Buenos Aires.- La remodelación del Gobierno de Cristina Fernández, la más amplia de las adoptadas en la llamada "era K", no solo no ha satisfecho a la oposición sino que ha sido interpretada como una profundización en un modelo que consideran equivocado y dirigido por el ex presidente Néstor Kirchner.
"El país necesita un cambio drástico y mientras esté (Néstor) Kirchner al cargo del Gobierno esto no va a suceder, esto no resuelve los problemas", afirmó hoy el empresario Francisco de Narváez, que derrotó al ex mandatario en las legislativas del 28 de junio liderando una alianza de peronistas disidentes con la derecha.
Nueve días después de la derrota del oficialismo, la presidenta argentina relevó al jefe de Gabinete, Sergio Massa, que será sustituido hoy por un hombre fuerte del kirchnerismo, el hasta ahora ministro de Justicia, Aníbal Fernández, y al titular de Economía, Carlos Fernández, a quien sucederá Amado Boudou, otro leal a Kirchner.
El nuevo ministro de Justicia, Julio Alak, es también una figura del aparato oficial, al igual que los nuevos responsables de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses), Diego Bossio, y Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, hijo de un viejo cuadro del poderoso sindicato Confederación General del Trabajo, aliado con Kirchner.
En sus cargos se mantienen dos de los más polémicos funcionarios del Ejecutivo, el ministro de Planificación, Julio de Vido, y el influyente secretario de Comercio, Guillermo Moreno, cuyas renuncias han sido insistentemente pedidas por la oposición, en especial la de este último, a quien acusan de manipular las estadísticas económicas en beneficio del Gobierno.
La mandataria tomó hoy juramento a los nuevos ministros durante un acto en la Casa Rosada, sede del Ejecutivo argentino, que contó con la participación del resto del gabinete, gobernadores y hasta de los funcionarios salientes.
"Somos un leal soldado de la causa de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner", afirmó tras su asunción Alak, quien prometió trabajar para "garantizar la seguridad al ciudadano" y "alcanzar la autonomía judicial".
Los cambios comenzaron la pasada semana, con renuncias en el ministerio de Salud en medio de un acelerado aumento de los casos por la gripe A y en la secretaría de Transportes, de donde salió Ricardo Jaime, acosado por varios procesos abiertos por corrupción.
Pese a que la remodelación anunciada en la noche de ayer es la más amplia adoptada en la llamada "era K", inaugurada con la Presidencia de Kirchner en 2003, analistas y oposición coinciden en que se trata de una "reorganización" y no de un cambio, porque profundiza en un modelo que no fue respaldado por los electores.
Francisco de Narváez ha sido uno de los críticos más contundentes al pedir a Kirchner que deje de interferir en el Gobierno de su esposa y sucesora en el cargo.
A su juicio, el nuevo titular de Economía es un funcionario de "obediencia debida" al ex presidente, que es el verdadero ministro de Economía, y no podrá hacer mucho frente a Moreno, quien debe ser cesado por su "gestión arbitraria" para que Cristina Fernández pueda empezar a "gobernar lo antes posible".
La remodelación ahonda en un modelo que "fue rechazado, escuchen las urnas y hagan los cambios que tienen que hacer", reclamó.
"Indudablemente, al matrimonio presidencial no le queda gente: siguen con el mismo elenco, solo se animan a hacer cambios de roles", afirmó Gerardo Morales, líder de la Unión Cívica Radical (UCR), segunda fuerza política del país y aliada con socialistas e independientes en el Acuerdo Cívico y Social.
Para Margarita Stolbizer, diputada electa por el Acuerdo Cívico y Social, "no hay reconocimiento de la derrota, no hay voluntad de diálogo ni de cambio".
El analista Roberto Bacman, del Centro de Estudios de la Opinión Pública (CEOP), opinó en declaraciones a Efe que, "por ahora, el cambio es más kirchnerismo".
También para el analista Rosendo Fraga, la "reorganización" del Ejecutivo confirma que la pareja presidencial ha decidido ratificar su rumbo político y "no hay un cambio de gabinete como suelen hacerlo los Gobiernos tras las derrotas electorales contundentes".
En medio del torrente de críticas, la presidenta optó por guardar silencio y el nuevo jefe de Gabinete empezó a ejercer como intermediario entre Fernández y la opinión pública reconociendo que la derrota en las urnas confirma que el electorado "pide cambios en algunas políticas", pero aclarando que "los únicos que hacen lo que decía Juan Perón son Cristina y Néstor".
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