Secciones bajar

Emergencia nuclear: "¿Niños confinados o a las duchas del polideportivo?"

  • Los que viven cerca de una central nuclear desconocen el protocolo de emergencia
  • Existen leyendas urbanas sobre las duchas y el uso de pastillas de yodo
Por ANA R. CAÑIL (SOITU.ES)
Actualizado 20-05-2009 16:31 CET

GAROÑA (BURGOS).-  Miranda de Ebro (Burgos), a 30 kilómetros de la central nuclear de Santa María de Garoña, es "la segunda ciudad en importancia de la provincia, por detrás de la capital. Su crecimiento se vio frenado en los ochenta por la crisis industrial. Tras unos años de estancamiento, se está recuperando a la espera de nuevos proyectos de futuro", según reza la página web de la ciudad, cercana a los 40.000 habitantes.

Son poco más de las diez y media de la mañana en una Miranda que desde los romanos se mira en el Ebro. Una ciudad enraizada en la historia más antigua de Castilla y que tiene colegios con más de dos siglos de historia, como éste de los Sagrados Corazones de Miranda de Ebro, el más numeroso y con raigambre en el casco histórico. A su puerta, dos profesores echan el primer cigarro de la mañana. Pepe (nombre ficticio) hace 23 años que da clase en este centro a los alumnos de Secundaria a Bachiller —entre 12 y 18 años—; Javier (nombre ficticio) trabaja aquí desde hace ocho años e imparte clase a los chavales de Primaria —6 a 12 años—. Ahí va la pregunta que se repetirá a lo largo de toda la jornada:

¿Saben ustedes qué hay que hacer en caso de una emergencia nuclear? Si hay un aviso de accidente en la central de Garoña, ¿dónde llevan a los chavales?

- No, nunca nos lo han dicho. En los 23 años que llevo dando clase en el colegio, ese es un asunto que no existe, no se aborda —responde Pepe—.

- Yo también llevo aquí unos años, ocho, dando clase a los pequeños, pero si la pregunta es qué tenemos que hacer en caso de un accidente nuclear, no lo sabría. Nunca nos han informado. Eso sí, hacemos simulacros de evacuación normales para casos de incendio o similares, como todos los demás colegios. Pero referidos a una emergencia nuclear, ni palabra —añade Javier—.

Una hora antes, la conversación ha sido muy similar con Mercedes. Ella ha ido a dejar a su hijo en el colegio y ha tardado un poco más porque ha pasado por secretaría. A la salida, idéntica pregunta y similar respuesta. "Sí, vivo en Miranda. Y además en el mismo edificio que el director de la central de Garoña, que es un señor encantador. Mi hijo y el suyo son amigos. Pero jamás se habla de qué hacer en caso de accidente nuclear. Ni una gota de información. Ni en el colegio, ni por parte del Ayuntamiento, ni nada de nada. Yo, por instinto y por lo que he oído en la calle, cerraría las ventanas", comenta Mercedes, mientras baja la cuesta del colegio, para cruzar de la parte vieja a la nueva por el puente de Carlos III.

Nada más irse Mercedes, llega Sara. Unos quince años, de uniforme, cascos en los oídos y enorme mochila a la espalda. Hoy llega tarde porque tenía que ir al médico. Más de lo mismo. "No, no tengo ni idea de qué habría que hacer en caso de que haya un accidente en Garoña, aunque sí sé que la central está aquí cerca, pero nos acordamos poco de ello". Entre las dos y las tres, las amigas de Sara dan la misma respuesta: No tienen ni idea de qué hacer si les avisan que hay un accidente nuclear.

Emergencia. Niños ¿confinados o al polideportivo?

Ninguna de las tres madres a las que hemos preguntado antes de llamar al colegio tienen ni idea de en qué consiste un Plan de Emergencia Nuclear. Ni para qué sirve, ni qué hay que hacer.

En el colegio, nos recibe amablemente un profesor senior:

¿Sabe usted qué hay que hacer en caso de una emergencia nuclear, de un aviso de accidente en la central de Garoña? ¿Dónde hay que llevar a los chavales?

—Fui hace unos seis años a una clase que dio un inspector en el centro de profesores, en el Cefie (Centro de Formación del Profesorado e Innovación Educativa ). El principal problema fue que no nos dejaron nada claro de si en caso de accidente o emergencia nuclear había que confinar a los chavales en el colegio o llevarlos al polideportivo, donde están las duchas. Después nos explicaron lo de las pastillas de yodo, pero no sabemos ni dónde están, ni quién las tiene que repartir —termina con excepticismo el profesor del colegio Cervantes que, como los de los Sagrados Corazones, prefiere guardar el anonimato—.

Seguimos con el discreto rastreo, preguntando en centros sociales o comercios qué harían en esa hipotética situación de riesgo nuclear. Y las respuestas son siempre idénticas, mezcladas las leyendas urbanas y rurales sobre "las duchas del polideportivo para desinfectarnos o las pastillas de yodo", como cuenta, sin ningún temor por cierto (el único de entre los entrevistados), Carlos González Rodríguez, natural de Miranda de Ebro, que se toma el café cada mañana con su amigo Juan José Conde en la residencia de ancianos, frente al colegio de los Sagrados Corazones.

Carlos es bien explícito: "Yo he tenido un cáncer de colon, del que gracias a Dios, estoy bien. Y tengo amigos que han tenido otras enfermedades, pero nunca sabremos si es por la central o por la cantidad de industrias contaminantes que hemos tenido y tenemos en Miranda: la fábrica de PVC, la General Química, la Montefibre, la papelera, o la nuclear de Garoña. Estoy aquí para contarlo, pero muchos compañeros de planta del hospital no lo han logrado. Y sí que he ido a alguna reunión que hicieron los de Greenpeace y los de la Cruz Roja, pero nunca los ayuntamientos. Se creen que ocultándonos las cosas, nos olvidamos de que la central está ahí. Piensan que informarnos es alarmarnos. Como dicen mis hijos, nos tratan como a bobos", concluye el contundente Carlos.

Trabajo o salud

Lo mismo piensa la dueña de la ferretería y la tienda de regalos de al lado de la Plaza Cervantes. Está liquidando el negocio familiar. Su marido trabaja en la fábrica de Montefibre, "y ya sabes que la fibra acrílica es terrible en la contaminación. Cuando no hay problemas en la C2, los hay en la C1 o la C3. No sé bien qué es, pero le oigo. Y está preocupado. La cuestión es que o comemos y tenemos trabajo, o nos morimos por lo mal que respiramos y lo desinformados que estamos. O Trabajo o salud".

El diagnóstico de la dueña de la ferretería es la clave. Ha puesto el dedo en la llaga que sienten o piensan la mayoría de las personas con las que se entabla conversación. Los habitantes de Miranda de Ebro llevan décadas entre esos dos fuegos: trabajo y desarrollo en una ciudad repleta de industrias altamente contaminantes y dañinas para la salud, o el paro. Una plaga que azota a la ciudad burgalesa con especial intensidad desde que ha comenzado la crisis. Estos días sirve como ejemplo el conflicto de la papelera Rottneros, cuyos trabajadores hace semanas que luchan para evitar el cierre y que otras 400 personas se vayan a la calle.

"Si Zapatero dice que se cierra Garoña, otras 330 personas se irán al paro directamente", comenta la dueña de la ferretería, que, como la mayoría de los vecinos, vive atrapada en el doble juego de paro o salud. O eso sienten muchos mirandeses.

Para Antonio Cornadó, director de comunicación de Santa María de Garoña, la disyuntiva no es la misma. Lo primero que puntualiza cuando regresamos a Garoña —esta vez los gamos pasan por la carretera y constatamos que no los sacan a pasear sólo cuando llegan las visitas— "el cierre no sólo afectaría a 330 personas, sino a más de 700 familias".

La seguridad nuclear le preocupa tanto o más. "Quizás hay algo de cierto en que es un problema de la clase política, que no sabe bien cómo afrontar el asunto. Tienen miedo a perder votos y ese oscurantismo se vuelve en su contra. Nosotros mantenemos buenas relaciones con los municipios de alrededor". Y no queda claro si por echar un cable a los alcaldes, que no se dejan ver ni dan la cara, o por conciliar, Cornadó asegura que "lo importante es que los máximos responsables de la seguridad sepan exactamente lo que hay que hacer en caso de riesgo.

Políticos con miedo

En idéntica línea se expresa un ex alto cargo socialista, experto en energía. "Los políticos no sabemos afrontarlo en nuestros partidos, sobre todo en los de izquierda. Y eso que cada día cala más el discurso, cierto para mí, de que la nuclear es una energía limpia, no contaminante y con la que hay que contar frente a las térmicas, al carbón o las gasísticas. Las emisiones de CO2 son muchos más graves. En cuanto a los riesgos, yo no tendría problema en que mi familia viviera al lado de una nuclear, pero me lo pensaría mucho y diría que no si tuviera que estar al lado de una regasificadora. Y éstas las hay en muchos puertos importantes". Por otra parte, añade el experto que tuvo grandes responsabilidades en el Ministerio de Industria, "es verdad que la población muchas veces prefiere vivir de espaldas a esos riesgos. Lo que la gente quiere es que, en caso de que pase algo, le digan exactamente, mediante una megafonía o por la radio, qué tienen que hacer: cierren las ventanas o vayan ustedes a tal punto de encuentro para evacuarles", termina el experto socialista.

Mientras, en la central de Garoña, Cornadó vuelve a lo suyo. Ellos cumplen con la seguridad "a rajatabla todas las normas. De la verja hacía dentro es nuestra responsabilidad, y hacemos todo tipo de enseñanzas y cursillos. Por este centro de información de Garoña han pasado más de 280.000 personas en los últimos 17 años, y aquí sí que se explican los riesgos y qué hacer en caso de emergencia nuclear". La misma información se puede encontrar en la página web de Nuclenor —la empresa que gestiona la central de Garoña, propiedad al 50% de Endesa e Iberdrola— y en donde se detallan todos los pasos, desde en qué consisten "las barreras de contención", a los sistemas de emergencia que existen, cómo es la protección del reactor y, por supuesto, cómo se desarrollan los planes de emergencia.

La seguridad del poder civil

Es donde está el meollo del problema. Hay dos planes de emergencia, "uno interior, cuyo cumplimiento es responsabilidad de la empresa propietaria de la central, y otro exterior, competencia de las autoridades públicas, de Protección Civil". El Plan de Emergencia Nuclear Exterior de la provincia de Burgos (Penbu) es responsabilidad máxima de la subdelegación del Gobierno de Burgos, y debe explicárselo a los alcaldes de los pueblos de los alrededores. De este entramado penden las quejas de los ciudadanos, las manos negras que se ven o se imaginan, "porque los alcaldes y los concejales de muchos ayuntamientos que están alrededor de centrales nucleares trabajan o comen en la mano de los dueños de esas centrales", denuncia Carlos Bravo, responsable del área nuclear de Greenpeace.

Bravo tampoco cree en los centros de información de las centrales, ni en los cursillos que dan: "A menudo mienten. Yo no he estado en los cursillos que dan en Garoña, pero sí me colé en uno de los que dan en Trillo. La mayoría de las cosas que se cuentan son patrañas, y a la gente que llevan, se la entretiene dándoles de comer y regalitos", remata Bravo.

El responsable de Greenpeace coincide en parte con los de Garoña al pensar que "los políticos creen que manteniendo a la gente en la ignorancia se van a olvidar del problema. Hay leyendas rurales o urbanas sobre las duchas. En Miranda de Ebro porque se pusieron en el poliderportivo nuevo y no se explicó bien. Pero normalmente no sirven para nada. En cuanto a las pastillas de yodo, se supone que se deberían repartir en caso de una fuga, porque la radiación afecta al tiroides y el yodo tiene una molécula que mitiga esa primera afección. Pero en Miranda de Ebro es normal que la gente no sepa dónde está el yodo. No lo saben en casi ningún sitio". Esta afirmación del responsable de Greenpeace queda respaldada por una reciente decisión del Tribunal Supremo, que anula los planes de emergencia nuclear de los municipios por las pastillas de yodo, entre otros asuntos.

Ante el silencio del alcalde de Miranda de Ebro, Fernando Campo, y del resto de los pueblos del valle de Tobalina, tienen que ser Antonio Cornadó y Elías Fernández Centellas, el empleado más antiguo de Garoña, quienes se conviertan en defensores de su proyecto, de su central, e incluso de los políticos, aunque esto último sin mucho convencimiento: "Los que trabajamos en esto de la nuclear hace tiempo que aprendimos y sabemos que es la más ecológica de las energías. Pero los alcaldes están despistados precisamente por la actitud de sus partidos, sobre todo en el caso de los ayuntamientos que son de izquierdas. ¿Qué van a decir ahora si el Gobierno cierra Garoña y crea más paro? Es un tema incómodo y muy delicado", comenta Cornadó.

A su lado, Elías se revuelve inquieto en la silla "porque estoy harto de dar cursillos de información, de explicar a la poca gente que viene. Muchos no quieren saber. Habría que preguntar también por los intereses que a veces mueven a algunos grupos de los llamados verdes. Yo creo en la energía nuclear, pero también porque creo en el futuro ecológico de este país, de mis hijos. Y habrá que abordar el asunto más pronto que tarde", remata este tipo que lleva 40 años con su alma y su cuerpo entregados a este mamotreto que emerge en el meandro del Ebro. Lo dice con todo convencimiento, sabiendo que a corto plazo no tiene la batalla ganada, pero, a medio, la nuclear y las renovables siente que son el futuro. Por eso se pone tan firme en lo de abrir el debate y subsanar asuntos como la desinformación.

Porque las ocho centrales nucleares españolas hace tiempo que comprendieron que tienen que ganar la batalla a los verdes y con sus mismas armas. Por ello, son transparentes. O lo aparentan. Tienen que convencer al mundo de que hay cosas peores que el qué hacer con los residuos nucleares —el gran problema y mal resuelto aún para la nuclear—. Por eso notifican los sucesos en su página y en la del Consejo de Seguridad Nuclear, además de apuntarse al juego de que lo verde vende. Por eso, como afirma el video adjunto en la web de Garoña, convierten en bandera el eslogan de que "las centrales nucleares son pioneras en el respeto por el medio ambiente".

Si uno se da una vuelta por los pueblos de Tobalina y su entorno, no falta detalle rural que no esté financiado por la obra social de Nuclenor; no hay banquito en un rincón con hermosas vistas al Ebro, paraje vestido de mirador, que no haya sido pagado por Nuclenor y las cajas de la provincia. No hay entorno con iglesia románica restaurada en el que no hayan participado Endesa e Iberdrola, las dueñas de la central de Garoña. Ni una pintada en contra de la central. Y todos esperando a que Zapatero decida un sí o un no. Mientras, Santa María de Garoña ya ha entrado en la historia de la literatura y los viajes:

"...antes de llegar a Garoña, un kilómetro más adelante, nos paramos en seco al ver la silueta de la central nuclear, un espectro que emerge de la neblina del río. Si la estética y la arquitectura industrial han estado reñidas hasta años recientes, y aún hoy mantienen unas relaciones tormentosas, en este caso parece que existe una orden judicial de alejamiento. Una torre estrecha muy alta y un voluminoso edificio cuadrado, rodeados por un rodapié vegetal, incrustan su fealdad en el paisaje, arruinando con la rigidez de su geometría vulgar un espacio antaño armonioso, modelado por el trazo libre y anárquico de la naturaleza..." ("El Ebro. Viaje por el camino del Agua". Pedro Cases, Editorial Península).

Di lo que quieras

Aceptar

Si quieres firmar tus comentarios puedes iniciar sesión »

En este espacio aparecerán los comentarios a los que hagas referencia. Por ejemplo, si escribes "comentario nº 3" en la caja de la izquierda, podrás ver el contenido de ese comentario aquí. Así te aseguras de que tu referencia es la correcta. No se permite código HTML en los comentarios.

Di lo que quieras

Lo sentimos, no puedes comentar esta noticia si no eres un usuario registrado y has iniciado sesión.
Si ya lo estás registrado puedes iniciar sesión ahora.

Volver a actualidad Volver a portada
subir Subir al principio de la página