SAN SALVADOR.- Perdida en la noche salvadoreña una luz ilumina la entrada de lo que a simple vista parece una vivienda más de San Salvador. Detrás de la puerta aguarda la tertulia del PHOTO Café, un centro de reunión de fotoperiodistas donde la conversación se empeña en un solo tema: la muerte a tiros el miércoles pasado de su colega Christian Poveda, el hombre que se adentró con una cámara en las entrañas de las "maras".
Entre tragos de cerveza se suceden los recuerdos, las anécdotas y los elogios al que algunos, como Omar Carbonero, consideran "el precursor del fotoperiodismo en El Salvador" gracias al cual se abrió un camino que no estaba marcado. "Unió a los fotógrafos del país", recuerda Omar, "nos concienció a todos de la necesidad de producir más allá del trabajo diario, a no trabajar por compromiso".
En la sala contigua, Edgar Romero cuenta la historia de Poveda, que empezó a trabajar en este país en la década de los 80 cubriendo la guerra civil salvadoreña desde su compromiso con los movimientos de izquierda. Años después regresó con la intención de sumergirse a fondo en el desconocido y peligroso mundo de las "maras", primero para realizar retratos de los "mareros" que estaban en prisión y más tarde, en 2007, para comenzar a filmar 'La vida loca’, el documental que le costó la vida.
La película se ha convertido en todo un éxito entre los puestos callejeros de películas piratas que invaden las aceras de la capital salvadoreña. "Esto no es una película sobre la realidad, es la realidad filmada en una película", sentencia un vendedor del centro de San Salvador, mientras prueba en un DVD una copia de la cinta de Christian Poveda que le ha pedido un cliente. "Se está vendiendo mucho, es un tema muy complicado aquí en El Salvador y éste es un análisis muy cercano y una buena forma de conocerlo".
En la televisión que tiene en el puesto el hombre va pasando la película mientras hace comentarios de la relación directa entre el documental y la realidad social de El Salvador. "Estos chicos necesitan que alguien les eche una mano", dice el hombre, que afirma que en ocasiones les presta películas a algunos "mareros" para que vean que hay otra realidad lejos de la violencia.
"Para hacer una película se tiene que estudiar el problema, conocerlo y establecer una hipótesis". Son las palabras que Romero dice le escuchó siempre a Poveda y las que guiaron su trabajo para 'La vida loca', "la obra más lograda sobre cómo es la estructura de esos grupos juveniles".
Al principio, el trabajo no se centró en ninguna "mara" en concreto, Poveda intentaba que varias co-protagonizaran la cinta, pero en un momento los Salvatrucha se desligaron del proyecto dejando como protagonistas del filme a los miembros de la 18.
Para Christian lo principal era abordar la problemática que había dado origen a las "maras" en los años 90, y dar con la razón de que hoy en día estas pandillas tengan tal importancia en Centroamérica y protagonicen una guerra entre clanes que deja miles de muertos al año. El origen se sitúa en los años posteriores de la guerra civil salvadoreña, con los exiliados en Estados Unidos, y que a su regreso reproducen en El Salvador el fenómeno de las pandillas juveniles de Los Angeles.
Poveda se dio cuenta de que el principal problema de estos jóvenes, lo que les llevaba a solicitar el ingreso en la "mara" era la necesidad de encontrar una familia, bien porque la suya les hubiese echado de casa, bien porque trataron de buscarse la vida en la calle, o porque no les quedaba otro remedio. La pandilla se convierte en su familia, le da lo que necesite, a poco que sea, ya más de lo que el joven tiene, pero esto supone aceptar unas obligaciones con el grupo.
Para Poveda las desigualdades sociales, la desunión familiar o la pobreza, eran los principales motivos que empujaban a los jóvenes salvadoreños a ingresar en la "mara". Christian se acercó, mucho, se metió a fondo, conoció el núcleo, convivió con el, lo analizó, lo filmó. Todo con un gran respeto para poder mostrarlo con la mayor fidelidad a la realidad. Logró por parte de la 18 que sus miembros le tuviesen un gran respeto y confianza.
Lo que es difícil de comprender es que le mataran una vez que el documental estaba en la calle, al alcance de todos ¿por qué no silenciarlo cuando aún lo estaba grabando? "Él era muy reservado, mantenía a los amigos al margen de lo que iba haciendo en su trabajo". Edgard afirma que "la muerte de Chrisitan va a suponer un antes y un después en el fenómeno de las ‘maras’". Las pandillas tenían puesta una esperanza en él, en su trabajo, "podía haber sido un gran interlocutor (entre ambos grupos)", y de hecho ya lo había sido en alguna ocasión. Tras su muerte "va a determinar como la sociedad y las autoridades se van a tener que llegar a entender".
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