MADRID.- Los diarios pierden beneficios, facturación, publicidad, difusión, y una buena parte de ellos, también audiencia. ¡Socorro!, piden los editores, y reclaman al Gobierno subvenciones a la prensa en uno de los pocos países de Europa donde no existen ayudas estatales. Pero los diarios no están abandonados a su suerte, ya se encargan las autonomías, especialmente Cataluña, País Vasco y Galicia, seguidas por el resto.
Jueves, 11 de diciembre. Es una especie de 11-D para la prensa española. La Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) presenta sus cifras de 2007 y sus estimaciones para 2008, que quedará marcado como el año del fin de la era de la prensa, tanto en España como en la mayoría de países desarrollados. La tercera oleada del EGM avanza también una caída en la audiencia de los grandes diarios y los gratuitos.
Los diarios españoles verán descender sus resultados operativos más de un 90% en 2008, de 364,6 millones en 2007 a 35,36 millones. Una cifra que esconde que una gran mayoría de periódicos están en pérdidas. El descenso de los ingresos es del 8,1% (2,700 millones) arrastrada por una caída de la publicidad del 16,2%. La mayor caída en muchísimos años. Muchos gestores de prensa aseguran que no recuerdan nada así.
Las ventas de ejemplares tampoco han mantenido los ingresos a pesar de un enorme esfuerzo promocional. Este año la caída es del 1,9% frente a un aumento del 0,43% el año pasado, con un descenso de difusión casi generalizado y que afecta especialmente a los diarios nacionales y a los periódicos de Barcelona.
El único futuro posible para los diarios parece la convergencia digital. Más de 6,4 millones de personas leen diariamente prensa digital y representan ya el 47,5% de los lectores de prensa tradicional. Y la tendencia se acelera cada vez más: han crecido diez puntos de 2007 a 2008.
Y la única publicidad que resiste la crisis es también la digital, que todavía crece a ritmo del más 20% anual, aunque muchos diarios tienen dificultades para consolidarse en un mercado distinto y con mucha más competencia.
Ante este panorama, la presidenta de los editores, Pilar de Yarza, reclama subvenciones al Gobierno cuando España vuelve a descender a la cola de la difusión de prensa en Europa con 93 ejemplares por cada mil habitantes frente a una media de 180. Sólo adelantamos a Portugal y empatamos con Italia.
Algo habremos hecho mal los periodistas y los editores. Pero como decía hace poco el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando Urbaneja, los editores no han aprovechado la bonanza de años pasados para hacer reservas. Los principales perjudicados son el público, que recibe peores productos, y los trabajadores, amenazados por los despidos y regulaciones de empleo que ya se producen en muchos medios.
La presidenta de los editores habla de una "seriedad y rigor en la gestión" que no se percibe en esa enorme caída de los resultados operativos (ebitda), un menos 78,7%, desbordados no sólo por el aumento de los costes de personal y papel, sino también por una política de gestión e inversiones que en muchos casos no ha dado los resultados esperados, con apuestas como la televisión local que no han dado el resultado previstos.
Los diarios no están solos, como transmite la AEDE. La mayoría de las autonomías conceden subvenciones que en casos como Cataluña llegaron a 12,9 millones de euros en 2007, 4,3 millones en Euskadi o más de dos millones en Galicia. Pero además está el enorme caudal de publicidad institucional, suplementos especiales y etc. que supone una buena parte de los ingresos en la mayoría de los diarios.
Quizá haya llegado el momento que los editores se enfrenten al futuro de los medios sin el auxilio del Estado, esa puerta a la que todo el mundo llama cuando tiene pérdidas y de la que no se acuerda en épocas de beneficios. Para ilustrarse, léanse las columnas y editoriales de muchos diarios sobre las ayudas a otras industrias.
La presidenta de los editores invoca a "la civilización europea" y su identificación de la prensa diaria como "un servicio público". Pero los servicios públicos están regulados en todos los países europeos, una regulación que siempre conlleva menos independencia para la prensa, como se comprueba en la radio y la televisión, todavía sometidos al régimen de licencias.
Ignacio M. Benito, director general de AEDE, asegura que "la gravedad del problema, la necesidad de impulsar los valores democráticos y de participación social que la prensa sigue simbolizando, y la urgencia por atraer a los más jóvenes a la lectura de la prensa, son razones suficientes para explicar la adopción de unas medidas que ya son habituales y están extendidas por el resto de Europa".
Los editores piden una especie de convocatoria de los Estados Generales de la Prensa como ha hecho el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Pero la historia de la prensa es la historia de la intervención política y la erosión de la independencia de los medios. ¡Cuidado con los salvadores en nombre de la democracia! La democracia, queridos editores, no justifica despidos. Sólo el mercado lo hace.
El problema fundamental para la prensa es que ha perdido el monopolio del debate democrático. Ahora los ciudadanos directamente a través de las nuevas tecnologías y los medios digitales permiten superar la mediación tradicional. El nuevo espacio público de la democracia se desarrolla y crece más allá de los medios tradicionales. Es uno de los rasgos principales del fin de la era de la prensa.
Bancos y diarios tienen en común depender de la confianza de la gente. La credibilidad es uno de los factores fundamentales de su negocio. A nadie en quien no confíes le entregas tu dinero ni le permites formar tu pensamiento y tus ideas sobre la realidad.
Los bancos e instituciones financieras han quebrado en los últimos años una gran parte de la confianza que el público tenía en ellos. Los diarios, también.
El intervencionismo político, la ambición por crecer en mercados y aventuras excesivamente dependientes de los poderes, la falta de inversión en contenidos de calidad y en una reinvención de su producto y modelo de negocio, unidas a una revolución social y de comunicación como nunca se había producido: tan universal, tan rápida, tan profunda, con tantos cambios a la vez… han dejado a la prensa y a los medios tradicionales noqueados.
Cuando un banco quiebra, pierden los ahorradores y los inversores. Cuando quiebra un diario se pierde algo en espacio público, pero cada vez menos. Unas veces porque parte de sus funciones son desempeñadas por nuevos medios y otras veces porque ya se cumplían los requisitos de su función social.
Los editores tienen razón en que la sociedad sigue necesitando información de calidad. Es su responsabilidad y la de los periodistas. En muchos casos desgraciadamente esa calidad e independencia se subyugó a intereses económicos y de poder. Un sistema de ayudas volvería a poner en peligro la credibilidad de la prensa, como ya ocurre en las autonomías donde se emplea más dinero en subvenciones.
Los diarios necesitan una reinvención total de sus contenidos y de su negocio. Las subvenciones deberían estar ligadas a una renovación tecnológica profunda, la formación de los periodistas y el mantenimiento de puestos de trabajo, la ampliación de dominio público con contenidos y una vinculación más estrecha entre la rentabilidad económica y la social.
De lo contrario podría pasar lo mismo que con otras ayudas, que socializan las pérdidas sin ser aprovechadas para cambiar a fondo los negocios con los que se ha llegado a la crisis.
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