Un interno ha sido el encargado de alertar sobre el intento de suicidio del asesino confeso de Marta del Castillo en la prisión de Morón. Según han confirmado fuentes penitenciarias, la tentativa de suicidio se produjo el jueves por la tarde, cuando Miguel Carcaño se colgó en los servicios de la prisión empleando el cordón de su chándal.
La figura del interno de apoyo es una de las medidas que puede aplicarse en las cárceles para vigilar a aquellos presos que han sido incluidos en el Protocolo de Prevención de Suicidios, elaborado por Instituciones Penitenciarias. En este protocolo, por ejemplo, se incluyen algunas medidas de carácter urgente, como la retirada de material de riesgo (cinturones o mecheros), la vigilancia especial por parte de los funcionarios, o la mencionada de asignar un interno de confianza.
Este preso, que puede acompañar al sujeto las 24 horas del día (entonces se conoce como "interno de apoyo sombra"), debe cumplir una serie de requisitos, que serán valorados en un proceso de selección que lleva a cabo la Junta de Tratamiento del Centro Penitenciario. Entre los criterios de selección se recomienda escoger a aquellos internos que presenten "la adecuada capacitación, actitud y motivación", que gocen de "una situación estable en el Centro, buen comportamiento y sin traslado previsible", que les reste para el cumplimiento definitivo o fecha de concesión de la libertad condicional un tiempo superior a un año, que no tengan una serie de sanciones en su historial, que carezcan de una historia de autolesiones o tratamientos continuados por enfermedad psiquiátrica, y que no tengan un consumo activo de drogas en el momento de la selección, tal y como determina el Programa Marco de Prevención de Suicidios de Instituciones Penitenciarias de 2005.
Pero ahí no acaban los requisitos. El interno de apoyo está obligado a superar un cursillo de formación organizado por la Junta de Tratamiento, con la colaboración de distintos profesionales y expertos de las ONGs. Esta formación, según el texto legal, tendrá una duración mínima de 30 horas, a impartir en un máximo de 15 días. El cursillo debe incluir conocimientos sobre técnicas "de escucha activa", comunicación interpersonal, conocimientos básicos sobre depresión y primeros auxilios, entre otras materias. Debe de haber, en teoría, un 2% del total de la población reclusa que esté capacitado para llevar a cabo este tipo de tareas.
Pero esta labor no se realiza por amor al arte, sino que tiene una serie de compensaciones para el interno que la desempeña. "Dado que la actividad de interno de apoyo requiere de un alto grado de especialización, implicación y responsabilidad en la tarea, será especialmente evaluada por los órganos competentes, de cara a la consecución de beneficios penitenciarios". Fuentes de un psiquiátrico penitenciario nos cuentan que, en el caso de los centros para reclusos con problemas mentales, no se puede emplear la figura del interno de apoyo, por lo que cabe la posibilidad de vigilar a los presos con alto riesgo de suicidio mediante cámaras instaladas en las celdas.
En instrucciones anteriores, Instituciones Penitenciarias determinaba qué tipo de población penitenciaria se encontraba en una situación de mayor riesgo. Por ejemplo, el hecho de ser varón y soltero, haber cometido algún tipo de delito contra las personas o contra la libertad sexual, encontrarse en los primeros días de internamiento, haber tenido conductas autolesivas previas, o sentirse rechazado, son algunas de las variables que se encuentran detrás de un buen número de tentativas de suicidio.
Entre todas estas características se encuentran algunas que pueden aplicarse al caso de Miguel Carcaño. Pero las fuentes consultadas, encargadas de evaluar el riesgo de suicidio en un centro psiquiátrico penitenciario, llaman la atención especialmente sobre dos aspectos. El primero, el rechazo que debe sufrir el asesino confeso de Marta del Castillo por parte de otros presos. Y, segundo, la alarma social que ha generado el caso, lo que, desde su punto de vista, "debe ser un criterio importante a la hora de evaluar el riesgo de suicidio". Según las cifras que manejaba Mercedes Gallizo, secretaria general de Instituciones Penitenciarias, pocos días antes de concluir 2008, un total de 16 reclusos se habían quitado la vida durante el pasado año en las cárceles españolas.
Antes del intento de suicidio, Miguel Carcaño dejó una carta en su celda, que ya está en poder del Juzgado de Instrucción número cuatro de Sevilla. Todavía no ha trascendido el contenido de la carta.
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