Ni quejas, ni demandas, ni voces. Resignación. Pánico. Ataque de responsabilidad colectiva. Son algunas de las razones para una realidad que se come al día 6.500 puestos de trabajo. Los laboralistas nunca habían experimentado tanta cooperación sindical, empresarial, individual y judicial a la hora de negociar despidos. El silencio se ha convertido en cómplice.
"No se habla de otra cosa más que de crisis. Y esta es, además, global. Así que cuando te llaman para decirte que gracias por los servicios prestados pero que la empresa no pueden seguir permitiéndose tu sueldo, sólo sientes que ya se está materializando ese momento que llevas meses imaginando". Jorge L. es uno de los trabajadores que en enero se sumaron a los 3,3 millones de desempleados que no cesan de crecer en España. Es creativo publicitario y su empresa recurrió al acuerdo individual para prescindir de él. Cuando vió publicado que la multinacional a la que pertenecía anunciaba la destrucción de 3.500 puestos en el grupo, supo que le podía tocar.
Los datos económicos avalan los despidos. Ayer mismo el INE (Instituto Nacional de Estadística) certificaba una recesión que hacía 15 años que no olíamos. Sin embargo, los expertos en laboral observan en su día a día que un momento soft flota en el ambiente. Los trabajadores aceptan las condiciones del despido sin oponer resistencia, es decir, ni se molestan en demandar a la empresa. Los jueces se muestran más flexibles y los sindicatos firman acuerdos y apoyan ERE que habrían sido impensables hace seis meses.
De hecho, los ERE autorizados en 2008 superan los 6.000, un 65% más que en 2007, y afectaron a cerca de 150.000 trabajadores. De todos ellos, no llegan al 5% los expedientes que se aprobaron sin pacto entre el comité y la empresa, según datos del Boletín de Estadísticas Laborales (BEL) del Ministerio de Trabajo. "Los sindicatos están mucho más moderados, quizás por un sentido de la responsabilidad ante la crisis", explica el abogado laboral Manuel Valentín Gamazo. El letrado asegura que ni la crisis del petróleo del 73, ni la del 93 —con huelga general en el 94 como respuesta— en la que el paro subió por encima del 24%, había visto una actitud similar en los representantes de los trabajadores.
Le pedimos a Jesús Lahera, profesor del Derecho del Trabajo en la Universidad Complutense, una definición de destrucción de empleo silencioso, un concepto que él mismo emplea en una tribuna en 'El País'. "Es el despido sin negociación sindical de por medio, que se produce a través de empleo precario y del despido libre individualizado. Es decir, la gran mayoría, porque el 98% de las extinciones de contrato no pasa por un ERE". Un mutismo que se puede interpretar como prudencia, pero que se traduce en una connivencia que implica directamente a todas las partes implicadas en el juego laboral.
En CCOO no están de acuerdo con la comprensión que se les achaca. "No compartimos la idea de que exista mayor complicidad. Los despidos se realizan a pesar nuestro dado el carácter de una crisis como esta. No nos parece prudente hablar de huelga porque es una respuesta que siempre ha respondido a modificaciones legales como podría ser el abaratamiento del despido". En un estudio recién publicado por el gabinete jurídico interfederal de esta organización responden a la histórica petición de CEOE revitalizada de nuevo de que los ERE no precisen autorización administrativa, con lo que la indemnización media es de 19 días al año. "El despido en España ni es difícil ni es caro. Y el despido individual cada día se coordina más desde la acción sindical".
La percepción no coincide con la de los abogados laboralistas. Alicia Moro, abogada asociada de 'Sagardoy Abogados' experimenta el cambio de tendencia. "Los jueces han relajado las exigencias de control en los procedimientos de despidos individuales objetivos, relacionados con causas económicas. Antes se exigía un esfuerzo probatorio que hacía imposible el despido. Ahora, casos que hubieran sido dudosos, prosperan. Lo mismo que se observa en los ERE", asegura la letrada.
Hace sólo una semana, Rajoy preguntaba a Zapatero en el Congreso por qué nueve de cada diez parados de la UE son españoles. La cifra resulta tan escalofriante que casi nadie se siente a salvo de encontrarse una mañana la correspondiente carta de despido encima de la mesa. Y ¿cuál es el margen de maniobra que le queda al trabajador? Por lo que indican los datos, tragar y procurar obtener las mejores condiciones posibles. "El despido en España no se negocia, es individualizado. Los representantes de los trabajadores no están adaptados a la realidad empresarial, no hay interlocutor en la mayoría de los casos entre la empresa y el empleado", asegura Jesús Lahera. El profesor apunta que el coste de los despidos oscila entre los ocho días en empleos precarios y los 33-45 días al año en trabajos estables. Los 20 días los percibe una minoría. Está claro que esta fórmula no complace a ninguna de las partes. Y quizá este sería el momento idóneo para realizar ajustes.
La velocidad a la que se crea o destruye empleo en base a los vaivenes económicos demuestra lo vulnerable que se ha ido revelando el mercado de trabajo. Así como durante los años de bonanza ha habido periodos en los que 3 de cada 4 nuevos empleos de la UE eran españoles, ahora la tortilla se ha dado la vuelta. Y es necesario abordar un temor latente. ¿Hay quien se aprovecha de la situación de laxitud para quitarse de en medio a unos cuantos trabajadores en previsión de que las cosas vuelvan a ser como antes? "Parto de que una empresa despide por razones empresariales, pero es posible que se realicen ajustes de plantilla en función de expectativas", reflexiona Lahera. Los laboralistas también detectan esa posibilidad aunque es compleja de demostrar. Por si acaso, los empleados se portan mejor que nunca, prueba de ello es que los despidos disciplinarios se han reducido drásticamente. Si te echan, al menos, vete con la tranquilidad de no haber contribuido.
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