La crisis de identidad de los republicanos ya dura 100 días

WASHINGTON, D.C.-  El senador por el estado de Pensilvania Alan Specter decidió ayer celebrar los tres primeros meses de Obama como presidente cambiándose de partido. A partir de hoy mismo, Specter es demócrata. El cambio denota los problemas de los republicanos desde las bases hasta los legisladores: 200.000 electores del estado de Specter cambiaron su preferencia política en las pasadas elecciones, por lo que el desertor dice que cambia como lo hacen sus votantes, pero las consecuencias pueden ser mucho más grandes para su ya antiguo partido.

Los demócratas cuentan gracias a Specter con 59 senadores —los 56 conseguidos tras las elecciones, dos independientes y el suyo—. A ellos se sumaría otro más proveniente de Minnesota con lo que Obama conseguiría los 60 escaños necesarios para que su partido no tenga que convencer a nadie en la oposición para aprobar una propuesta de ley. Al parecer, los demócratas no tendrán problemas en hacerse con este asiento después de que la diferencia de votos entre los dos candidatos fuera tan pequeña que llevara a paralizar el proceso.

La guinda perfecta para los primeros 100 días de oposición. Siguen perdidos mientras tratan de encauzar y unificar el partido, y recuperarse de la derrota ante Obama. Estos tres meses han sido un reflejo de confusiones, falta de programa y de liderazgo y el mejor ejemplo de lo que supone la falta de capacidad de reacción en un partido político.

Todo empezó un cuatro de noviembre

Las estadísticas ponen a John McCain por detrás de su oponente, Barack Obama. Ante las expectativas de que el demócrata va a hacer historia, al republicano le queda poco más que perder con dignidad. Aunque su discurso en la noche electoral es el de un candidato que sabe caer con honor, los siguientes momentos son sólo el comienzo de la debacle de un partido que venía despedazándose desde hacía meses.

Si la elección de Sarah Palin buscaba poner una nueva cara al partido republicano y la nueva cara que revolucionara las bases, pero lo único que consiguió McCain fue ponerle en el centro de la diana. Puede que Palin sea recordada antes en Estados Unidos por la cantidad de chistes y gags televisivos que inspiró, que por sus intervenciones como candidata a la vicepresidencia. McCain había apostado por ella, pero terminó por no ser la carta más alta. El día 5 de noviembre las hienas saltaron contra ella. Pasaban los días y el partido republicano mostraba mucha división interna y pocas ganas de mirar hacia adelante mientras apoyaban al nuevo líder. ¿Alguien sabe quién es el nuevo líder? No, y éste es el primer problema de los republicanos mientras Obama consigue la aprobación del 68% de los estadounidenses.

A la busca del líder

Los republicanos eligieron a finales de enero a Michael Steele como presidente de su partido. Al afroamericano estrenó su liderazgo declarando que su propósito era atacar a Obama. No le quedaría tiempo para debatir propuestas, unir su partido, reforzar el programa o averiguar cómo iban a recuperar los republicanos los votos de los hispanos, por ejemplo, que prefirieron al demócrata en noviembre. Steele parece haber dictado que la única estrategia es el ataque a todo lo que propongan los demócratas. Así, se han opuesto a los planes de estímulo del presidente, a sus presupuestos para la legislatura y cualquier medida que se le haya ocurrido a Obama mandar por escrito al Congreso.

Por negarse, los republicanos se negaron a incluir una pérdida de presupuesto en el plan de estímulo para financiar nuevos programas de emergencia en caso de alerta sanitaria.

Ante la falta de calado de Steele entre las bases del partido, los republicanos le han sentado en el banquillo. Cuando el presidente norteamericano ha decidido comparecer ante los miembros del Congreso y del Senado con un discurso retransmitido en directo en televisión. Porque él lo vale. Es el momento de presentar otra cara nueva: el gobernador Bob Jindal será el encargado de dar la respuesta de la oposición a las palabras del presidente. Pero no ha terminado su discurso y en internet hay una carrera para encontrar el calificativo que mejor describa a un portavoz que, en vez de inspirar la fuerza y la dignidad de un partido en la oposición, parece estar leyendo un cuento de buenas noches a espectadores que ya deberían estar en la cama.

Tanteos fuera del partido

Aprovechando las bajas entre los candidatos a liderar el partido se cuela la voz que siempre les ha defendido con más fuerza. Es Rush Limbaugh. Locutor de radio y aspirante a idealista republicano que ha estado a punto de ridiculizar a su partido cuando más intentaba apoyarle. Su voz en la extrema derecha de la política ha dejado a los más conservadores como simples republicanos moderados. Y su protagonismo en los medios de comunicación, que hacían de altavoz para cualquiera de sus propuestas, amenazó a unos republicanos que no se atreven a callarle, pero tampoco pueden permitirse que lidere el partido desde las ondas.

Mientras, el ya icono demócrata se pasó media campaña electoral prometiendo que colaboraría con la oposición para sacar al país de la crisis económica, acordar las medidas que recuperen los niveles de empleo o reformar determinadas leyes, como el sistema de salud o las normas de inmigración. Y una semana después de que los demócratas amagaran con no consultar con los republicanos para alguna de estas reformas, Specter se ha convertido en el regalo perfecto: el partido vencedor el 4 de noviembre ya no necesita excusas para ignorar a una oposición que sigue buscándose a sí misma.