El revuelo sobre la polémica asignatura Educación para la Ciudadanía parece no tener fin. Pero otra materia, más discreta y con más del doble de carga lectiva, genera muchos más problemas en la realidad de los centros escolares: la Religión, un asunto que ya ha pasado al limbo de las controversias educativas olvidadas, pero que sigue levantando ampollas en la vida organizativa de los institutos. Profesores y jefes de estudio se han quedado calvos en las últimas semanas de tanto intentar cuadrar los horarios para hacer compatibles esta asignatura y sus múltiples alternativas. "Pero de esto, ningún periodista habla", bromea un profesor de secundaria.
Pero, ¿qué es lo que causa tanto trastorno? Que la Ley Orgánica de Educación (LOE), impulsada por el Gobierno Zapatero, ha establecido una triple alternativa en la hora de Religión. Por un lado, está la rama confesional, es decir, la asignatura de Religión católica (u otras, en caso de que los colegios las oferten) y otra aconfesional, Historia y Cultura de las religiones (es decir, la religión como hecho cultural e histórico).
Pero esto no es todo. A estas dos asignaturas, la LOE, que finalmente, tras muchas presiones de los sectores vinculados a la Iglesia, no se atrevió a sacar la Religión de los colegios, sí sumó una tercera opción que consiste en garantizar "la debida atención educativa del alumnado" que no quiera cursar ninguna de las dos materias. Es decir, una especie de solución que permite rehuir la Religión
¿El resultado? Tres profesores, en tres aulas distintas impartiendo clase a tres grupos de alumnos diferentes. El panorama de las asignaturas de formación moral (Educación para la Ciudadanía y sus objetores, Religión y sus alternativas) se presenta de esta manera difícilmente "complicable".
Este triple desdoble se traduce en un caos organizativo difícil de digerir para los centros, especialmente para los públicos con menos recursos de aulas y personal docente. "Las administraciones tienen que ser conscientes de que esto supone una distorsión en la gestión del centro y un gasto para el cual hay que destinar más recursos", afirma Luis Castillejo, responsable de enseñanza pública de Comisiones Obreras.
La solución a los encarnizados debates ideológicos sobre la conveniencia de mantener la Religión en el marco y el currículo escolar han derivado en una especie de 'café para todos' que dificulta la vida diaria de los institutos. "Se ha tomado siempre la solución más complicada posible para tener contento a todo el mundo, lo que creo que sucede por la falta de determinación del Gobierno de sacar la Religión de las escuelas", añade este profesor.
Particularmente peliaguda resulta la gestión de estas horas muertas que prevé la ley para los alumnos que no quieran hacer ni Religión ni su alternativa. En teoría, la idea sería colocar estas clases al principio o al final del día para facilitar que los estudiantes no tengan que acudir, una opción inviable desde el punto de vista organizativo. Por otra parte, los sectores más vinculados a la enseñanza religiosa temen que esta alternativa tenga como consecuencia una huida de alumnos y presionan para que los centros organicen durante este tiempo "actividades de carácter educativo".
A este respecto la ley no deja del todo claro si los alumnos están obligados a permanecer en clase o no. "Los que no quieren hacer Religión se encuentran ahora secuestrados en sus centros durante dos horas a la semana", critica Francisco Delgado, presidente de Europa Laica. Además, para evitar la discriminación con respecto a los grupos que cursan Religión, estas horas de estudio "en ningún caso" pueden comportar "el aprendizaje de contenidos asociados al conocimiento del hecho religioso ni a cualquier otra materia de la etapa", según reza, por ejemplo, la regulación de la Comunidad de Madrid. "O sea, que es una invitación a la nada, ingrata y poco educativa para profesores y alumnos", lamenta este profesor de secundaria.
Otro de los temores que genera el panorama desarrollado por la LOE es que, en unos años, abra la puerta a otras confesiones religiosas que también reclamen su derecho a hacerse hueco en la escuela pública. En la actualidad, casi el 10 por ciento de los alumnos que han iniciado el curso escolar son de origen extranjero, un alto porcentaje de los cuales, profesan otras religiones distintas a la Católica. Algunos vislumbran en esta nueva composición del alumnado el final del monopolio del Catolicismo. "Puede llegar el momento en que habrá imanes, rabinos y pastores turnándose por el instituto, mientras los profesores de Ciencias Naturales disminuyen", comenta medio en broma medio en serio este profesor. ¿Las salidas? "Una opción laica o la multiplicación de las ofertas religiosas".
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