Nueva York.- Las bonificaciones millonarias a las que se habían acostumbrado los ejecutivos de Wall Street atraen estos días las iras de los estadounidenses, indignados por que las sigan cobrando incluso cuando el dinero de todos los contribuyentes esté sirviendo para mantener a flote sus empresas.
La rápida aprobación hoy en la Cámara de Representantes de un proyecto de Ley para gravar al 90% esas gratificaciones por 328 votos a favor y 93 en contra trató de apaciguar esas iras que han hecho que los medios estadounidenses dediquen una gran atención al asunto.
"El jefe de AIG suplica a los ejecutivos que devuelvan (el dinero) y estos cerditos aún quieren más", titulaba a doble página el Daily News un artículo que es el puro reflejo de la indignación que ha generado el cobro de esos polémicos bonos en época de crisis y en empresas que han sido rescatadas con fondos públicos.
El principal blanco de las críticas ha sido esta semana AIG, en su día la mayor aseguradora del mundo y ahora un pozo sin fondo que se ha tragado ya 150.000 millones de dólares públicos y va camino de absorber otros 30.000 millones.
Aún así, repartió 165 millones de dólares en gratificaciones a sus máximos ejecutivos, tal y como tenía establecido por contrato, lo que fue considerado escandaloso por parte de la clase política de Washington, que pidió explicaciones a su presidente, Edward Liddy.
El diario digital Huffington Post titulaba hoy a toda pantalla en su página de inicio "Pelosi: Queremos que nuestro dinero se devuelva ya a los contribuyentes", en referencia a las declaraciones de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, poco antes de la aprobación de ese nuevo gravamen que permitirá al erario público recuperar parte de los fondos.
La palabra "bono" ya casi parece tan maldita en Estados Unidos como la expresión "esquema Ponzi", que, pese a ser una modalidad de estafa mediante una pirámide financiera como la realizada por Bernard Madoff, también utilizan frecuentemente los medios para dar un sentido negativo a cualquier información que la contenga.
El New York Post unía hoy ambos términos y en las dos paginas que dedicaba al asunto de los bonos describía al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, como "el defraudador de impuestos y el arquitecto del esquema Ponzi de AIG que el Congreso llama rescate".
Las bonificaciones que sus empleados cobraron estaban basadas en los resultados de 2007, año en que, según describe el Daily News, "la imprudencia (de la aseguradora) casi destruyó la compañía y amenazó la economía mundial".
Sin embargo, hay muchas más firmas objeto de este escrutinio público, como las inmobiliarias Fannie Mae y Freddie Mac, que han tenido que ser intervenidas por el Estado y, sin embargo, aún estudian el pago durante este año de bonificaciones de unos 60.000 dólares por cabeza a ciertos ejecutivos.
Fannie ha pedido 15.200 millones de dólares al Gobierno para sanear sus cuentas y Freddie unos 31.000 millones, además de los 13.800 millones que ya recibió en 2008.
Algo que hace especial el caso de AIG es que muchos de los pagos se abonaron a gente que ya ni siquiera está en la compañía, lo que también ha sido motivo de airadas críticas en los medios y blogs estadounidenses.
Y no sólo de los especializados en finanzas, ya que cada vez son más los generalistas que dedican mucha atención a los escándalos y excesos de Wall Street, ahora que su época dorada se derrumba a marchas forzadas.
"Como titulares del 80% de AIG (tras la inyección de fondos públicos), los contribuyentes tenemos derecho a conocer los nombres de quiénes reciben esos bonos y las cantidades exactas", aseguró el diario Daily News en su edición impresa, en la que advierte de que para el próximo año están previstos más primas multimillonarias que hasta el presidente Barack Obama ha calificado de "ultrajantes".
La obsesión mediática con este asunto es tal que hasta el ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer aseguraba esta semana a la radio WNYC que "los bonos son la palabra del momento. Si la ves en un titular ya sabes que a los dos minutos alguien va a presentar una demanda contra alguien".
Alguien que no quiere dejar pasar este tirón de las bonificaciones es el fiscal de Nueva York, Andrew Cuomo, del que se dice que tiene aspiraciones a gobernador del estado y quien estos días no para de batallar ante los tribunales para que esas gratificaciones no se cobren o que, en todo caso, se conozcan los nombres de los agraciados.
Cuomo ya ha conseguido que el Tribunal Supremo de Nueva York determinara que no hay motivo alguno para que se mantengan en secreto los nombres de los ejecutivos de Merrill Lynch que se repartieron 3.600 millones de dólares en la víspera de su fusión con Bank of America.
"En este momento la sociedad tiene derecho a saber cómo se van a gastar los dólares que tanto ha costado ganar y eso está por encima del derecho a la privacidad de la empresa o de sus empleados", explica el abogado en derecho corporativo de Nueva York Bruce Blakeman sobre la polémica.
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