Buenos Aires.- El gobierno de Cristina Fernández hizo grandes esfuerzos este año para impulsar las relaciones de Argentina con sus vecinos y revertir la escasa importancia que le dio a la política exterior su esposo y antecesor, Néstor Kirchner.
Sin embargo, los esfuerzos de Fernández tropezaron con la sucesión de conflictos internos que afrontó a lo largo de 2008, su primer año de gestión, apuntaron analistas a Efe.
"Es necesario proyectar otra imagen de Argentina", había afirmado Fernández en octubre de 2007, poco después de ganar las elecciones con el 45,2 por ciento de los votos, lo que le permitió asumir en diciembre de ese año como la primera mujer del país elegida para ocupar la presidencia y suceder a su marido.
Pero el conflicto que entre marzo y julio pasado enfrentó al Gobierno con el campo y las controversias con EEUU y otros países afectaron la política exterior argentina y hasta obligaron a la mandataria a suspender viajes al exterior, indicó el analista Roberto Bacman.
El largo litigio con el sector agropecuario hizo que la jefa de Estado suspendiera en abril pasado una visita a Londres para participar de una cumbre de líderes progresistas, donde se esperaba que planteara el reclamo argentino de soberanía en las Malvinas, motivo de la guerra de 1982 con el Reino Unido, que ocupa las islas desde 1833.
Los analistas coinciden en que el primer golpe que recibió el gobierno de Fernández en materia de política exterior fue el denominado "caso del maletín", que afectó la inestable relación con Estados Unidos.
El episodio se desató en agosto de 2007 cuando al empresario venezolano Guido Antonini Wilson le incautaron en un aeropuerto de Buenos Aires 800.000 dólares no declarados procedentes de Venezuela.
Meses después, un fiscal de EEUU aseguró que el dinero estaba destinado a la campaña de la mandataria, quien se declaró víctima de una "operación basura", lo que desató tensiones que las partes dieron por superadas a comienzos de este año.
Este caso también enfrió este año el fuerte vínculo que Kirchner había construido con Venezuela, adonde Fernández debió aplazar una visita en septiembre último.
La relación con el gobierno de Hugo Chávez también se vio afectada tras la decisión de Venezuela de liquidar bonos de la deuda argentina adquiridos a un "alto costo", lo que causó desconfianza entre los inversores y obligó a la administración de Fernández a poner en marcha un plan de rescate de títulos.
"Cristina no cambió la política exterior de Kirchner, cuyo objetivo era que Argentina se ubique en un punto intermedio oscilante entre Brasil y Venezuela. Visitó alternativamente Caracas y Brasilia, buscando neutralizar con la primera, el inevitable liderazgo regional de la segunda", apuntó el analista Rosendo Fraga.
De todas formas, Fernández no desconoció su fuerte vínculo comercial con Brasil, con cuyo presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, acordó reunirse cada seis meses.
La mandataria también debió aplazar este año un viaje oficial a España, en medio de las tensiones que provocaron el fracaso en las negociaciones con el grupo español Marsans para el traspaso al Estado de Aerolíneas Argentinas y sus subsidiarias, cuya expropiación fue habilitada con una ley aprobada días atrás por el Parlamento.
En la relación repercutió además la nacionalización de los fondos privados de pensiones, establecida en noviembre pasado por un proyecto del Gobierno, que impactó negativamente en los mercados españoles.
"España era el país desarrollado con el que mejor relación tenía el gobierno argentino (en la era de Kirchner), pese a lo cual, los conflictos por las inversiones han aumentado", opinó Fraga.
Fernández tampoco escapó a la relación tirante que su marido mantuvo con el Vaticano ni a las tensiones con Uruguay por la instalación de una papelera de la finlandesa Botnia en ese país, que se dirime en el tribunal de La Haya y provocó que el gobierno de Tabaré Vázquez rechace la candidatura de Kirchner a la secretaría general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).
No obstante, ha intentado este año mantener los buenos vínculos regionales con viajes a Chile, donde la Unasur analizó la crisis política en Bolivia, y a El Salvador, donde se desarrolló la última Cumbre Iberoamericana.
También asistió a la Cumbre del Grupo de Río en Santo Domingo para tratar la crisis entre Ecuador y Colombia, acudió a la cumbre financiera del G-20 en Washington, donde calificó a la crisis global como "el fin de un ciclo histórico y político", y viajó a la brasileña Costa do Sauípe para asistir a las citas de líderes latinoamericanos y caribeños.
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