Pekín.- El profesor Ilham Tohti es uno de los más activos en la defensa de los derechos de su pueblo, el uigur, que este año, tras las revueltas de Urumqi, se ha hecho famoso en las páginas de los diarios, pero su activismo le ha costado este verano dos meses de detención por las autoridades chinas.
Tras su arresto, condenado por grupos pro derechos humanos y considerado por éstos parte del cerco a la disidencia, defiende en una entrevista a Efe su inocencia y asegura ser un defensor moderado de su pueblo, aunque también condena el acoso que sufre.
"No me atrevo a volver a Xinjiang", la región de los uigures, reconoce en su domicilio de Pekín el profesor, que lleva tres años sin regresar a su hogar y estos días recibe la visita de su esposa y de su hijo, al que no había visto en todo este tiempo.
Tohti, que da clases de Economía en la Universidad de las Nacionalidades de Pekín, fue detenido el 8 de julio, tres días después de los ataques de uigures contra chinos de la etnia mayoritaria han en Urumqi, capital de Xinjiang, causaran 198 muertos.
"El presidente de Xinjiang me mencionó en un discurso el 6 de julio y me acusó de instigar la revuelta a través de mi web" (uighurbiz.cn, una popular web de divulgación en chino y uigur, ahora bloqueada).
"Me sorprendió mucho, porque no tuve nada que ver con ello", asegura Tohti, con rasgos a medio camino entre los pueblos orientales y los de Asia Central.
"Desde el 8 de julio quedé incomunicado, me llevaron a un lugar de las afueras durante dos semanas y allí me hacían interrogatorios todos los días, entre 10 y 20 horas", cuenta Tohti sobre su experiencia de este verano.
"Las preguntas eran siempre las mismas. No me maltrataron ni me golpearon, pero sí que me amenazaron, sobre todo al principio. Me decían que 'no me metiera en líos", continúa el profesor.
Tohti se queja de que no es la primera vez en los últimos años que sufre el acoso de la policía china, y que todo comenzó cuando comenzó su activismo a favor de la cultura uigur, "apenas conocida en China y que necesita estudios que la promuevan".
Tras pasar varios años en el extranjero, como traductor y consultor, Tohti regresó a China y empezó a ayudar a estudiantes pobres de Xinjiang, niños vagabundos y otros desfavorecidos.
Financiaba sus actividades con una fábrica que poseía junto con su hermano en Kazajistán, según relata.
Desde el primer momento se enfrentó a denuncias y congelaciones de cuentas bancarias, algo que según él no era por asuntos económicos sino políticos, sino por sus a sus frecuentes contactos con embajadores europeos.
En los primeros años, no obstante, tuvo incluso momentos de cooperación con las autoridades comunistas, y así en 2005 logró convencerlas de que construyeran cinco escuelas para niños de la calle uigures.
La situación empeoró en 2006, cuando Tohti abre Uighurbiz.cn.
"En ella tradujimos artículos sobre políticas para minorías en países como España, Noruega o Australia, y también algunos sobre derechos humanos", explica.
Ese mismo año, la policía investigó su casa y su ordenador, y las sospechas de las autoridades contra él se agravaron, algo que coincide con un ataque de mafias kazajas contra su fábrica en el que su hermano casi pierde la vida.
Según Tohti, el suyo es un caso más del acoso que sufren los uigures por el miedo de las autoridades chinas al terrorismo, según él un problema exagerado por las autoridades de Xinjiang "para obtener más dinero de Pekín".
Ello se está viendo, señala, en los supuestos "ataques terroristas con jeringuillas" de los últimos días: "Esos ataques no existen, están en la imaginación de la masa".
Tohti ha recabado muchos casos de amigos uigures inocentes que han sufrido ataques estos días porque un chino de la mayoría han ha gritado en plena calle que llevaba una jeringuilla.
"Los uigures ahora no se atreven ni a tomar el autobús, y los taxistas les rechazan", se lamenta.
"Desde el 5 de julio hay uigures golpeados todos los días, y algunos de ellos han muerto, pero eso no sale nunca en las noticias", asegura, añadiendo que "a las familias de las víctimas han les dan compensaciones, a las de los uigures les apuntan con pistolas".
Pese a sus declaraciones, Tohti asegura ser moderado y respetar la convivencia de han y uigures en Xinjiang.
"Rabiya Kadeer (líder uigur en el exilio) dice que los han deben irse de allí, pero yo no lo creo, pueden vivir juntos", dice.
No obstante, apunta, el Gobierno chino debe dejar de llevar a cabo políticas masivas de emigración han a Xinjiang y aplicar realmente la ley de nacionalidades.
Según él, décadas de masiva llegada de han favorecieron que el pueblo uigur sea "la etnia del planeta donde más desempleo hay, hasta el 60 por ciento".
Tohti confiesa que los últimos meses de tensión y confinamiento le han afectado seriamente a su salud, y que ahora desea simplemente reanudar sus clases.
El profesor, en todo caso, descarta de plano emigrar al extranjero como hizo Kadeer: "No me da miedo la cárcel, seguiré luchando para que chinos y uigures puedan vivir en armonía", clama.
Sobre los incidentes de julio, asegura que "todavía hay muchas cosas muy poco claras, como los muertos de cada etnia" y señala que la teoría del Gobierno chino, de que todo fue un complot de los independentistas del exterior, no acaba de convencerle:
"Los gobiernos marxistas tienden a culpar al exterior de los problemas interiores", apunta.
Antonio Broto
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