El actual mesías del corto español, Eduardo Chapero-Jackson, se prepara para su salto al largo, pero, entretanto, nos presenta sus tres multipremiados cortos ('Contracuerpo', 'Alumbramiento' y 'The End') envasados bajo el título de 'A contraluz', un compendio preparado para su deglución pública en salas cinematográficas. Innovadora y sana iniciativa.
Le seguimos el rastro y nos parece más que prometedor su futuro. Eduardo Chapero-Jackson está preparando un largo y ahora sale con una hora de cine de quitarse el sombrero. 'A Contraluz' es un fundido de tres cortos, todos ellos con mucho premio, muchos galardones, incluido el León de Venecia por 'Alumbramiento', en un montón de Festivales. Se van a ver en los UGC de varias ciudades españolas: Madrid, Valencia, Valladolid y Cádiz.
'A contraluz', es la suma de 'Contracuerpo', 'Alumbramiento' y 'The End'. Tres grandes historias con protagonistas femeninas como Macarena Gómez, Mariví Bilbao y Natalie Press; tres relatos con una brillantez narrativa que nos deja con el alma en vilo sobre personas que en muy diferentes circunstancias se enfrentan a lo que podría ser el final de sus vidas. Una trilogía sobre el dolor y la muerte. Tres trabajos realizados con esmero en los que cada plano sintetiza la esencia de toda la historia y en el que el tacto y el contacto, o su ausencia, entre los personajes marca emociones y pulsiones del drama.
Podría parecer la trilogía una suma de tesis, pero no lo es. Más bien se trata de mirar al ser humano con lupa en situaciones límite: una chica se encierra en un maniquí para dar sentido a su anorexia; una mujer reclama un final sin cables ni tapujos y una familia se enfrenta a la sequía y sus consecuencias entendidas como tragedia planetaria.
No sé lo que durarán en cartelera, pero los tres cortos de 'A Contraluz' merecen la pena y la gloria. Buena idea esto de atraer a la gente al cine a tres euros el pase. Distribuidos ya los tres cortos en Francia, ahora llegan a nuestras salas. ¡Qué buena idea!
Valoración: 9/10
La pérdida, la muerte. Pasa tú, que a mí me da la risa. Que vendrá. Y que tendrá tus ojos. 'Contracuerpo'. 'Alumbramiento'. ‘The End’.
Sobre el hecho de que los maniquíes tienen vida interior creo que hay poca duda. El que nunca se muevan, que sepamos; el que se pasen la eternidad del tiempo en la contemplación. Y, también, esa vida interior que les da quien desea ser ellos para ser admirado o, al contrario, ponerse en su lugar para que a uno, o a una, no lo vea nadie. Está de moda el desaparecer (Enrique Vila-Matas y su cantata a Walser: 'Doctor Pasavento', Luis Leante y su cantata a Enrique Vila-Matas) aunque, como explicaba del marinero Bardsley Lino Novás Calvo, en 'Pedro Blanco, el negrero': "Decía que huía de las gentes, pero siempre buscaba a alguien para decirlo". El desaparecer, una desesperada llamada de atención. Anorexia para ser aceptado y aceptarse en la ausencia de uno, que es lo que a uno menos le gusta (o lo que menos entiende) de sí mismo. La desaparición, que es un alumbramiento. Dar a luz el espacio en el que pasarán las mismas cosas, pero serán otras.
Cabe imaginar que de la maestría de Eduardo Chapero-Jackson, indiscutible, el doctor Etxea lo habrá dicho todo y estamos de acuerdo, así que repetir no lleva a parte alguna. Por lo que a las historias se refiere, que es lo que me compete, la he visto ya dos veces y estoy deseoso de ver, en cuanto pueda, una vez más 'The End': la historia que a Chapero-Jackson le obliga a desaparecer en lo que está contando.
Valoración: 9/10
Aunque anuncia para octubre el rodaje de un largometraje "de aventuras" ('The End' no puede ser mejor augurio) y se propone, a no mucho tardar, una comedia, Eduardo Chapero-Jackson ha manifestado su intención de no dejar el 'corto'.
"El último hombre vivo sobre la tierra se disponía a acostarse cuando llamaron a la puerta", o: "Se despertó, y el dinosaurio seguía allí, mirándolo". La relatividad, el capricho del tiempo. En unas líneas, en una sola frase, el transcurrir entero del hombre por la Historia o el mundo antes del hombre, prolongado hasta él. En el extremo opuesto, Proust, y Joyce, o Beckett y el tiempo que no pasa.
"Según rascaba la cerilla, recordó que esa mañana se había dejado el gas abierto". La vida en un segundo. ¿Cómo que es corto el "corto"?
Un cuarto de hora suspendido de una mano en el balcón del piso 29.
Dos minutos cruzados en la vía, tratando de arrancar el coche.
Diez segundos hasta que se le abrió el paracaídas.
El tiempo interminable.
¿Qué lo bueno, si largo, mejor? Un beso se prolonga y acaban por salir llagas, las mandíbulas duelen, falta el aire.
Cada cosa, su tiempo. No menos. Y no más.
Cada intención, un tiempo diferente.
No es que donde hay cortometrajes acabará por haber películas de larga duración, como no tiene por qué haber una novela donde hay un cuento, ni necesariamente saldrá de un buen chiste una comedia. No son aperitivos: son maneras. Se bastan a sí mismas. Son tan humor, tan literatura, tan cine como los más crecidos y con frecuencia penetran aún más hondo, iluminan con un destello fulgurante lo que desaparece si la luz persiste demasiado.
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