La saga ‘Civilization’, una de las más longevas y prestigiosas en PC, intenta llegar a un público distinto: el que juega en el salón y sin ratón, acostumbrado a que los juegos de estrategia para consola sean siempre un desastre.
La estrategia, ese género casi prohibido en consolas en el que jugamos a ser dioses que llevan a su pueblo desde el nomadismo hasta la dominación del mundo, requiere dos cosas del jugador: muchas horas por delante y pocos escrúpulos. Se nota que para diseñar ‘Revolution’, con su aspecto caricaturesco, Sid Meier y su equipo han tenido que hacerse muchas preguntas. ¿Cómo manejamos decenas de unidades con un pad? ¿Cómo acortamos las partidas para que puedan acabarse de una sentada?
En lugar de adaptarlo, decidieron responder a estas cuestiones cambiando el juego de arriba a abajo. Como en los anteriores ‘Civilization’ y en ‘Age of Empires', comenzamos la partida con una tribu y poco a poco vamos construyendo ciudades, mejorando nuestra cultura y nuestra tecnología hasta obtener la victoria, si es que nos dejan los demás. Hay una evidente simplificación, de manera que el mundo es más pequeño, hay menos detalles y el desarrollo es mucho más rápido. Puede que a quien esté acostumbrado a jugar en PC le parezca un sacrilegio, pero para ellos sigue existiendo ‘Civilization IV’. ‘Revolution’ está pensado para primerizos en la estrategia, por lo que se justifican esos cambios. Y además condensa brillantemente muchos de los aspectos que han dado fama a la franquicia, sin necesidad de pasarse un día entero para acabarse una partida.
La única de estas decisiones de diseño que chirría es el tono infantil y un humor que no destaca precisamente por su brillantez. Ver a Gandhi comportándose como si fuese un concursante de Buzz! o un Mii da bastante pena. La visión del ser humano que ofrece es terrible, con la guerra como motor del cambio, pero por el envoltorio podría parecer un 'party game'. Aunque hay cuatro formas de ganar la partida —el dominio puede ser militar, cultural, tecnológico o económico— en realidad todas son meras excusas para llegar al poder.
Puede que no llame mucho la atención por su poca espectacularidad y que a los seguidores les cueste aceptar que conviva bajo el mismo sello que su juego preferido, pero estos defectos no impiden que en lo fundamental sea un gran juego con el que puedes llegar a obsesionarte. Por algo es un ‘Civilization’.
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