Isla Negra (Chile).- Bajo el sol de septiembre a la orilla del océano desde donde llegaron hace 70 años, españoles republicanos exiliados tras la Guerra Civil (1936-1939) rindieron hoy homenaje en Isla Negra al poeta Pablo Neruda, quien fletó el Winnipeg, barco en el que llegaron a Chile en septiembre de 1939.
Más de medio centenar de descendientes y pasajeros del carguero francés Winnipeg, que zarpó de un puerto cercano a Burdeos el 4 de agosto de 1939 con más de 2.366 refugiados, viajaron hoy hasta la casa de Neruda en Isla Negra para reunirse y compartir sus sentimientos junto a la tumba del poeta chileno.
"Las noticias aterradoras de la emigración española llegaban a Chile. Más de quinientos mil hombres y mujeres combatientes y civiles, habían cruzado la frontera francesa" escribió Neruda en su libro de memorias "Confieso que he vivido".
"Teníamos un gobierno progresista. Ese gobierno del Frente Popular de Chile decidió enviarme a Francia a cumplir la más noble misión que he ejercido en mi vida: la de sacar españoles de sus prisiones y enviarlos a mi patria."
El poeta viajó a Francia con este propósito, donde recibió miles de solicitudes de españoles refugiados que querían embarcarse en el Winnipeg rumbo al continente americano.
Ayudado por el gobierno republicano español en el exilio, Neruda seleccionó las familias de refugiados que partieron desde el puerto Trompeloup-Pauillac, cerca de Burdeos, en el antiguo carguero francés Winnipeg el cuatro de agosto de 1939 y quienes, un mes más tarde, desembarcaron en el puerto chileno de Valparaíso.
En el homenaje póstumo a Neruda, los españoles quisieron agradecerle al poerta el esfuerzo que hizo para organizar el viaje que les llevó a Chile.
Junto a la tumba de Neruda, Félix Beltrán, quien cumplió seis años de edad durante la travesía del Winnipeg, leyó la poesía "A los niños de la guerra", escrita por él mismo, que fue seguida por un caluroso aplauso de los exiliados.
En una ceremonia presentada por Jaime Ferrer, historiador e hijo de uno de los pasajeros del carguero, algunos de los exiliados arrojaron tierra llevada de diferentes regiones de España sobre la tumba del poeta para devolverle la tierra que un día les ofreció al ofrecerles refugio en su patria.
"Eran pescadores, campesinos, obreros, intelectuales, una muestra de la fuerza, del heroísmo y del trabajo. Mi poesía en su lucha había logrado encontrarles una patria. Y me sentí orgulloso", escribió Neruda.
Al término de la ceremonia, en la que actuó un coro vasco, los asistentes se desplazaron al interior de la casa donde almorzaron y compartieron historias de su experiencia en Chile.
Entre los asistentes se encontraba Gilles Hertzog, hijo de dos médicos franceses que viajaron entre la tripulación del Winnipeg, quién contó algunas anécdotas del barco.
"Es difícil expresar lo que estoy sintiendo. Encontrarme con mis hermanos", dijo uno de los españoles que llegó en el Winnipeg, quien acudió a Isla Negra desde Brasil, donde reside en la actualidad.
El Winnipeg marcó el destino de sus más de 2.300 pasajeros y del pueblo chileno que les acogió, tal como le sucedió a Aurora Gaiche, hija de un minero asturiano que llegó en el barco, y esposa de Eduardo Carcavilla, quien con seis años viajó en el mismo barco junto al que años más tarde sería su suegro.
Mercedes Corbato, recordó los ataques de aviones alemanes mientras ella, acompañada por su madre, su hermana y una amiga, cruzaba los Pirineos con destino a Francia.
"Los aviones alemanes arrasaban con todo" explicó a Efe Corbato, quien relató cómo su hermana, una vez pasados los aviones, la levantó del suelo y la obligó a continuar sin su amiga, alcanzada por una bala.
Corbato, como la mayoría de exiliados que viajaron en el Winnipeg, pasó por distintos refugios y campos de concentración franceses antes de embarcarse en el carguero.
"Que la crítica borre toda mi poesía, si le parece. Pero este poema, que hoy recuerdo, no podrá borrarlo nadie", escribió el Neruda sobre esta hazaña.
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