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Se buscan pastores y esquiladores para hacer de la crisis una oportunidad

  • Son dos de los oficios donde todavía hay nichos de empleo
  • La crisis es una oportunidad si el Gobierno sigue modelos como el de Suiza o Francia
Por ANA R. CAÑIL (SOITU.ES)
Actualizado 27-04-2009 17:05 CET

Cada mañana, al clarear el día sobre los cerros de la Mujer Muerta, Lena, Eva, David, Óscar o Álvaro se levantan para sacar sus 200 ovejas churras a las afueras de Puebla de la Sierra, un pueblo de la Mancomunidad de la Sierra del Rincón, a poco más de 100 kilómetros al norte de Madrid, en las estribaciones del Puerto de Somosierra. Estos pastores formaron en el año 2000 la cooperativa Los Apisquillos, con la idea de recuperar sostenibilidad forestal, agrícola y ganadera para esta zona.

"Acuérdate, no mezclar churras con merinas. Nuestras ovejas son churras, de 'la rubia de El Molar', una raza clásica de esta zona. Las compramos en El Vellón, cuando decidimos montar la cooperativa". Álvaro Martín Prieto es el portavoz de Los Apisquillos, porque forma parte del proyecto desde el año 2000, cuando siete amigos que "compartíamos la necesidad vital de vivir en el campo y una concepción de la política apostamos, hartos de Madrid, por montar esta aventura". Álvaro, 34 años, con antecedentes familiares en El Vellón —otro pueblo de la serranía madrileña cercano a La Cabrera— y experiencia de vida en Riaza (Segovia), y otros miembros de Los Apisquillos no se precipitaron.

Durante un par de veranos, trabajaron como retenes forestales en la zona. Conocieron Puebla de la Sierra —hasta mitad del siglo pasado, Puebla de la Mujer Muerta—, un municipio de la hasta hace poco 'sierra pobre' de Madrid, y a Cristina, una mujer hiperactiva de Puebla, que rápidamente se puso a trabajar con ellos. Aunque con profundos arañazos, la estructura del pueblo ha sobrevivido gracias al puerto que lo aísla de Buitrago de Lozoya y Prádena —18 kilómetros de curvas cerradas y paisajes sobre la sierra de Guadarrama, con vistas a un Peñalara y Cabeza de Hierro blancos en este año de nieves— sin convertirse en un museo, al estilo Pedraza (Segovia) o La Hiruela (Madrid).

La iniciativa de la cooperativa Los Apisquillos es actualidad gracias al Servicio Público de Empleo Estatal, que hace unos días presentó el Catálogo de Ocupaciones de Difícil Cobertura (CODC). En idioma vulgar, la lista de oficios o profesiones en los que aún hay nichos de empleo. Trabajo. Los medios despachamos la noticia titulando que en España faltan médicos, bailarines, pastores, esquiladores o peluqueros caninos. El Catálogo es mucho más amplio. Por ejemplo, hay demanda también de oficios vinculados a los grandes barcos, buques mercantes, o mecánicos de maquinaria pesada y agraria.

Un caso especial

Sólo que en el caso de los pastores y los esquiladores se dan algunas circunstancias especiales. Esta crisis económica que ya figura en la historia universal por sus dimensiones planetarias puede convertirse en su aliada si saben aprovecharla. Durante 20 años, el ladrillo, la especulación del suelo, ha sido el gran enemigo de los rebaños en todos aquellos lugares donde era factible cargarse el pasto para hacer grandes urbanizaciones con vistas a la sierra, al mar, a los Picos de Europa, en Asturias, en Cantabria, en Euskadi. Como dice Álvaro, todos los recursos se han volcado sobre el turismo, el ladrillo y las urbanizaciones que han crecido como champiñones. Pero la explotación agraria pequeña, bien dotada, también es una reforma estructural de nuestra economía.

Hasta la gente de Los Apisquillos nos ha llevado Fernando García Dory (1978), director de la Escuela de Pastores de Asturias, un antiguo estudiante de Bellas Artes y de la Sociología Rural que ha devenido en coordinador y portavoz de varias de las iniciativas que los pastores han puesto en marcha en los últimos años. Desde el Proyecto Pastor a BAH, Bajo el Asfalto está la Huerta.

Árabes o rumanos a 600 euros

En estos foros y otras andanzas se conocieron Álvaro y Fernando. Ambos responden con cierto escepticismo a esa tesis de que el pastoreo y los esquiladores son un nicho de empleo, tal y como se puede ver desde las administraciones. "Porque lo que piden en esa lista son pastores o esquiladores para grandes explotaciones ganaderas. Nosotros, cuando salimos a esquilar, hemos visto rebaños cuidados por un marroquí que duerme en una choza. O pastores de los países del Este, sobre todo rumanos, en idénticas condiciones. Por 600 euros al mes, sin seguridad social, ilegales. No, nosotros no queremos eso", explica Álvaro, desde la casa que comparte con otros miembros de la cooperativa y que han tardado cinco años en construir ellos mismos. Ahora es hermosa, profunda, destartalada y con materiales autóctonos.

Con ese "no queremos eso", el grupo de Los Apisquillos quiere dejar claro que no están contra la inmigración, ni mucho menos. A lo que se refiere Álvaro es a las "condiciones de explotación de los inmigrantes", "favorecidas por las políticas de las grandes explotaciones, orientadas exclusivamente al beneficio capitalista" puntualiza David, mediante correo electrónico. Temen que se confundan sus ideales. "Faltaría más que ahora apoyásemos la última vuelta de tuerca del Gobierno central contra la infame Ley de Extranjería" escribe David.

Como Álvaro, García Dory lo tiene muy claro. "Lo que piden las grandes organizaciones agrarias, las patronales de las agrupaciones ganaderas y Asaja, por ejemplo, es un pastor temporal, un zagal a la antigua usanza, un modelo muy del centro de la península. Pero lo que necesitamos, para lo que podemos aprovechar esta crisis si quieren tomárselo en serio los poderes públicos, es ayudar a otro tipo de explotaciones rurales, pequeñas cooperativas, explotaciones familiares como las pequeñas empresas o comercios. Es el caso de Los Apisquillos. Para que produzcan quesos, mantequillas, ganados, miel, conservas, exquisiteces, sí. Que ofrezcan calidad por cantidad."

Para eso hay que eliminar trabas legales, abrir un debate y estudiar cómo apoyar esas iniciativas, para las que no pueden regir "las mismas leyes que para las grandes explotaciones, con naves de centenares de vacas u ovejas. Tiene que haber una auténtica voluntad política. El modelo está hecho", opina García Dory. Y coincide con Álvaro en que Francia, Austria o Suiza son países que copiar. Calidad frente a cantidad, mercados comarcales abiertos para que una pequeña cooperativa pueda vender su cordero lechal o su queso en la comarca o la mancomunidad. "Fomentar las ayudas para primera instalación, para esa gente que tiene una auténtica vocación de vivir en el campo", remacha el coordinador de la Escuela de Pastores de Asturias.

De romántico, nada

Si hay algo que no gusta a García Dory es el término 'neorural'. "¿Utilizamos neourbano para el que vuelve a la ciudad?", pregunta en muchas de sus conferencias. Entiende que el término tiene una connotación despectiva para quienes sólo se sienten retornados, como el mismo García Dory o Álvaro y la gente de Los Apisquillos. Dory también teme a las oleadas de nuevos profesionales liberales, como arquitectos, decoradores y demás, que, gracias a internet, se pueden instalar en el campo. Ha sucedido en el Pirineo Catalán, la Provenza Francesa o Inglaterra, un fenómeno de recolonización del campo. Aquí sí, neorurales que "simplemente convierten la zona en suburbanizaciones y que no transforman o mejoran el tejido social del medio rural, no fomentan la biodiversidad o el mantenimiento del paisaje".

Pero, como la especulación del suelo, los neorurales que se instalan en suburbanizaciones pueden verse frenados por la crisis. O no. En cualquier caso, sin tanto ladrillo ni recalificación las cosas pueden mejorar. La gente de Los Apisquillos en Puebla de la Sierra lo experimenta ya. Desde que se instalaron el año 2000, su relación con el Ayuntamiento de la Puebla (primero con un alcalde constructor y promotor, Pedro Fernández —como tantos y tantos pueblos de la Sierra de Madrid—, o con el abogado José Martín Nogal, experto en promover recalificaciones rurales para suelo urbano) han sido tensas. A veces muy tensas. Si los del Ayuntamiento piensan que la gente de Los Apisquillos poco se diferencia de los hippies de los 60 y de los 80 y que no tienen ni idea de ovejas y lana, los de la cooperativa sospechan y han padecido todos los rigores de la especulación en Puebla, donde la crisis ha dejado aparcado otro proyecto de 35 chalets. De momento, la cañada de La Ciquiruela se ha salvado.

Los enfrentados

"En invierno, no somos más de 40 vecinos, aunque, para sacar adelante algunos de estos líos de recalificación, se aceleraron los empadronamientos y ahora habrá más de 100 personas en el padrón. Nosotros vivimos de esto, recuperamos el pastoreo como se hizo en estas tierras, respetamos la cultura de nuestros mayores; ramoneamos los árboles como mandan los cánones de la gente de aquí, no como dictan los universitarios de Medio Ambiente; tenemos 200 ovejas y bastantes cabras que nos dan para vender unos 100 corderos lechales al año y 150 cabritos. Estamos aquí porque nos gusta el campo y su vida, no por un salario o por especular. Una vez hicimos cálculos y concluimos que nuestros ingresos se acercan al umbral de la pobreza, poco más de un dolar al día por persona. Tenemos huertos, sembramos de todo y ahora estamos intentando que nos den permiso para implantar una quesería", reflexiona Álvaro.

Lena, una pastora francesa, rubia y de ojos azules que daría para la poesía bucólica y engañosa, estaba a las nueve de la mañana con una parte de las ovejas al pie del río de La Puebla. Es la primera en regresar para la hora de la comida. En el corto encuentro de primera hora, no ha querido hablar mucho, como si los medios y la vida exterior no le interesaran demasiado. O más bien desconfiara de lo que viene de fuera. Eso sí, por un breve momento ha tenido tiempo de destacar que hace unos años, cuando llegó, el pueblo estaba mejor y ahora se estaba destrozando casi como los de alrededor, después de ratificar que, a ella, la obsesión por el ingreso de un salario no le interesa nada.

Aunque no entra en los detalles de qué hace una francesa en las serranías perdidas de Somosierra, se deduce que ha conocido a la gente de Los Apisquillos hace unos seis años. Cada verano viene a Puebla de la Sierra un grupo de veterinarios franceses que les ayuda con la revisión de las ovejas y las cabras. También aprendieron a esquilar con los franceses, porque "de aquí, esquilar sabemos cuatro". Esta es otra fuente de ingresos para la cooperativa, salir a esquilar para otras explotaciones de la zona.

Puebla se instala sobre una serranía cuyos riscos de pizarra están repletos de viejos corrales también de lajas de pizarra, cabañas para zagales, ahora desiertos y ruinosos. "En verano, a las ovejas y las cabras las sacamos a diario, salvo las que están en el pajar si han parido. Hemos organizado la paridera de forma que las cabras paren en otoño y las ovejas en invierno. En esas estaciones, las cerramos todas las noches". No hay que olvidar que el cordero lechal y el cabrito cuando mejores precios adquieren en el mercado es en vísperas de Navidad. Ahora los precios del lechal de primavera andan por los 30 euros y el recental por los 60.

Abiertos, pero sin tonterías

Han transcurrido nueve años desde que Álvaro, Eva y el resto de la gente de Los Apisquillos se instalaron en la Puebla. Un par de personas se han ido —"no han desertado como dices, han marchado por una u otra razón"— pero ahora son nueve adultos, además de una niña de cinco años y dos bebés. Cada día, los niños acuden al colegio de la Mancomunidad del Rincón —Horcajo, Horcajuelo, Montejo, Prádena, Puebla— y se hacen ese puerto de 18 kilómetros que es un privilegio para mantener a salvo Puebla, pero sólo a medias. En inviernos como este último están aislados durante algunos días. Aunque la Fuente Vieja y la Dehesa Boyal atestiguan una modesta ocupación árabe y árboles centenarios, lo cierto es que también se han instalado algunos pastiches de chalets, sobre todo en la salida del camino hacía El Berrueco. Con todo, es un pueblo hermoso, donde la repoblación con pinos no ha terminado con los robledales ni el monte bajo. El cantueso, la jara y el brezo juegan a diferentes tonos morados y azules en las laderas, gracias a esta primavera regada por las nieves pasadas.

No parece que de este valle encajonado y hermoso estén dispuestos a marcharse los tipos de Los Apisquillos. Más bien lo contrario, frente a las tensiones —ahora atenuadas— se han reafirmado en sus posiciones. O como dice la escueta Lena, han sido una razón más para quedarse y mantener sus proyectos de futuro. Y a la venta de patatas sumarán ensayar con semillas para recuperar el forraje de los antiguos campos de la zona. Porque ya se sabe, no hay que mezclar churras con merinas y las ovejas de Puebla son churras, de las que dan mala lana y se paga poco por ella.Por eso hay que buscarse la vida con otros medios.

¿Se admite gente nueva en vuestro proyecto.? "Siempre somos un proyecto abierto. Constantemente tenemos amigos, o amigos de amigos, que vienen a aprender pastoreo o a esquilar. A mirar cómo es esta vida. Pero, como en todo, dependerá de quién sea quien nos pida entrada. Sí, nosotros también tenemos derechos de admisión", remata Álvaro, mientras busca entre las crestas de detrás de la casa los canchales por donde se puedan hacer fotos al rebaño de ovejas. Las cabras están demasiado arriba



NOTA: Ni Fernando García Dory ni Álvaro Martín Prieto tienen idealizado su modo de vida. El 7 de mayo, Fernando publica 'Voces del Puerto', un libro de fotos y testimonios de sus últimas experiencias. Ante la crisis más grave de la economía mundial, y mientras los políticos del planeta hablan de un nuevo orden mundial para salir de ella, Dory y Los Apisquillos son la demostración de que no hace falta ser tan grandilocuente, ni siquiera esperar a que esos mismos mandatarios tomen grandes y tardías decisiones.

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