La tele mata de verdad. Grupo de espectadores sirve de carnaza a otros espectadores en la película de Luis Calvo Ramos. Su título, 'Prime Time', apela a la hora punta, ésa en la que damos las audiencias más millonarias.
Puede, estoy casi seguro, que Luis Calvo tuviera buenas intenciones cuando empezó a planificar en su cerebro 'Prime Time'. Interesante esa idea de pérdida absoluta de valores con resultado de muerte que plantea la película. Muchos estamos hartos de que las televisiones piensen que somos unos perversos encantados de ver el espectáculo de la miseria humana mientras tomamos la sopa boba. Eso es lo que con demasiada frecuencia ofrecen las cadenas y eso es lo que esta producción española pretende denunciar. Pretensión loable si no fuera porque resulta estrepitosamente inverosímil.
Es cierto que la vida humana en muchas partes de este planeta vale cada vez menos y que ejecutivos sin escrúpulos de los 'media' se pueden apuntar el tanto de mostrar esa basura para deleite de oligofrénicos emocionales. El problema con 'Prime Time' es que para hacer esta denuncia ha tomado el sendero equivocado. Ni siquiera los actores parecen creerse la farsa. Mejor no señalar a Leticia Dolera, Alberto Amarilla y el resto del reparto coral. Se pasan el rato haciendo teatro en el peor sentido cinematográfico del término. La deriva es que la baraja de naipes se desmorona porque, ni el supuesto público televisivo que asiste al show puede entrar en la trama que propone , ni el espectador de cine consigue nada más que aburrirse en los 99 interminables minutos de 'televisión del absurdo' en pantalla grande. Para buenas películas sobre Grandes Hermanos y ese tipo de programas que a estas alturas deberían estar en declive ya teníamos 'El show de Truman' y más todavía 'Quiz Show'. Mucho más eficaces ambas sin necesidad de hacer leña del árbol caído.
Mal termina el año el cine español con este macabro 'thriller' sicológico con toques de futuro apocalíptico. ¿Habrá quien disfrute con ello? Él sabrá lo que almacena en su corazón.
Valoración: 3/10
En un momento dado apela a 'Cube': grupo de personas secuestradas de casa que aparecen en un lugar cerrado (aquí, un 'plató' de televisión); en un momento dado es 'Rastro oculto'.
"La televisión mata". Un aviso que debería aparecer en la Carta de Ajuste, pero que no aparece entre otras cosas porque ya no aparece la Carta de Ajuste al principio de la emisión, entre otras cosas porque ya no hay principio de emisión: es emisión continua. En consecuencia, la televisión mata continuamente. Hombre: poner el anuncio en cada programa sería como ponerlo en cada cigarrillo (y no estaría mal, y mejor un señor o una señora pequeñitos que salgan del pitillo y te lo aúllen a la cara: "¡es por la nicotina!", para después incinerarse con el tabaco: un infierno privado. Fumadores. "Zu rauchen macht frei". Luego vendrán los bebedores, los comedores, los lascivos, los jugadores de parchís y acabaremos condenando a las llamas a todo el que sonría: la felicidad mata. La pena también mata. Mata el aburrimiento. Mata el trabajar y mata el no hacer nada: estamos muertos).
El caso es que el anuncio, en la televisión, está llevando a contenidos cada vez más extremos. Por la publicidad una cadena no tendría inconveniente en ir matando a lo espectadores si no fuera porque, luego, ¿quién la ve? —la publicidad, digo—. Hay que escoger, de preferencia entre los que no vean televisión. No ver televisión mata.
'Prime Time' (Festival de Sitges 2008) apunta en esa dirección. En la de que la televisión mata de veras. La idea —original o poco— no está mal. Y el guión no está mal. Y no está mal llevado. Sin embargo, ¡caramba!: el cine mata.
Valoración: 6/10
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros colaboradores de cine.
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