Islamabad.- Dos años después del asalto militar a la Mezquita Roja de Islamabad, que marcó un punto de inflexión en el desafío del integrismo islámico al Estado paquistaní, el Ejército del país tiene abiertos numerosos frentes contra los talibanes y el Gobierno parece decidido a llevar la guerra hasta el final.
Tras el asalto a este templo, en la madrugada del 10 de julio, en Pakistán se produjo un acercamiento entre las distintas organizaciones integristas paquistaníes que se consolidó con la creación a finales de 2007 del movimiento Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP).
"El episodio de la Mezquita Roja abrió un nuevo capítulo en el país. Muchos grupos yihadistas que hasta entonces centraban sus esfuerzos en combatir a las fuerzas extranjeras en Afganistán pasaron a tener una agenda activa en Pakistán", observó a Efe una fuente de seguridad occidental.
El país ha vivido en estos dos últimos años el periodo más sangriento de su Historia, con varios miles de muertos en atentados terroristas, reivindicados en su mayoría por el TTP que lidera el insurgente Baitulá Mehsud, cuyo feudo se encuentra en la región tribal de Waziristán del Sur.
Durante este tiempo, primero el Gobierno del general Pervez Musharraf y después el de su sucesor en la Presidencia, Asif Alí Zardari, viudo de la asesinada Benazir Bhutto, han alternado negociaciones de paz infructuosas y campañas militares de escaso éxito en varias áreas tribales del noroeste del país.
Pero fue la incursión en abril de 2009 de los talibanes del valle norteño de Swat en el distrito adyacente de Buner la que desató la actual ofensiva a gran escala.
El avance de los insurgentes en este distrito situado a sólo cien kilómetros de Islamabad suscitó una fuerte preocupación nacional e internacional, con EEUU a la cabeza, y obligó al Gobierno a romper su último acuerdo de paz y lanzar una gran operación en el norte del país que luego ha extendido al bastión talibán de Mehsud.
"Desde 2007, las cosas han cambiado bastante. El Ejército ha conseguido por fin el apoyo tanto de las fuerzas políticas como de la opinión pública para sus ofensivas", expuso a Efe una fuente de la principal agencia de servicios secretos paquistaníes, el ISI.
La fuente agregó que "podrá haber presión para volver a negociar la paz con los insurgentes, pero la única solución posible ahora es llevar la guerra hasta el final a toda costa".
El mando militar asegura haber dado muerte a cientos de integristas en cada una de sus operaciones, aunque ninguna de ellas se ha cerrado todavía y todas han dejado escenarios de destrucción y causado un éxodo masivo de civiles que la ONU y el Gobierno han calculado en más de 1,9 millones de personas.
"La única alternativa para acabar con el problema es el aplastamiento total de la rebelión. Sin embargo, (el Ejército) está atacando los síntomas y no la infección. Dicen que están matando a miles, pero la fábrica de insurgentes sigue intacta", mantuvo a Efe una fuente de inteligencia occidental.
El portavoz del Ejército, Athar Abbas, defendió que con las ofensivas "se ha ganado mucho espacio" y "se ha entrado en lugares en los que las fuerzas de seguridad nunca habían estado", pero admitió a Efe que en una "guerra de guerrillas" los "incidentes esporádicos seguirán registrándose durante un tiempo".
No obstante, todavía existen dudas sobre la actitud y mentalidad de una institución que ha mantenido históricas conexiones con grupos insurgentes para la defensa de sus intereses regionales, que aún insiste en distinguir entre "buenos" y "malos" talibanes, según los analistas.
Tampoco convencen sus partes regulares de bajas, de los que no hay comprobación independiente y que nunca incluyen civiles.
"No me creo las cifras del Ejército. Hasta ahora nadie ha visto los cadáveres de los insurgentes. Mira, si alguien muere en áreas pastunes se entera todo el mundo en un kilómetro a la redonda", subrayó a Efe un portavoz del Gobierno de la Provincia de la Frontera del Noroeste (NWFP), Zahid Bunairi.
Las fuerzas de seguridad, que combaten actualmente a la insurgencia en Swat y otros distritos de la NWFP, se hallan en la "fase preparatoria" de una ofensiva en Waziristán contra Mehsud y enfrentan focos de resistencia en otras áreas tribales fronterizas con Afganistán como Bajaur y Mohmand, donde hace meses habían declarado victoria.
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