Fueron los Arteche, Garnica, Careaga, Ybarra y Oriol, las segundas y terceras generaciones de los avanzados de Neguri que iniciaron la industrialización de España a finales del XIX, quienes constituyeron Nuclenor para regentar la central de Santa María de Garoña. Hoy, la vida de la central más antigua de España pende, más que de una decisión técnica que replantee el futuro nuclear de España, de razones políticas y electorales.
Zapatero quiere cerrar Santa María de Garoña, según ha confesado en privado a ICV (Iniciativa per Catalanya Verde) e IU, aunque en ninguna de estas dos formaciones le terminan de creer. El ministro de Industria, Miguel Sebastián, se resiste a dar el paso de clausurar en 2011 una central pequeña pero importante como emplazamiento y que en los últimos años ha tratado de cumplir con los requisitos en materia de seguridad y gestión.
Cuando faltan dos semanas para que el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) emita su informe sobre Garoña y un mes y medio (5 de julio) para que Zapatero decida, el ex ministro de Trabajo y presidente de la Fundación Ideas, Jesús Caldera, ha publicado un informe de siete folios: el 'Nuevo Modelo Energético para España. Recomendaciones para un futuro sostenible', con siete recomendaciones. En la última, la Fundación de Caldera sugiere" que el Gobierno prevea la necesidad de sustituir la generación nuclear por otras fuentes, incluyendo en los escenarios energéticos de futuro el cierre programado de las actuales centrales nucleares y el adecuado tratamiento de los residuos nucleares generados en el paso".
Ni rastro sobre otro documento oficial, 'Prospectiva Energética hasta 2030', que el mismo Gobierno Zapatero encargó en 2006 al equipo del entonces ministro de Industria Montilla y que quedó terminado en vísperas de las elecciones de 2008. Ese documento se ha podrido en un cajón de La Moncloa y otros de Industria porque a Zapatero no le gustaban las conclusiones.
La 'Prospectiva Energética hasta 2030' concluía con que no se podían cerrar nuestros reactores nucleares en los próximos 20 años, como prometió Zapatero, sin pagar un alto coste ambiental y económico. Si el Gobierno persistía en la decisión de cerrar las centrales a medida que cumplieran los 40 años de vida —como mantienen los ecologistas que ha prometido— tendría que sustituir la energía nuclear que utilizamos (un 18% del total) por gas natural o carbón, dos de las materias que más CO2 emiten a la atmósfera y por las que más dinero gastamos, comprando derechos de emisión. Seguiríamos, pues, sin cumplir con el compromiso de Kioto o comprando energía a países vecinos, como Francia, donde el grueso de la producción procede de sus centrales nucleares.
Ayer, durante la primera comparecencia de la vicepresidenta Salgado en el Congreso, el diputado de CiU Josep Sánchez Llibre volvió a pedir esa prospectiva energética para 2030 "sin excluir ninguna energía a priori, hasta conocer el mix energético que necesitamos". En los pasillos, tanto representantes del PNV como de CiU se remitieron a Garoña —"el Partido Socialista de Euskadi quiere cerrar Garoña", comentaba Pedro Azpiazu—. Son tiempos electorales.
En esa prospectiva para 2030 participaron el ex ministro de Industria Claudio Aranzadi; la catedrática Paulina Beato, ex presidenta de Red Eléctrica de España; el actual presidente de REE y ex ministro Luis Atienza; el ex presidente de Enagás Antonio González Adalid; el catedrático y consejero de la CNE Jorge Fabra; el catedrático de Termodinámica Valeriano Ruiz; el profesor José Ignacio Pérez Arriaga, autor del libro blanco para el Marco Regulatorio de Generación Eléctrica, y expertos energéticos como Mariano Marzo.
En el documento presentado por Caldera han participado Marcel Coderch, Valeriano Ruiz, Arjun Makhijami, Jeremy Rifkin, o nombres como Heikki Willstedt
Estos tejemanejes políticos pueden convertir a Santa María de Garoña en la primera víctima de los nuevos tiempos pese a la inversión económica que la central ha realizado para que se le concedan otros diez años de vida, luchando contra la actuación de los políticos y la información nuclear o por sobrellevar la historia de 40 años de convivencia con el valle de Tobalina.
Un experto en energía del PSOE achacaba ayer al "populismo del presidente" la posibilidad de que Garoña pase a ser historia. Y es que en este partido existe una corriente de partidarios de la reflexión abierta sobre el futuro de la energía nuclear —además del ex presidente del Gobierno Felipe González, ex ministros como Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi, Juan Manuel Eguiagaray o Luis Atienza (hoy presidente de Red Eléctrica)— dada la alta dependencia energética de España.
Es este el contexto en el que se va a decidir el futuro de esta pequeña central situada sobre el río Ebro, en la cola del pantano de Sobrón. Su producción eléctrica en 2008, explican desde la misma, equivalió al "13% de la producción eólica de España, el 19% de la producción hidráulica, el 30% del consumo eléctrico de Castilla y León o a dos terceras partes del consumo eléctrico de Navarra o Cantabria".
Los orígenes de Santa María se remontan a 1955, cuando un grupo de industriales norteños, muchos herederos de los próceres de la ilustración industrial en la España del XIX, se lanzaron a la aventura nuclear, aprovechando la estela del famoso discurso 'Átomos para la Paz' que pronunció el presidente Eisenhower ante la asamblea de las Naciones Unidas en 1955.
Eran los primeros pasos para un uso pacífico de la energía nuclear tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La coyuntura fue aprovechada por este grupo de empresarios, como Julio Arteche y Villabaso, conde de Arteche (presidente de Iberduero) o Pablo de Garnica y Echevarría (presidente de Electra de Viesgo), que constituyeron Nuclenor, hoy 50% de Endesa y 50% de Iberdrola.
Con el proyecto continuaron Pedro de Careaga y Basabe, también presidente de Iberduero y conde de Cadagua, y Luis María de Ybarra y Oriol, siguiente presidente de Electra de Viesgo. Fueron la avanzadilla de los sucesivos equipos que posibilitaron los estudios sobre las necesidades energéticas de España, tras constatar la enorme dependencia del fuel-oil o del carbón.
En 1959, con España en pleno Plan de Estabilización económica, se hizo publico el famoso informe de los "tres sabios del Euratom", donde se pronosticaba que, en 1970, la energía de base en el Mercado Común tendría que ser de origen nuclear.
Apuntados a esta tela europea y tras años de papeleos, trámites legales y hazañas técnicas —porque así podría definirse para la época el transporte de la vasija de Santa María de Garoña desde Rotterdam hasta la cola del pantano de Sobrón sobre el Ebro—, el 2 de marzo de 1971 se conectó a la red el gigantesco turboalternador de Santa María de Garoña.
Hasta 2011, fecha en la que cumplirá esos 40 años de 'vida útil' —que no tienen nada que ver 'con vida límite' para una central nuclear—, los gestores de Nuclenor y de Garoña tratarán de seguir defendiendo este camino alimentados por políticos y expertos —como el propio Nicholas Stern, uno de los 'sabios asesores de Zapatero'— que se declaran partidarios de la energía nuclear para frenar el cambio climático.
Si el próximo 5 de julio Zapatero decide el cierre de Garoña para después de 2011, al menos que conozcamos realmente el trabajo de unos y otros, ya sean pronucleares y antinucleares, y miremos más allá del momento electoral. Como dijo ayer por la tarde un diputado catalán en una charla de los pasillos del Congreso: "Seas anti o pro nuclear, hablemos. En ello nos va el futuro. No a ti y a mí —cincuentones— sino a los que vienen".
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