Los derroteros electorales son inescrutables. La figura de Rajoy no ganaba para disgustos desde el pasado traspié en las generales. A la sublevación interna en su partido, más volcado en hacer el juego de la silla que en una tarea sólida de oposición, se había sumado la presunta trama de corrupción y de espionaje, algo que según la mayoría de analistas podía pasar una gravosa factura en estas autonómicas. Justo al contrario, Rajoy es quien ha salido más airoso y reforzado.
El líder 'popular' había puesto toda su carne en el asador de cara a estos comicios, situándose en primera fila de fuego, algo que, en caso de derrota, podría haberle colocado en el disparadero de su propio partido. Y han sido sus paisanos quienes, fundamentalmente, han dado un empujón al liderazgo de Rajoy en forma de mayoría absoluta, y después de mucho tiempo podrá entonar ese discurso de la victoria que debía llevar mucho tiempo mascando en sus pensamientos.
Precisamente, ese liderazgo gana mucho en lo cualitativo en la medida que el rostro de la victoria gallega ha sido el de Núñez Feijóo, un hombre cercano a Mariano Rajoy, de aquellos que componen el ala moderada del Partido Popular. Un golpe sobre la mesa en la eterna lucha de familias 'populares'. Pero la alegría de Rajoy no se detiene en Galicia, ya que los resultados en el País Vasco, pese a haber cedido dos escaños, le otorgan un mayor peso político, hasta el punto de que su apoyo puede ser decisivo en el nombramiento del nuevo 'lehendakari'.
Los dos escaños perdidos en el País vasco entraban dentro de los cálculos 'populares'. De hecho, no es una sangría reseñable que pueda despertar las voces de los afines a María San Gil, la ex presidenta del PP vasco que abandonó el grupo con aldabonazos dirigidos contra Mariano Rajoy. Un motivo más por el que el líder 'popular' puede verse reforzado en su liderazgo interno.
Desde luego, estas elecciones son dignas de formar un capítulo en cualquier tratado de ciencia política, al haber desafiado algunos de los tópicos que nos asaltan en cada período electoral. Por ejemplo, mientras hemos venido escuchando que la alta participación favorece a socialistas y nacionalistas, lo cierto es que el aumento de más de seis puntos en Galicia ha sido rentable para los 'populares'. Del mismo modo, si bien todos pensaban que los escándalos de corrupción y espionaje que han salpicado al PP podían ser nefastos para sus intereses electorales, los resultados demuestran que las urnas responden a otra lógica. Parece que la técnica de dar la vuelta a la tortilla del escándalo, logrando la caída de Bermejo, y la búsqueda de una imagen de unidad, han dado un resultado más que positivo.
Por su parte, el Partido Socialista ha tenido sensaciones agridulces. Agrio, porque ha sido expulsado del poder por el electorado gallego. Y dulce, porque Patxi López, a la luz de los resultados, puede convertirse en el próximo lehendakari, con un notable subidón de seis escaños. Sin embargo, para ello habrá de contar con el apoyo de los 'populares', un matrimonio de conveniencia que podría mostrarse frágil después de haber conseguido el objetivo común de desalojar al PNV de la Lehendakaritza. Otro problema con el que tendrán que lidiar los socialistas, a pesar de la victoria, es el comportamiento que el partido nacionalista pueda tener en el Congreso, ya que el partido de Zapatero ha tenido que apoyarse en los nacionalistas para sacar adelante algunas leyes y proyectos, como los Presupuestos Generales del Estado.
Si para Rajoy el resultado de estas elecciones ha sido eminentemente positivo, ¿cómo ha sido para Zapatero? Hay algunos medios que han visto la jornada electoral como un enfrentamiento directo entre los líderes de los grandes partidos nacionales: "Rajoy gana Galicia a Zapatero y le obliga a 'mojarse' en el País Vasco", titula por ejemplo la edición digital de ABC. Sin embargo, lo cierto es que Zapatero no se metió tan de lleno en la campaña electoral como su rival político, hasta el punto de que ni siquiera ha comparecido para valorar los resultados. El aspecto más llamativo es que el resultado en Galicia puede alterar las relaciones autonómicas, ya que el Gobierno central tendrá que lidiar con una autonomía más reticente a sus propuestas.
Por último, estas elecciones han sido también muy significativas —en lo negativo— para los nacionalismos. Por un lado, el BNG se ha visto obligado a salir del gobierno gallego que manejaba en coalición con el PSdeG. Mientras, la lehendekatitza puede tener a su primer inquilino no nacionalista ya que, el PNV, a pesar de haber conseguido la mayoría de votos, podría no alcanzar el apoyo necesario para formar gobierno. Puede ser un hecho aislado, o puede ser también un síntoma de que nos dirigimos hacia una política de grandes trazos, como ya se vio con el auge del bipartidismo en las últimas elecciones generales.
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