Interesantísima semana de estrenos. Por fin tenemos a Coppola entre nosotros escudado por Verdú y Maura en 'Tetro', la pirotecnia corre a cargo de 'Transformers 2' y el cine de culto nos llega de la mano de 'LOL', 'Supercañeras' y la rescatada 'Mishima', de Paul Schrader.
Igual es que Coppola ha sido siempre algo almodovariano. Sangre latina. El drama. La familia. Orson Welles en España. Blanco y negro. El primer Scorsese y sus amigos: 'Boston Tea Party' del cine americano. Por la borda. Disfrazados de indios, que ya lo decía Jerry Rubin: "Nosotros nos dejamos el pelo largo para convertirnos en indios, en negros, en mujeres". En parias, en la parte de la población que no tiene derechos. Jerry Rubin fue apóstol de los 'yippies', los 'hippies' violentos que querían subvertir la sociedad. Scorsese, Coppola, Spielberg se conformaban con transformar el cine, que es en donde ellos vivían. Jerry Rubin acabó convertido en un 'yuppie'. Spielberg, Scorsese, Coppola son la industria.
Con 'Tetro', Coppola regresa a los orígenes. A Rubin, atropellado en noviembre de 1994, no le dio tiempo. Si bien la ingenuidad jamás se recupera, personal, exagerada, 'Tetro' es un 'seducedáneo' más que estimable.
Valoración: 8/10
Vamos a ver: Michael Bay no es John Ford, ni seguramente quiera serlo; y no está adaptando a Shakespeare; la suya es otra liga, y en ella suele ser máximo anotador. La secuela de 'Transformers' no es arte y ensayo, de hecho, quizá sea lo más descerebrado que se puede echar uno al coleto, pero no estafa a nadie. No tiene ínfulas de grandeza ni afán de trascendencia. No pretende derribar fronteras narrativas y mucho menos perdurar, porque pronto vendrán 'Tranformers 3', y luego 'Transformers 4', y 'Transformers 5', y así sucesivamente hasta que Lorenzo di Bonaventura, productor del armatoste y de la inminente 'G.I.Joe', se aburra de estos muñequitos y elija otros muñequitos distintos en los que invertir celuloide y nuevos cientos de millones de dólares crujientes.
Más coches y más grandes, más 'sentido del humor' (el que los guionistas Orci, Kurtzman y Kruger han tenido tiempo de encajar entre explosión y explosión), más metraje (dos horas y media, así que muy recomendable adquirir una coca-cola con la entrada, no sea que nos quedemos traspuestos y nos perdamos alguna de las inimitables hostias bíblicas del sarao) y... ¡ups!... menos chicha. Si no fuera por ese pero (Megan Fox tiene menos planos guarretes que en la primera parte), bien podríamos colgarle la misma etiqueta que llevó la adaptación al cine de la serie 'South Park': "Bigger, longer and uncut".
Y 'Transformers 6', y 'Transformers 7', y 'Transformers 8'...
Valoración: 4/10
Ya: no 'vende'. Entender la vida como un compromiso y en ese compromiso perderla, la vida, que cada uno va a perder en cualquier caso. Fijarse plazos uno y no la vida. Ejercitarse en la disciplina como medio de decidirse uno y no que lo decidan a uno sus debilidades. Aunque se lleve uno a donde uno igual no quiere ir, pero va porque quiere. No 'vende' en absoluto.
Seguramente el objetivo de 'Mishima' no pueda diferir más del objetivo, si lo tienen, que tienen quienes, en la Europa de ayer y de anteayer, se han pasado la vida huyendo del saber recibido, de la familia, del entorno, de esa 'opinión común' (véase 'Good', por mucho que tenga otras lecturas) a la que es tan difícil hurtarse. Sin embargo, la ética, la estética, la poética de 'Mishima', nos alcanza. A él no le alcanza la película de Schrader. Pero eso nada quita a la fascinación de la persona, de su obra, servida por la música —ese híbrido de Oriente y Occidente (ver Margueritte Yourcenar) que tan bien ha entendido Philip Glass o al que tan bien lo ha dirigido Schrader—, en una aventura fascinante de 1985 que se rescata para la pantalla.
Valoración: 8/10
Dice la directora Lisa Azuelos que 'LOL' (diminutivo de Lola, nombre de la protagonista de su nueva cinta) es también un acrónimo internauta (Laughing Out Loud) que evoca una carcajada y cuyo conocimiento marca la barrera entre estar en la onda y ser un carroza. Es una barrera que ella ha querido difuminar, y a buen seguro que lo ha conseguido, porque lleva ya más de cuatro millones de espectadores por toda Europa. La razón es que 'LOL' funciona estupendamente como comedia adolescente (su parodia del cine acné norteamericano del primer minuto es sencillamente memorable) y como fresco de contrastes generacionales, eso sí entre padres porretas e hijos hiperagilipollados y dominados por la dictadura del messenger hasta tal punto que las ventanas emergentes de la pantalla de su PC parecen uno más de sus biorritmos.
No se puede atacar a un producto consciente de su identidad tocapelotas porque cuando intentas denunciar alguna de sus taras narrativas, resulta que Azuelos ya se ha reído ante de sí misma, empezando por un cameo en el que hace de psicóloga autista que resta más de lo que suma. No deja títere con cabeza tras el paso de su cínico rodillo, y es curioso observar cómo sirviéndose de Sophie Marceau, una de las 'drama queens' más renombradas de la Francia, consigue un producto tan desengrasante y vital como éste. Que nadie se espante por su abominablemente adolescente cartel, es cine inteligente con muchos y variados niveles de complejidad humorística que no necesita acudir a los atajos de la escatología para dibujar la sonrisa de mayor diámetro que quepa en una cara de espectador cualquiera.
Valoración: 8/10
Es comedia porque Rupert Everett sale haciendo de rico y despiadado padre de la protagonista y de su propia hermana, directora del disparatado colegio femenino St. Trinians. De cualquier otro modo no sabría que se me exigen como espectador cierto número de carcajadas antes de los títulos de crédito. Una niña mona que no ha roto un plato es internada contra su voluntad en un colegio donde reina la anarquía y el descontrol. Las adolescentes, todas 'supercool' y divididas por castas y especialidades, demuestran no ser tan 'bitches' según avanza el metraje, con lo que la adhesión de la nueva al desmadejado libro de estilo de la institución se hace necesaria. Nada nuevo en el horizonte, como podéis comprobar.
Es paradójico, sin embargo, observar cómo en este bizarro escaparate desfilan nombres de la talla de Colin Firth, Toby Jones, Russell Brand, Stephen Fry o Gemma Arterton; que dirige el clásico Oliver Parker (adaptador de Wilde y de Shakespeare) y que, a tenor de los buenos resultados taquilleros y de culto que ha cosechado en las Islas Británicas, ya se habla de secuela. Difícil definir el público objetivo al que se puede recomendar este delirio heterodoxo, quizá a los amantes de las rarezas y a los que tienen un olfato para la flema British muy, pero que muy, afilado.
Valoración: 4/10
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