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El 'Anticristo' de Lars Von Trier, la evolución lógica de una carrera ilógica

  • El cineasta danés estrenará 'Anticristo' en el inminente festival de Cannes
  • Es otra de las vueltas de tuerca de una trayectoria paradójica y provocadora
Actualizado 11-05-2009 13:14 CET

Si tuviera la oportunidad, raptaría a Lars Von Trier y lo metería en un avión atado a un asiento. Lo grabaría: disfrutaríamos de su tembleque de piernas, del sudor por su frente. De la fiebre. De la tenacidad de las cuerdas, de las marcas en sus muñecas provocadas por la fuerza de su desesperación. De mi sadismo. Le haría comprobar la sensación que tiene un ser humano cuando se enfrenta a su propia naturaleza. El pánico y el terror sin escapatoria. Todo para más tarde ver la cinta mientras nos tomamos un julglogg. Entonces Lars Von Trier, por primera vez, volaría.

En algo se asemejan estos deseos de venganza al cine del danés. Sobre todo en la capacidad redentora del sufrimiento, esa mezcla sádico-compasiva muy ligada al catolicismo a la que vuelve película tras película obsesivamente. Porque, en realidad, toda su obra trata lo mismo: la incapacidad del ser humano para ser bueno. La lucha encarnizada del hombre contra su propia naturaleza: el 'Anticristo'. Paradójicamente es ésta la película que presentará en el próximo Festival de Cannes. En ella, una pareja (Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg) pierde a su hijo y se retira a una cabaña aislada en un bosque para superarlo. Sufrimiento, redención, actitud ante la pérdida, penitencia, lucha entre sexos y sexo son los temas que sobrevuelan la cabeza visible en Dinamarca. 'Anticristo' parece ser una ampliación más pero esperamos cualquier cosa del director que rodó el asesinato de un crítico en 'To each his own cinema'. Aquél que regaló a la historia una de las grandes obras que inicia y sitúa indefectiblemente al cine en un nuevo siglo: 'Bailar en la oscuridad'.

Sin embargo, lo interesante en Lars Von Trier como director, como artista, y por tanto, como manipulador, son sus contradicciones: un tipo que firmó un irrisorio manifiesto que rompió sin pudor alguno cuando entendió que era un formalista. Y una vez construida una historia en términos formales no cinematográficos, ahora se impone, película tras película, una condición formal diferente para llevarla a cabo. Un tipo que concibió la manipulación de la cámara en mano como única forma de hacer cine y que, más tarde, usó cien de ellas para el rodaje de una sola secuencia. Un tipo declarado públicamente católico que no atisba ningún tipo de esperanza en una condición humana que explora incansablemente. Que ha defendido el concepto de la autoría con la solemnidad que hicieran la 'Nouvelle Vague' o el Neorrealismo Italiano y vende sus películas con trucos de la talla: "Pagaré 4.000 euros al que descifre el acertijo que encierra 'El jefe de todo esto'".

Lars Von Trier sólo intenta hacer buen cine al tiempo que desbarata el concepto inválido y maniqueo que algunos tienen de él. Con un guante de seda forjado en hierro, lo consigue.

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