Hay un topo en la ciudad de Ember. Literalmente. Enorme. Lo ve uno y dice: "ese es el topo". Su misión es dar miedo. No se explica por qué han crecido tanto el topo, el escarabajo, la polilla. Ni por qué hay tan poquitos. En esto se nos frustra el niño que llevamos dentro y que quiere saberlo todo, como cualquiera puede comprobar llevando un niño al lado. La de clausura de Sitges, 'City of Ember', es una película infantil. Para las Navidades. Un avance. En años anteriores, si no recuerdo mal. '1408' (2007), 'The Illusionist' (2006), 'A History of Violence' (2005). ¿Un retroceso? Desde un planteamiento sugerente —ciudad subterránea con aspecto formal de las ilustraciones de los cuentos o las películas de Disney y en la que vive lo que resta de los hombres, que nunca vieron la luz ni saben de nada más fuera de ellos— se resuelve en viaje por un Parque de Atracciones, que inició Indiana Jones y que parece haberse vuelto requisito indispensable. Aun así, una buena película en su género, que se pierde por los últimos minutos.
Como en cada edición, el título sorpresa. Otra de niños: 'Ponyo', de Hayao Miyazaki. Historia tierna, con su personaje inquietante, los espacios imposibles, el romance y el consabido dominio del movimiento, aunque de guión algo más flojo que, por ejemplo, el de 'El castillo ambulante'. Hubo un cerrado aplauso al final y hasta, por primera vez en estos diez días, el público se quedó en la sala hasta el final de los créditos: todos quieren ocupar el lugar de los niños, que en breve empezarán a imitarse a sí mismos en vez de imitar a los adultos, como ha hecho el niño siempre.
Y después de la sorpresa, el PALMARÉS:
Excepto 'Red' y 'Skay Crawlers' (aquí en breve), de todas las demás hay reseña en soitu.es. Una mención a 'Ramírez' de Albert Arizza, Diploma Nuevo Descubrimiento –y única película española premiada en Sitges 2008— de quien vimos hace dos años su muy celebrado cortometraje 'Energy Hunter'.
Fin de este Sitges. Cada año da la misma tristeza y produce el mismo alivio. A una media de cinco sesiones diarias, comiendo a salto de mata, sin dormir. La relación con Sitges siempre acaba en la cama.
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