MADRID.- Con la mirada atenta del novelista que ignora y quiere saber, Andrés Neuman se sumergió en el siglo XIX: sus conflictos, debates, ilusiones y relaciones sentimentales para construir, 'El viajero del siglo', galardonada con el Premio Alfaguara de Novela 2009. Para su autor, este mosaico cultural fue el "primer ensayo de la Europa actual".
"Escribí esta novela para explicarme a mí mismo el siglo XIX". "Normalmente, los autores escribimos contra la ignorancia", señaló Neuman en una entrevista con Europa Press. Neuman, hijo de músicos, encontró en una melodía de Schubert sobre un viejo organillero la clave para confrontar a dos personajes y dos ideas antagónicas: el eterno nómada y el eterno sedentario.
El punto de encuentro es la ciudad de Wandernburgo, una ciudad imaginaria con calles y plazas móviles en donde el viajero Hans, que llega accidentalmente para pasar una noche, termina quedándose sin saber realmente cuándo volverá a partir.
Como telón de fondo, Andrés Neuman dibuja una sociedad preocupada por la inmigración, las nuevas ideas políticas, las diferencias lingüísticas o culturales o el nuevo papel de la mujer, representado por Sophie, una mujer 'pionera' para su tiempo, que sufre los consecuencias de una "revolución de hombres, hecha para los hombres", explicó el autor.
EL GERMEN DEL FEMINISMO
Sophie representa en 'El viajero del siglo' a una élite de mujeres intelectuales que comienza a plantearse su papel en la sociedad y su necesidad de cambiar de roles. En este sentido, Neuman subraya la importancia del libro 'Lucinda' del austriaco Friedrich Schlegel -como 'contraseña' entre los personajes de Hans y Sophie- y en donde ya se mostraba un "intercambio de roles, un papel activo de la mujer en el sexo y una admiración recíproca entre el hombre y la mujer", explicó el autor.
Así, entre Sophie y Hans se establecerá una relación basada en la admiración mutua que tendrá como marco las reuniones semanales que Sophie organiza en el Salón de su casa y a la que asisten unos singulares personajes. Entre ellos, el profesor Mietter, catedrático jubilado en la Universidad de Berlín, el señor Levin, corredor de comercio aficionado a la teosofía o Álvaro Urquijo, un joven español viudo, rico comerciante, que termina fijando su residencia en Wandernburgo.
"Soy un amante y defensor de los personajes vivos y contradictorios y soy partidario de que les ocurran cosas interiormente", declaró este escritor, considerado uno de los autores más prometedores de los últimos años.
No obstante, Andrés Neuman señaló que no hay ningún personaje en el que se encuentre más reflejado porque el autor, ya procura "esconderse" cuando ve que puede ser identificable en la piel de algún personaje. "Un escritor es todos sus personajes y ninguno a la vez", reconoció este autor para quien, un narrador es más eficaz, "si se diluye en todos sus personajes".
"Lo más hermoso se cuando empiezas a entender a un personaje que al principio de la novela odiabas", confesó el autor en referencia a Rudi Wilderhause, prometido de Sophie, heredero de una de las familias más influyentes en Wandernburgo.
LA INCERTIDUMBRE EUROPEA
En esta misma línea, indicó que al situar el argumento de su novela en una ciudad móvil, pretendía construir una "alegoría" y subrayar la "incertidumbre de Europa". "Esa Europa de la Restauración se plantea más las alianzas militares y el comercio que las leyes o el marco constitucional" y esa Europa conservadora "fue posible después del fracaso del proyecto revolucionario de Napoleón", indicó.
Neuman publicó a los 22 años su primera novela, 'Bariloche' con la que quedó finalista del Premio Herralde que organiza la editorial Anagrama. Le siguieron 'La vida en las ventanas', 'Una vez en Argentina' y los libros de relatos, 'El que espera', 'El último minuto' y 'Alumbramiento'. Ha recibido también el Premio Hiperion de Poesía.
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