SITGES.- Un agujero negro se va a tragar el mundo. El agujero de los Juegos Olímpicos del 2016 en Brasil, aventado el barrunto de la ciudadanía por las calles y que se engulló la totalidad de soitu el miércoles 7, irá atrapando más y más páginas de periódicos; más y más horas de radio y de pantalla; más y más tiempo de la gente según nos aproximemos a su órbita; hasta, por fin, hacerse con las vías de expansión, con los ámbitos de ocio, con las neuronas y con las voluntades, sin lugar donde resistir, sin posibilidad otra de escape que dejar la galaxia durante esas fechas. No estar, vivir en una dimensión ajena a lo humano.
Mientras tanto, este fenómeno cósmico del que la SF de anticipación debería extraer jugosos argumentos antes de que los hechos lo conviertan en una película de horror, ha supuesto —salvo por la entrevista de ayer con Duncan Jones— un mantener la ruta, hibernados, congelada la imagen, a la espera de que el ordenador nos devuelva a la letra y a la vida. Ciencia-Ficción, el cine. Y mitos. Y fantasmas.
Empecemos por 'Les derniers jours du monde', el martes que fue el Apocalipsis, y hubiéramos pensado que nos caería en viernes, no en semana. Que el mundo termine en día laborable y no haya que ir a trabajar es un detalle.
Robinson Laborde, que ha perdido la mano y la estabilidad familiar —vaya lo uno por lo otro— en una aventura con habitante andrógino del sexo femenino servido por las olas en su playa, compra recetario de cocina para escribir en él sus experiencias y así ir haciendo tiempo hasta el desastre. De paso, en la escritura busca comprender lo que sucede, lo que le pasa a él, que, al fin y al cabo, el universo de uno no es sino uno mismo, y cuando ese universo se termina ya no hay mundo, así que preocuparse por lo demás carece de sentido. La escritura se hace en un viaje iniciático, los viajes terminales, de Biarritz a España, Pirineos, Pamplona, Zaragoza y vuelta, fértil en reencuentros sobre las rutas saturadas, que el fin del mundo debe de parecerse bastante al inicio de las vacaciones y ni en uno ni en otro se puede circular ni hay sitio en los hoteles.
Un levemente atribulado Baltasar Khober, de paseo por el amor y sucedáneos y la muerte, a lo que más recuerda la película es a sí misma, con ese modo tan francés de presentar en la mesa lo inefable, que sólo Francia (y el Lejano Oriente) conciben un queso en el que bullen los gusanos como especialidad gastronómica. Compite.
'Splice', 'Timer', 'Valhalla Rising', 'Heartless', 'Enter the Void', 'Ingrid', embarcadas también en la Oficial a Concurso, si han resistido la criogenización, las descongelamos para probar mañana.
*Opina sobre Sitges en su debate de utoi
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