Jenson Button y Brawn GP han sentenciado los títulos mundiales de pilotos y marcas en el Gran Premio de Brasil. Al británico le ha bastado con acabar en quinto lugar una carrera dominada por Mark Webber desde la aparición de misteriosos problemas en los neumáticos del coche de Rubens Barrichello. Fernando Alonso se ha visto obligado a abandonar en la primera vuelta por una colisión múltiple, y Jaime Alguersuari, 14º, ha roto una racha de cuatro retiradas consecutivas.
La cortesía y las buenas palabras suelen esconder segundas intenciones. Fernando Alonso lo descubrió en su fugaz paso por McLaren, pero los equipos ingleses suelen tener estas cosas. En un momento determinado, casi siempre por casualidad, uno de los coches deja de funcionar o lo hace a un rendimiento anormalmente bajo. Hoy hemos vuelto a vivir un episodio parecido con Rubens Barrichello como protagonista.
El brasileño volvió a aniquilar a Jenson Button en los entrenamientos oficiales. Una vez más (y van...). El brasileño salía desde la pole con poca carga de gasolina, así que hoy necesitaba más que nunca una carrera al ataque, de la salida a la bandera a cuadros. Y así obró, con el coraje que ha caracterizado sus actuaciones desde inicios de verano y que no recordábamos desde 1994 con aquel estético —pero poco efectivo— Jordan-Hart. En esa época, sólo él conseguía llevar al podio a un monoplaza infrapotenciado y con una pésima aerodinámica. Él y sus ganas de lucha. En el otro rincón del ring, un piloto en 14ª plaza, asustado, presionado, cargado de miedos a la derrota, moneda habitual en su carrera deportiva. Necesitaba ganar, y ya.
La carrera transcurrió con cierta normalidad, hasta el primer repostaje de Barrichello, que le devolvió a pista en medio del tráfico. Sin embargo, había algo peor que eso: su segundo juego de neumáticos no funcionaba. ¿Culpa de Bridgestone? Quizás... ¿O culpa de unas presiones de inflado anormales? Sólo con una anomalía de este calibre se puede entender que, a igualdad de carburante respecto a la salida, Rubens rodara 1,5 segundos por vuelta más lento. La coctelera de las sospechas es más amplia que la de las disculpas: Barrichello deja el equipo a final de año (Button no), y Ross Brawn necesitaba apenas que uno de sus dos coches sumara un punto para alzar el cetro de marcas.
Los fallos del segundo Brawn GP contrastaban con la buena marcha de un Jenson desconocido, incisivo en los adelantamientos y regular crono en mano (aunque a un segundo de los registros de su compañero en el primer stint). Pero el inglés seguía estando muy atrás, a gran distancia del podio y rodando siempre con la calculadora en la mano, el elemento que más ha utilizado desde el GP de Turquía.
Los problemas de Barrichello traspasaron la barrera de las sospechas en una conversación por radio con su ingeniero. El brasileño no entendía por qué no lograba rebajar sus tiempos pese a estar rodando al límite. Más tarde, en el segundo repostaje, su último set de gomas blandas también funcionó mal, esta vez por un presunto mal equilibrado de una rueda delantera. Curioso. Toda esta suma de circunstancias le relegó de la lucha por la victoria a dirimir con Hamilton el tercer puesto, mientras Webber y un sorprendente Kubica dominaban el GP. Button, en un cómodo quinto puesto, ya se sentía campeón. Y para acabar de arreglar el día, el adelantamiento de Hamilton a Barrichello segó el neumático trasero izquierdo, forzando al piloto de Brawn GP a efectuar una parada no programada.
Esta última acción acabó decidiendo el título. Sin embargo, resulta curioso que quien se alza con el campeonato es un piloto que en las últimas diez carreras no ha obtenido una sola victoria, una pole o ha liderado un GP. Los seis triunfos de siete oportunidades en la primera fase de la temporada, aquel período en que montar un doble difusor se traducía en medio segundo por vuelta de ventaja, son el mayor argumento del primer título del ex playboy británico.
Esta situación no tiene precedentes históricos. Quizás el mejor paralelismo vendría a ser el mundial de 1992, dominado a placer por el Williams-Renault de Mansell desde la primera carrera. En esos tiempos, el grado de perfeccionamiento logrado por la suspensión activa de Patrick Head y Adrian Newey se traducía en una superioridad que ni las manos del mejor Senna podía contrastar. Poco importaba quién pilotara ese coche, lo que venía a evidenciar era la superioridad de la máquina sobre el hombre. La diferencia entre ese año y 2009 es el progreso general de los rivales. Red Bull y los demás tardaron apenas media temporada en hacer funcionar una imitación del difusor doble de los BGP 001, pasando a relevar su dominio con la entrada del verano. A partir de ese momento, se diluyó el antaño invencible piloto entre la masa.
Button pasará a engrosar la lista de campeones grises de la F-1, que hasta ahora integraba a nombres como Phil Hill, Damon Hill o Keke Rosberg. El primero consiguió su título mundial gracias a la muerte de su compañero de equipo y principal favorito, Wolfgang von Trips; Damon Hill necesitó que Schumacher se fuera a Ferrari para poder aprovechar la ventaja técnica de su Williams-Renault y ganar; y Keke Rosberg sacó tajada del accidente que obligó a Didier Pironi a decir adiós de la F-1, y se llevó el título de 1982 con un único triunfo.
Con todo, también puede resultar erróneo atribuir a Barrichello el triunfo moral. ¿Dónde estaba el brasileño cuando Button dominaba a placer? ¿Acaso no era el mismo piloto? Esa es una de las preguntas que quedarán en el tintero y la única justificación moral del título de Jenson.
Por lo que respecta al resto de la carrera, su primera vuelta resultó tremendamente indicativa del clima que se vive en el paddock. Hay muchos pilotos con la continuidad en discusión, caso de Jarno Trulli y Adrian Sutil, cuyos nervios empiezan a traducirse en acciones de adelantamiento evitables, que en este caso eliminaron a un tercer actor que simplemente pasaba por allí: Fernando Alonso. En Abu Dhabi, la emoción estará en el ansia por destacar de muchos cuando se oye la campana que anuncia a los 20 alumnos de la F-1 actual la llegada de las vacaciones, y hay cinco que van a septiembre.
En paralelo, durante este GP también se ha respondido a una pregunta: ¿por qué se han prohibido los repostajes en 2010? Basta con repetirse el vídeo del incidente entre Heikki Kovalainen y Kimi Räikkönen en el pit lane para conocer la respuesta. Un error de apreciación del jefe de mecánicos, que levantó el cartel de salida antes de tiempo, invitó al piloto de McLaren a pisar el acelerador con la manguera conectada. Este elemento se desprendió de la máquina dejando tras de sí un peligroso reguero de gasolina. Y la chispa que encendió fueron los frenos de carbono del Ferrari de Kimi Räikkönen, que acababa de abandonar su box y se reincorporaba a la carrera. Ese fogonazo, fortuitamente apagado por sí solo, podría haber tenido consecuencias funestas en caso de producirse cerca de un muro de señalización o del box de algún equipo. Si a Renault se le amenazaba con una carrera de sanción por el incidente de Alonso con la rueda en Hungría, esta acción merecería un castigo similar.
Otro de los puntos de análisis de este GP de Brasil es la actuación de los debutantes. En la carrera de hoy, sólo Kamui Kobayashi salva el tipo. El japonés resistió durante más de diez vueltas los ataques de Button y se llevó el sobresaliente al adelantar a Fisichella en una gran acción a pocas vueltas del final. La única mancha negra de su debut en F-1, su maniobra defensiva ante Kazuki Nakajima, que despistó al japonés y lo envió contra las vallas.
Peor nota merecieron Jaime Alguersuari y Romain Grosjean. Los dos estuvieron muy blandos ante los ataques de los rivales y no tuvieron ritmo en todo el GP. En el caso de Grosjean, esta situación induce a pensamientos malévolos, porque el francés no ha logrado superar el rendimiento del polémico Nelson Piquet. Y ya se sabe, si el brasileño hubiera continuado...
Próxima parada el 1 de noviembre en Abu Dhabi, final de trayecto de la temporada 2009 de Fórmula 1.
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