Pakistán: puntos débiles y retos para un país hecho un polvorín
Por SOITU.ES
Actualizado 21-09-2008 19:24 CET
El atentado suicida que ayer dejó en el Hotel Marriott de Islamabad más de 50 muertos vuelve a ser la muestra de la profunda crisis abierta que vive el país asiático, enclavado en una región en permanente conflicto. Los tiempos del mandato de Musharraf han terminado, dejando una nación fragmentada y frágil que tendrán que gestionar las fuerzas democráticas, con Asif Ali Zardari, viudo de Benazir Bhutto al frente.
Hacemos un repaso, con ayuda de Paul Anderson, ex corresponsal de la BBC en Islamabad, a los principales retos que Pakistán deberá afrontar en el futuro más próximo:
- Terrorismo: Combatir a los talibanes y sus aliados insurgentes en las regiones tribales de la frontera con Afganistán y en la provincia de la Frontera Noroeste se perfila como una de las misiones más urgentes que toca afrontar a las autoridades. Atentados como el de ayer son la muestra más palpable de que la seguridad continúa deteriorándose. La confianza de Estados Unidos en la capacidad de Pakistán de controlar a los insurgentes se debilita poco a poco mientras la permeable frontera con Afganistán sigue siendo una zona donde los talibanes (con la constante sospecha de un apoyo institucional desde el ejército y los servicios secretos) campan a sus anchas. Las relaciones diplomáticas del país asiático estarán marcadas por la presión que Estados Unidos ejerza de ahora en adelante para que el Gobierno ponga todas sus energías en mantener a raya a los grupos insurgentes. Del ímpetu en el combate a la violencia extremista depende en gran medida la ayuda económica del Gobierno americano.
- Economía: Asif Ali Zardari, viudo de la asesinada Benazir Bhutto y nuevo presidente de Pakistán, hereda de su predecesor una economía al borde del abismo. Sumido en una grave recesión y con una inflación disparada por la vertiginosa subida de los precios del combustible y los alimentos, Pakistán atisba un horizonte con el crecimiento estancado y un déficit comercial que aumenta por momentos y que pone en peligro la estabilidad social. La situación económica se erige en estas circunstancias como el segundo problema capaz de hacer tambalearse la frágil estabilidad del país.
- Un nuevo gobierno: Las fuerzas democráticas paquistaníes, el PPP de Zardarim y la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N), del ex primer ministro Nawaz Sharif, tienen la tarea de construir un nuevo orden sin dilapidar el prestigio moral del que gozaban ante el electorado. En Pakistán, mucha gente argumenta que las nuevas autoridades civiles tienen derecho a redefinir las políticas y estrategias marcadas por un líder militar con escaso respeto por las instituciones democráticas, y que ese proceso lleva naturalmente su tiempo, sobre todo cuando el poder está en manos de una coalición de partidos con relaciones muy endebles entre ellos. Los optimistas confían en que ambos partidos establezcan una relación basada en una colaboración creativa y el reconocimiento de que han combatido y vencido juntos al régimen militar. Los pesimistas temen que no sean capaces de dejar a un lado las disputas personales y de partido, y que las luchas por el poder, y no un gobierno eficaz, sean el rasgo distintivo de la vuelta de Pakistán a la democracia tras casi una década de régimen militar.
- Relaciones con la India: Algunos responsables gubernamentales del país vecino han expresado una ligera inquietud ante la perspectiva de la partida de Musharraf, argumentando que, al menos, éste garantizaba la estabilidad y representaba cierta esperanza de refrenar a los insurgentes. Ahora, no tienen ni idea del rumbo que tomarán las cosas, por no hablar del proceso de paz entre ambos países, lanzado hace 4 años. En términos de distensión gradual y medidas embrionarias de fomento de la confianza, el proceso ha tenido relativo éxito, pero tampoco le vendría mal un nuevo impulso.
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