Cuello al dente. En Suecia (de noche la mayor parte del día), al gusto del vampiro. 'Déjame entrar', una maravilla sueca de la que ya se prepara un 'remake' nos trae 'carne fresca'.
Una de niños con vampiros. ¿Una más? No, una sueca de terror con categoría de buen cine.
Te lo advertí Federico, si va de seres 'chupasangre', por muy buena que sea la película, tengo que acoplar la fantasía a la realidad para creerme el cuento. Como me pareció que Tomas Alfredson había realizado 'Déjame entrar' de manera espléndida, me inventé lo del sueño para hacer verosímil el relato. Mi versión aceptable de esta historia me llevó a pensar que la amiga vampiro del protagonista —Käre Hedebrant— representa un sueño de omnipotencia. Así el chaval podrá calmar su fragilidad escolar adolescente del tipo: amenazo a los "compas-golfos" de clase con mi primo el de "zumonosequé". A lo largo de nuestra vida hemos visto a personas que exprimen los jugos de los demás. No suelen ser tan encantadores esa clase de vampiros como la pequeña que encarna Lina Leandersson.
'Déjame entrar' está basada en una novela del escritor sueco John Ajvide Lindqvist. Él mismo ha escrito el guión, lo cual es una garantía de que la película será fiel al espíritu literario, algo que no es imprescindible, pero nunca está de más. En fin que la literatura sueca —no nos olvidemos de 'Millennium' y toda la novela policíaca reciente— y sus adaptaciones cinematográficas están en un momento dulce. Se comen el mercado editorial y tienen calidad y gancho para hacer con ellas buenas producciones. Hace tiempo que esa industria es mucho más que Bergman, Bille August y, al otro lado del Báltico, el danés Lars Von Trier.
Un cuento muy bien contado es 'Déjame entrar'. El vampiro como metáfora nos sirve para explicar una serie de patologías sociales: chica desolada, desintegrada y perdida, chico que se deja abducir por ella. Familia desestructurada en ese mundo sin luz que parece vivir, al menos en invierno una noche eterna. Del cine que se hace en Escandinavia nos llega poco, pero en general es bueno y en este caso de un género, el de vampiros, que tiene muchos adeptos. Incluso para quienes no nos encontramos entre ellos, podemos permitirnos gozar con sus bondades narrativas. Basta con que uno se permita sumergirse en fantasías y penas, que son muchas, de los protagonistas para disfrutarlas. Quizá esta película se quede una temporada en nuestras salas. Los premios que ya ha conseguido en los festivales de Tribeca, Goteborg o Sitges no fueron en balde.
Valoración: 7/10
Los periódicos estadounidenses denuncian a Google. "Si eres de los que habla" hay un anuncio para ti ("habrán" más si, además, eres de los que come patatas fritas, o eres de los que vive con su padres). Y 'Señales del futuro' bate 'récords' de taquilla. Ya cabe poca duda. Se acerca el fin del mundo. E igual no lo trae ni un ataque nuclear contra la crisis, ni el cambio climático, ni la explosión del sol, sino que el individuo lo elige por sí mismo en un programa de opciones: "Quiero ésta". ¿Por qué? Porque le suena bien. El fin del mundo mola.
Mientras llega, en las pantallas 'Déjame entrar'. Dentro del tratamiento clásico del vampiro, desconcierta la resistencia del individuo humano a dejarse morder, supuesto que inoculan una vida prolongada y, a juzgar por su expresión cuando te muerden, placentera. Claro que arriesgas el alma. Y, si no crees en el alma, si no existe, es difícil que existan los vampiros. Ahí nos duele. Ahí y no en el mordisco del vampiro. El de 'Déjame entrar' es de otro tipo. Debe de ser el frío de Suecia. Un frío funcionario, de formica y linóleo, al que te conducen esas calles oscuras y cubiertas de nieve. Un frío interno que incita a atacar a las personas, tal vez porque nos recuerdan a nosotros mismos.
Por mucho que en la historia original (uno gordito) fuesen niños los dos —ese posible 'morbo' forma parte del rechazo general a 'lo diferente'—, 'Déjame entrar' es una película extrema, terrible, y es hermosa. Seguramente la propuesta más hermosa a la que hayamos asistido en mucho tiempo. Ya en Sitges hablábamos de "los ojos tan sabios, tan cansados, de Lina Leandersson". No vale hablar de ellos: hay que verla.
Lástima que, como también entonces se decía, no acabe la película un par de escenas antes, porque donde lo hace no resuelve el problema planteado ni lo deja satisfactoriamente abierto.
PD: ¿Vampiros en Suecia? Ver también 'Frostbitten' (Anders Banke 2007).
Valoración: 9/10
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