DADAAB (KENIA).- Empieza la cuenta atrás para Omar. Tras 18 años alojado en el campo de refugiados más grande del mundo, el de Dadaab (Kenya), el próximo 23 de octubre, este refugiado somalí volará a Australia para iniciar una nueva vida. Omar es uno de los 8.600 seleccionados este año por el programa de ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) de reasentamientos, que da la posibilidad a los refugiados de establecerse en un tercer país.
Junto a su mujer y su hijo, Omar abandonará la sección D-5 del campo de Ifo, uno de los tres que componen Dadaab. Llegó con tan sólo ocho años huyendo de una guerra que entonces comenzaba en Somalia y que tras casi dos décadas mantiene el país hundido en el caos sin ningún atisbo de resolución a medio plazo. Su padre había fallecido en el conflicto, y él, junto a su madre y sus hermanos, partió hacia un campo entonces recién creado. De su aterrizaje en Dadaab siendo niño recuerda las graves dificultades para adaptar una sociedad nómada, la somalí, a las líneas estrictas pero invisibles del campo de refugiados, los constantes asaltos de bandidos y su camino diario hacia la escuela descalzo y con el estómago vacío.
«El campo ha cambiado mucho desde entonces», asegura, y Omar ha sabido encontrar su lugar. Un año después de terminar sus estudios de secundaria en 2003 encontró trabajo en CARE y más tarde en ACNUR como traductor, lo que le permite ganar un máximo de 65 dólares al mes y formar parte de lo que él llama «la clase media del campo».
Desde mediados de los 90, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y ACNUR han llevado a cabo los reasentamientos, actualmente focalizados en los primeros refugiados que llegaron a Dadaab, entre 1991 y 1992, y aquellos que requieren tratamientos médicos especiales. Estados Unidos recibe las mayores cuotas anuales de reasentados, seguido de Canadá y otros países como Australia. Para el próximo año, ACNUR ha planificado otros 20.000 reasentamientos, una cifra que pierde peso comparada con los 54.000 somalíes llegados hasta finales de septiembre.
El proceso para lograr ser acogido en un tercer país es lento y puede llegar a demorarse dos años. Precisamente, estos días ACNUR reparte un folleto donde pide «paciencia» a todas aquellas personas que se encuentran en trámite. Inevitablemente, muchos refugiados, después de casi dos décadas en una situación que debía ser provisional, ya están cansados de esperar. La frustración es un sentimiento generalizado entre los jóvenes de los campos de Dadaab. Tras terminar los estudios de secundaria, las puertas se cierran para muchos de ellos: poder acceder a la universidad en Nairobi es un privilegio reservado para pocos y la oferta laboral es muy reducida.
En menos de una semana, la casa de Omar pasará a manos de algún miembro de su amplia familia y él habrá empezado su viaje hacia Australia. Mientras mece a su hijo Abdi Malik de cuatro meses, cuenta con regocijo esta nueva oportunidad, pero inevitablemente siente vértigo y reconoce que el inicio será duro. Al fin y al cabo, 18 años son toda una vida, y en Ifo se quedan sus amistades y una extensa red de recuerdos, que no alcanza más lugares que el campo y algunos viajes escolares a Nairobi. Aun así, Omar cuenta con un apoyo familiar cuando llegue a la ciudad australiana de Adelaida: su hermana, que logró abandonar Dadaab hace cuatro meses. Explica el joven refugiado que el Gobierno les asignará una ayuda económica durante dos años si no encuentran trabajo en ese periodo. Es muy consciente que deberá empezar con «trabajos que nadie quiere hacer», pero su meta, sin embargo, sería poder estudiar Derecho.
Omar ya se encuentra en la recta final. Esta semana él y su familia deberán someterse a la revisión médica requerida, y finalmente, entregar la tarjeta de racionamiento. El viernes tomarán el autobús para comenzar el viaje más largo de sus vidas. De Dadaab, pasando por Sudáfrica, aterrizando en Adelaida.
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