A muchos la revolución televisiva del presidente francés Nicolás Sarkozy les parecerá una maravilla: televisión pública sin anuncios a partir de las 8 de la noche y durante todo el prime time y la madrugada. Felicidad de los televidentes en el estado del telebienestar. Pero atentos, tiene truco. Sarko emprende una transformación de la televisión regresiva que deja en sus manos y las de sus amigos financieros la televisión francesa. Después vendrá la prensa.
Unos pocos medios franceses ya han lanzado una defensa en forma de petición en internet y carta abierta de los ciudadanos contra los Estados Generales de la Prensa y la Televisión convocados por el presidente más televisivo de Francia para tomar al asalto los medios.
Los nuevos medios de tres épocas: Le Nouvel Observateur en los sesenta, Les Inrockuptibles de los ochenta y Rue89.com del siglo XXI encabezan la rebelión contra una reforma tramposa que sojuzga el audiovisual público al gobierno (en una regresión inédita en Europa), al volver a nombrar a su director, aumenta el intervencionismo en la prensa y destruye la defensa antimonopolio de los medios.
La cobertura de la involución es la crisis y un sistema estrictamente regulado y sindicalizado que ha lastrado a los medios, especialmente a la prensa, indefensos ante la irrupción de un nuevo paradigma con internet y los gratuitos como abanderados. El populismo del presidente francés inspira medidas salvadoras que evocan además la refundación de los medios por el presidente De Gaulle tras la Segunda Guerra Mundial.
Pero el enemigo está dentro. Es el peligro de las llamadas de auxilio de la prensa a los gobiernos (atentos, señores editores españoles). Los gobiernos aman la televisión porque la caja boba es una de sus principales fuentes de poder. Intentad despojar a un gobierno (estatal o autonómico) de la televisión pública y veréis cómo enseña las uñas. Ayer mismo lo alertaba el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez.
En cambio Sarko tiene la fórmula populista: las cadenas privadas y los proveedores y medios de internet pagarán la tele pública para no aumentar la cuenta a los ciudadanos.
A cambio se flexibilizan las leyes anticoncentración y se revocan algunos derechos de periodistas y trabajadores. El asalto del gran capital a los medios franceses continúa y los grandes industriales patrocinadores de Sarkozy tienen el camino expedito.
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