Madrid.- La última pareja de águila perdicera que vivía en el Barranco del río Salobre, en Teruel, desapareció hace unos diez años, pero la recuperación del hábitat de este ecosistema fluvial abre una esperanza al regreso de esta especie, que está en peligro de extinción.
Desde hace un año, la Fundación Banco Santander financia un proyecto, que desarrolla SEO/BirdLife, para recuperar la cuenca alta del río Salobre, un área situada en el término municipal de La Hoz de la Vieja que forma parte de la Red Natura 2000, y que ya está empezando a dar sus primeros frutos.
La zona se encuentra dentro del dominio público hidráulico aunque hasta que se iniciaron los trabajos los habitantes del pueblo creían que era de su propiedad, ya que había sido cedida por un marqués para que pastara el ganado.
Se trata de un importante conjunto de sierras ibéricas surcadas por una compleja red de hoces de origen fluvial, originadas por los ríos Martín, Escuriza y Cabra, incluido en una Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).
El área de actuación, que comprende unas 5 ó 6 hectáreas, se encuentra cercana a una zona en la que abundan poblaciones de rapaces como el buitre leonado, alimoche, halcón peregrino, águila real y águila perdicera.
La única pareja de esta especie que habitaba en el barranco desapareció hace unos diez años y hoy sólo existe un nido ubicado en uno de los dos únicos chopos que se mantienen en pie y en el que crían de forma sucesiva parejas de cornejos, cuervos, hurracas o los milanos que vienen de África.
El delegado de SEO/BirdLife en Aragón, Luis Tirado, apunta a la posibilidad de que la pareja de águila perdicera se haya extinguido de la zona "no porque se haya muerto, sino porque se ha ido a otro sitio a buscar comida".
En el barranco había campos de cultivo de cereales, un hábitat donde los conejos, perdices y córvidos -principal alimento del águila perdicera- viven a gusto, pero el abandono de los campos transformó el paisaje en un espeso matorral, en el que estas especies no pueden subsistir.
Ahora, se pretende invertir el proceso: recuperar el ecosistema original que se perdió para que el águila perdicera pueda regresar.
La medida estrella del proyecto ha sido la plantación de unos 6.000 esquejes de ocho especies autóctonas: sauce blanco, sargatillo, álamo blanco, chopo, tamariz, olmo y fresno y arbustos, que recuperarán la vegetación original del barranco.
Estos árboles, cuando crezcan, proporcionarán alimento a los conejos, perdices y córvidos, y a través del llamado "efecto sombra" les permitirán criar.
"Si no somos capaces de conseguir que el conejo y la perdiz críen solos habrá que repoblar la zona con estas especies", siempre contando con el beneplácito de los vecinos, ha señalado Tirado.
La primera actuación llevada a cabo fue la suavización de los taludes en las acequias laterales, con el objetivo de facilitar el desarrollo de la vegetación riparia (la que crece cerca de los ríos) y la conexión de los diferentes hábitats con el cauce principal.
De esta forma se pretende mejorar el funcionamiento ecológico del tramo fluvial y favorecer la inundación periódica por las aguas del cauce.
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