto nunca envuelta en ninguna polémica, más allá de los disgustos que le ha dado el matrimonio de su primogénito, Naruhito, con la también plebeya Masako, aquejada desde hace cuatro años de una depresión.

Los emperadores decidieron adaptarse a los tiempos cambiantes y saltarse tradiciones ancestrales como la que les impedía criar y educar ellos mismos a sus tres hijos: Naruhito, el príncipe Akishino y la entonces princesa Sayako, borrada de la genealogía imperial tras casarse con un plebeyo.

Según la Agencia Imperial, Michiko amamantó a sus tres hijos y era ella misma la que preparaba el almuerzo cada mañana antes de ir a la escuela, los bañaba y los llevaba de paseo.

Los emperadores, que pasean juntos casi a diario por los jardines de su Palacio, han tratado siempre de simbolizar unidad en Japón, donde la Constitución señala a la cabeza del Trono Imperial como "símbolo del Estado y la Unidad del Pueblo".

Desde su entronización como emperadores el 12 de noviembre de 1990, han viajado juntos a 48 países del mundo, entre ellos España, pues mantienen una relación muy cercana con los monarcas españoles, que en noviembre realizaron su segunda visita de Estado a Japón.

Para celebrar sus bodas de oro, Akihito y Michiko han invitado mañana a 101 parejas japonesas que también cumplen en 2009 cincuenta años de casados a una multitudinaria ceremonia del té en el Palacio Imperial de Tokio.

Además, los emperadores pondrán a disposición del público un libro de felicitaciones a la entrada de la residencia imperial donde podrán transmitir por escrito sus buenos deseos a la pareja, que disfruta del cariño incondicional de la mayoría de su pueblo.

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