Lumbrales (Salamanca).- El antiguo oficio del esquileo, imprescindible para quitarle la lana a las ovejas antes de los calores del verano, se ha convertido en un trabajo que, a pesar de la alta demanda por parte de las ganaderos de ovino, casi nadie quiere realizar en España, debido a la gran dureza que conlleva.
Ni la crisis, ni los cuatro millones de parados y tampoco el buen precio por el jornal han sido suficientes para que temporeros del medio rural español puedan ejercer este oficio, conocido en algunos puntos de España como "la motila".
Otro de los factores negativos es que "la lana ya no vale nada, casi que tenemos que dar gracias para que nos la vengan a recoger", ha explicado a EFE el ganadero del municipio salmantino de Lumbrales Antonio Martín Villoria.
La solución: temporeros llegados desde los países del Este de Europa, acostumbrados a este tipo de oficios.
Así lo está haciendo estos días Antonio Martín, que ha tenido que recurrir a contratar a una cuadrilla de jóvenes eslovacos y ucranianos.
Se trata de personal muy experimentado, que trabaja en cuadrillas de unas cinco personas y que son capaces de esquilar a alrededor de quinientas ovejas al día.
Ellos trabajan en cadena y están perfectamente mecanizados.
Si antes había que "apernar" (atar las patas) a las ovejas, ahora ya no es necesario.
Dos de la cuadrilla se dedican a controlar el rebaño, mientras le pasan a los esquiladores animal por animal.
Con una máquina eléctrica le quitan la lana del cuerpo y, en apenas un minuto, la oveja ya está lista para que no pase calor en el verano.
No se pierde ni un segundo ya que, cuantas más esquilen, más dinero podrán recaudar.
El precio ronda el euro y medio por animal y, según las previsiones de otros años, cada cuadrilla puede esquilar alrededor de 60.000 ovejas durante la temporada, que suele comenzar días después de la Semana Santa.
El precedente de todo este ir y venir de eslovacos y ucranianos por España durante la época de "la motila" se debe a que un hombre del Este de Europa, Henryk Golab, natural de Polonia, decidió montar su propia empresa de esquileo hace veinte años en España, concretamente en el municipio de Sariñena (Huesca).
"Los ganaderos contactan conmigo y yo me encargo de traer a las cuadrillas de profesionales, que vienen desde Eslovaquia y Ucrania", ha explicado hoy a EFE el propio Henryk Golab.
En el sector del ovino, el papel de los trabajadores extranjeros e inmigrantes es cada vez más importante.
Los ganaderos saben que el personal laboral español ya casi no se presta a desarrollar oficios como el de esquilador o, incluso, el de pastor.
En muchos pueblos de las zonas rurales españolas el pastor es extranjero, la mayoría llegados desde Rumanía e, incluso, de Marruecos.
Algunas de las soluciones pasan por el mantenimiento de los rebaños en régimen prácticamente estabulado, ya que es muy difícil tener un pastor que esté de sol a sol con las ovejas en el campo.
Todos estos factores también han desencadenado que la trashumancia sea, en muchos casos, un hecho testimonial.
El relevo generacional en el sector del ovino no está garantizado en España y, de hecho, son muchas las explotaciones de ovino, tanto de carne como de leche, que se cierren todos los años por la falta de rentabilidad, ya que se trata de un trabajo en el que no hay descanso, ni siquiera los domingos.
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