¿Cobardía, timidez, conformismo, convicción adquirida? 'Good' es una de esas películas en las que el meollo ya está contado antes de verla. En el teatro —que es su origen— debió de quedar impresionante.
'Good'. ¡Qué bueno era aquel señor que no se enteraba de nada! John Halder, Viggo Mortensen de profesor despistado, ni siquiera sabía que era cómplice de unos genocidas. Su amigo Maurice (Jason Isaacs) lo tiene mucho más claro porque siente amenazada su sangre hebrea. Hombre bueno como el de esta película que nos devuelve a la barbarie nazi sería hoy en día alguien que mirara para otro lado cuando en la tele nos desayunamos, merendamos y cenamos por Navidad con la masacre de un pueblo al que previamente hemos encerrado para evitar que escape. No podemos hacer mucho, es verdad, pero al menos salir a la calle e indignarnos. Los que entonces eran víctimas, se sienten legitimados para ser verdugos y siguen insistiendo en que lo suyo es lo peor. Al parecer asesinar a mil y pico es mucho más noble que a un millón o varios. El terrorismo de Estado es lo que tiene, si no se denuncia queda impune.
Claro que Cecil Philip Taylor —el autor de la obra teatral sobre la que Vincent Amorim ha construido el guión de 'Good'— es un escocés de origen judío que escribió sobre sus raíces en los primeros ochentas, hace casi treinta años. Hoy habría que contarla de otra manera. Situarla en otro contexto es, justo, lo que no hace esta película.
A todo esto hablábamos de cine. Resulta que hay historias que hemos visto por activa y por pasiva en la pantalla desde que ocurrieron los hechos. Esta coproducción germano-británica viene a ser una más. El director sí que no parece haberse enterado de nada. Como si nunca antes hubiéramos sabido de la existencia de la infamia nacional-socialista. Aquella Alemania llevó al mundo a una guerra que es adonde lleva tarde o temprano la complicidad colectiva con la infamia. ¿Qué más puedo decir? 'Good'. Déjà vu.
Valoración: 3/10
¿Tan complicado resulta mantenerse uno en lo que piensa? Depende, por ejemplo, de si el que lleva la porra es el contrario. El valor. Asignado a un aspecto de nuestra anatomía que distingue a la mujer del hombre y trasciende lo físico. Es curioso el prestigio de que gozan por el mundo las criadillas.
En la Segunda Guerra Mundial, a la 'Marcha del coronel Bogey' (la que silban cuando 'El puente sobre el río Kwai') los soldados ingleses le habían puesto una letra que rezaba:
"Hitler has only got one ball
Göring has two but very small
Himmler is somewhat sim'lar
But poor old Goebbels has not balls, at all"
Pese a lo burdo del mensaje, no carece de mérito. Nótese la repetición de sonidos Himmler/sim'lar —que subrayaba en este punto el ritmo de la marcha, proporcionando impulso a los que desfilaban (pruebe usted mismo a hacerlo)— y Goebbels (lo pronunciaban "Go-balls")/not balls ("no' balls").
Si quisiéramos cantarlo:
"Hitler, un huevo nada más
Göring, dos pero para atrás
Himmler, su copia fiel
Goebbels no tiene, peor para él"
Para 'balls', 'huevos' es generalmente una traducción preferible a 'pelotas' (qué difícil encajar las letras en la música; y más con la prosodia del castellano), igual que 'bastard', no generalmente sino siempre, significa 'hijo de puta'.
Los huevos, como definición de la virilidad. Los huevos que, sin embargo, es lo que pone la gallina. ¿John Halder no los tiene?
Buena persona, cultivado, sencillo, el personaje protesta de que se le reconozca como mérito lo que le parece natural: ayudar a los otros. Un tipo de una pieza.
Reflexión, más allá de la barbarie nazi, sobre lo arduo de enfrentarse a la sociedad en la que uno le ha tocado vivir, la película se nos pierde en pirotecnia.
De lo malo que es ser un 'bien queda'.
Valoración: 6/10
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