El ex presidente de Gobierno y conferenciante hiperactivo José María Aznar jugaba esta mañana en terreno amigo. El poco más de centenar de asistentes a su conferencia 'Las bases éticas de la democracia en Occidente' en la Universidad católica San Pablo CEU estaba entregado antes de empezar a hablar. Pero los aplausos y los "¡vuelve ya a salvarnos!" se mutaron en silencio incómodo cuando un asistente le preguntó por qué no cambió ni una coma de la ley del aborto que tanto le molesta ahora.
Era un auditorio universitario, pero la media de edad superaba con creces los sesenta. Sólo dos estudiantes veinteañeros de Administración de Empresas, "muy interesados en aprender de sus éxitos económicos", desentonaba con el resto de público, que recibía con una cerrada ovación al presidente de honor del PP. Aznar —recién aterrizado de Miami y luciendo ya bronceado veraniego— no tenía que ganárselos y sabía que su argumentario no iba a encontrar mucha réplica. "Vengo a verlo porque es el mejor político de la democracia y le seguimos necesitando", comentaba una de las señoras asistente. "Es un gobernante recto, honrado, que entregó la mejor etapa de su vida al bien de España", le ha definido su adulador anfitrión, Alfonso Coronel de Palma, presidente de la Cope.
Cada afirmación de su discurso, ya fuera sobre la crisis económica actual, sus éxitos de ayer, la familia, las raíces cristianas de la sociedad, los valores del esfuerzo o sus duras críticas al Gobierno socialista y, en general, a la actual clase política, "cuyo nivel en estos momentos es manifiestamente mejorable", era acogida con sonrisas, aplausos y muestras de aprobación. Incluso cuando durante su discurso se ha referido a la modificación de la actual ley de interrupción voluntaria del embarazo parecía relajado. "El aborto no es ni puede ser un derecho" porque "lo que sí es un derecho es el derecho a la vida". Aznar se ha mostrado "mucho más que preocupado" porque "desde el poder se intente" convertir en derecho "acabar con la vida humana", lo que supone "un retroceso en el camino de la civilización".
Sin embargo, en el turno de preguntas uno de los asistentes, acreditado como periodista, le ha obligado a torcer un poco el gesto. "¿Si hay dirigentes y formaciones políticas que defienden los principios humanistas del cristianismo, por qué cuando llegan al poder no los ponen en práctica? "En concreto —insistía el participante en el coloquio— ¿por qué ustedes no cambiaron la ley del aborto?" Se hizo el silencio, Aznar carraspeó y entonó un mea culpa al estilo "la vida y los gobernantes no son perfectos". "Se hace lo que se puede cuando uno llega al poder", aseguró el dirigente 'popular', quien, según él, siempre "he mantenido una coherencia" entre su vida política y personal. Además, recordó que él votó en contra de la actual legislación (de 1986), pero que "como gobernante prudente", no modificó una ley "de consenso" con la que asegura no estar de acuerdo.
Esa ley de consenso a la que se refiere Aznar fue aprobada por el Congreso en 1983 con 186 votos a favor (PSOE y tres diputados de Minoría Catalana) y 109 en contra (Grupo Popular, centristas, Minoría Vasca y el resto de Minoría Catalana). La movilización social fue muy intensa, con manifestaciones a favor y en contra en la calle, y hubo agrios debates en medios de comunicación, parlamentos y púlpitos. Además, el grupo parlamentario del que ya formaba parte Aznar recurrió ante el Tribunal Constitucional el proyecto de ley antes de su ratificación final en 1986 (igual que lo anunciado ahora con la reforma que se está tramitando).
Sin embargo, durante sus ocho años de mandato (1996-2004), con una legislatura en mayoría absoluta, el Gobierno 'popular' no modificó ninguno de los tres supuestos despenalizados en la reforma del Código Penal, ni planteó una moratoria, como se ha llegado a pedir ahora desde grupos antiabortistas. Tampoco se produjeron manifestaciones numerosas en la calle de estas mismas organizaciones en ese tiempo, según han denunciado durante los últimos meses los dirigentes socialistas.
El aborto se ha convertido, tras el anuncio del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero de establecer una ley de plazos similar a la del resto de Europa, en un tema de controversia política, del que los partidos no han querido dejar de sacar réditos durante la campaña electoral europea —a pesar de que es una materia de competencia exclusivamente nacional—. Los socialistas han recriminado la "inmoralidad" e "hipocresía" de los dirigentes del Partido Popular en este asunto, mientras que éstos han denunciado lo que califican de "cultura de la muerte" del Gobierno de ZP.
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