Esta semana Uma Thurman nos trae 'La vida ante sus ojos', donde hace de chalada y aun así da para enamorarse de ella. También podremos disfrutar de Will Ferrell poniendo la historia patas arriba en 'El mundo de los perdidos' y del acróbata Tony Jaa, que dirige y protagoniza la acción de 'Ong Bak 2'.
El ucraniano Vadim Perelman se dio a conocer en 2003 con la intensamente emocional 'Casa de arena y niebla'. En ella extrajo interpretaciones memorables de Ben Kingsley, Jennifer Connelly y Shohreh Aghdashloo. Fue de lo mejor de aquel año el drama de dos familias que pelean encarnizadamente —ambas con buena parte de razón—, por una misma casa, ecosistema de vida. Pocas veces un trozo de terreno importó tanto. En una liga algo menor se mueve 'La vida ante sus ojos'.
Sin rastro tampoco de ligereza, este nuevo culebrón, encabezado por Uma Thurman y Evan Rachel Wood (la hija de Mickey Rourke en 'The Wrestler'), muestra las secuelas de un instituto azotado por la misma (mala) suerte que Columbine. Las dos rubias actrices dan vida a Diana en su adolescencia y madurez turbada, respectivamente. Un enloquecido friki ataviado con metralleta aborda a la Diana púber y a partir de ese evento revivimos a modo de flashback una y otra vez lo que pasó aquel día. Llega a desesperar Perelman con su racanería informativa hasta el último momento, pero tranquilos, es una desesperanza llevadera, como el sexo tántrico. La paciencia es recompensada.
El guión (ajeno) con el que opera el ya confirmado director del remake de 'Poltergeist' es de chico listo. El único problema del libreto es que su giro final, finalísimo, es de tan listo que casi se pasa de listo. Nadie recordará esta película dentro de un par de años, lo que no quita para que entretenga saludablemente durante sus muy ajustados 89 minutos.
Valoración: 6,5/10
'Ong Bak 2' es un cóctel de patadas y puñetazos, pero en ningún caso es una secuela de 'Ong Bak'. Es Tony Jaa —quien últimamente ostenta el monopolio de las tundas cinematográficas tailandesas—, que es un empresario muy listo. Decidido a amasar toda la pasta posible, toma también las riendas de la dirección para concederse doble sueldo. Y nada tiene que envidiar esta entrega, pese a su inexperiencia previa tras las cámaras, porque lo único que hace falta para desempeñar tal rol en este tipo de cine es un buen gusto para la coreografía, y sospechamos que en la primera parte (que en realidad no lo es, insisto en desenmascarar al maquiavélico mercadotécnico) era el propio Jaa el que se encargaba de preparar la estética de las peleas.
La trama del niño que asiste al brutal asesinato de sus padres, es secuestrado por unos comerciantes de esclavos, posteriormente rescatado por unos ladrones y más tarde encumbrado como mesías de las artes marciales sediento de venganza, recuerda a un paseo por el museo de historia natural o a una visita al Circo del Sol y/o evento exótico similar por el que pagas una barbaridad de dinero para impresionar a la chica de turno. Uno de esos cuyas entradas se adquieren en El Corte Inglés y te las dejan pagar con tarjeta de crédito, esto es, bonitos decorados con simbolismos totalmente incomprensibles para el común de los mortales de la Europa de los 27.
No me quiero despedir sin dar mi personal opinión sobre el Jaa actor: no es un actor, es un tío con cara de mala leche permanente que hace piruetas muy chulas.
Otro apunte: la escena de la pelea en la que participa el elefante llega a donde pretendió hacerlo la orgía de Smiths en 'Matrix Reloaded' pero sin que los planos informáticos canten. Contiene tal festival de hostias que estoy seguro de que los actores se tuvieron que hacer daño.
Valoración: 5/10
Los álter egos de Will Ferrell suelen ser envidiosos, ruines, egoístas y ególatras. Y aún así mola. Su cine es de baja estofa, pero ni siquiera se molesta en disimularlo. La estrella absoluta es él. Él, con sus planos fijos soltando sartas de tonterías, monólogos imposiblemente surrealistas que tumban nuestra seriedad por enroscarse en sí mismos hasta que —como cuando te bates en duelo con alguien a ver quien aparta antes la mirada fija—, no tenemos más remedio que soltar la carcajada.
Tiene la suerte, o la maestría, de poder convertir cualquier material que toque (en este caso una chorradilla de viajes en el tiempo que repesca un clásico televisivo setentero dirigida por el tipo que firmó 'Casper') en suyo propio. Dadle el guión que queráis, que lo parasitará paulatinamente hasta adscribirlo al género Ferrell.
Aparte de su perplejo discurso de hombre sobrepasado y de su cómica torpeza que, como a un Mr. Bean o Magoo, le llevan paradójicamente al éxito siempre por el camino más difícil, nos quedamos con Anna Friel, un florero de los que regalas en las bodas y quedas de rechupete.
Valoración: 6/10
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