Valladolid.- La población de buitres leonados del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza, en Segovia, ha disminuido el 33 por ciento en cinco años debido, entre otras causas, al "hambre de los buitres", un problema con raíz en una declaración europea que regula "severamente" la eliminación de animales muertos.
En los últimos cinco años y sobre todo desde que se aplica en Castilla y León una decisión de la Unión Europea sobre el tratamiento de animales muertos, la colonia de buitres leonados del Parque Natural de las Hoces del Río Riaza ha pasado de contar con 1.117 ejemplares a los 753 contabilizados en el último censo otoñal de aves organizado por el Fondo para el Refugio de Rapaces y coordinado por Juan Prieto Martín, al que ha tenido acceso EFE.
El problema real se agravó en 2003, cuando la Unión Europea (UE) emitió la citada decisión, en la que restringía la presencia de animales muertos en el campo con el objeto de evitar la propagación de la Encefalopatía Espongiforme Transmisible (EET), la denominada enfermedad de las vacas locas.
Castilla y León adaptó esta norma a su territorio en 2006, lo que extendió el problema del "hambre de los buitres" a la Comunidad y provocó que los ganaderos vieran cómo el desprenderse de los cadáveres de los animales muertos se complicara y encareciera, según el doctor Fidel José Fernández, presidente del Fondo para el Refugio.
Esta afirmación se incluye también en un comunicado conjunto firmado por veinticinco asociaciones naturalistas el pasado mes de abril, en el que denuncian que el actual sistema de retirada de cuerpos de ganado "no es sostenible", pues "cuesta varias veces más destruir una oveja muerta que comprarla viva".
Fernández explica que esta situación se podría revertir "en cierta parte" si en la Comunidad se aplicase el Decreto 664/2007, que corrige la decisión de la UE de 2003 y permite, bajo ciertas condiciones, la alimentación en muladares de aves rapaces necrófagas "con subproductos animales no destinados al consumo humano".
Además de en sus censos, el doctor basa estas afirmaciones en experiencias vividas en primera persona en puntos en los que tradicionalmente se ha alimentado a los buitres leonados en este Refugio segoviano.
"Hace años se dejaba un animal muerto en un comedero y los buitres tardaban varias horas o incluso días en bajar por él. Sin embargo, ahora mismo cientos de ellos bajan en cuanto el guarda deja la res y suelen acabar con su carne en menos de dos horas", añade.
En el último censo de aves elaborado por este experto, ha registrado en 2009 un total de 143 pollos de buitre leonado que han salido adelante, una cifra mejor que los dos últimos años, pero muy por debajo de otros precedentes, como en 2001, cuando se alcanzó la cifra de 226 nidos con éxito.
En este estudio revela que, por tercer año consecutivo, los ejemplares de esta especie se han reproducido con casi un mes de retraso con respecto a la media de los últimos 32 años, lo que atribuye al problema del hambre.
Junto a estas dificultades derivadas de las nuevas normas, constituye otra amenaza para la fauna de las hoces del Riaza un proyecto de senda larga, no desechado del todo aún, que atravesaría los páramos solitarios y haría accesibles a los visitantes los barrancos donde anidan los buitres, "lo que afectaría a su proceso de cría", según ha explicado Fernández.
La conjunción de estos dos factores, junto con otras amenazas, podría provocar a la larga el declive de la población de buitre leonado de este parque, según Fernández, quien también agrega que de continuar aplicándose la Decisión de la UE en la Comunidad se podría asistir "a una gran disminución de la ganadería extensiva".
El Parque Natural de las Hoces del Río Riaza está situado al nordeste de la provincia de Segovia, cerca del límite con la provincia de Burgos, y destaca por su gran variedad de aves rupícolas y rapaces.
Cuenta con una de las mayores colonias de Europa de buitre leonado y acoge a otras especies como el alimoche, la alondra de Dupont, el águila real, el halcón peregrino, el búho real, el cernícalo vulgar, la cigüeña blanca, la garza real o el gorrión moruno.
Rubén Arranz
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