MADRID.- Aunque no te sonará su rostro, Eugenio Maldonado es la prueba viviente de que, por fortuna, no todos los accidentes aéreos acaban en una tragedia como la de Barajas. Y es que este piloto sobrevivió hasta en cinco ocasiones a accidentes aéreos que podrían haber tenido un final catastrófico, lo que le convirtió en un auténtico héroe. Ahora, ya retirado, recuerda todos aquellos momentos mientras disfruta de la playa de Marbella, donde reside: "42 años volando dejan muchas experiencias".
Eugenio entró en Iberia en 1954, con sólo 18 años, y al cumplir los 25 se convirtió en uno de los comandantes más jóvenes de la historia de la aviación. Como piloto ha vivido situaciones de auténtico riesgo, y aunque en estos casos afirma que la fortuna estuvo de su parte, asegura que "la suerte no viene sola, hay que buscarla".
El 16 de septiembre de 1966 vivió uno de estos momentos, durante un vuelo que cubría el recorrido entre el aeropuerto de Los Rodeos, en La Laguna, y el de La Palma. Pilotaba un Douglas DC-3, un bimotor de la compañía Spantax que volaba para Iberia . Pocos minutos después del despegue, una de las hélices sufrió una sobreaceleración: "Lo normal en estos casos es que el motor se desprenda, pero por suerte en este caso no fue así", cuenta Eugenio, por lo que fue capaz de mantener el control del aparato. "En décimas de segundo tuve que decidir si era más conveniente dirigir el avión hacia tierra o hacia el mar".
Finalmente realizó un amerizaje en la Bahía del Sauzal, y con la ayuda de la tripulación evacuó el avión en los escasos cinco minutos antes de que comenzara a hundirse en el mar. Uno de los pasajeros sufrió un infarto, y murió durante la evacuación de la nave, algo que Eugenio recuerda con pesar: "Al principio se agarraba a la puerta del avión porque no sabía nadar, y estuve a punto de hundirme con él porque no sabía que ya estaba muerto, y traté de rescatarle".
Los pilotos están perfectamente preparados para enfrentarse a una situación peligrosa. Cada seis meses deben someterse no sólo a un reconocimiento médico, sino a exámenes teóricos y a simulaciones prácticas de las muchas posibles situaciones de emergencia que pueden darse en un vuelo. "No se me ocurre otra profesión que esté sujeta a tanto control. No creo que los médicos o los arquitectos tengan que examinarse dos veces al año, durante toda su carrera". Y, ¿cómo se enfrenta un piloto a una situación crítica en pleno vuelo? "Pues lo primero es meter la sangre en el congelador, para mantenerte sereno, y recordar todo lo que has aprendido. Cuando te subes a la cabina, te olvidas de la Tierra, y te sitúas en el avión."
Éste es uno de los aspectos que a Eugenio le gustaría que tuviese en cuenta la gente a la hora de valorar la actuación de un piloto en caso de emergencia: "En un instante tienes que tomar una decisión que pone en juego no sólo tu vida, sino la de todas las personas que van sentadas detrás de ti. Y la experiencia me ha demostrado que los pilotos damos la vida, si hace falta, para salvar las de los que van en el avión", asegura.
El piloto afirma que una tragedia como la que hace poco asolaba el aeropuerto de Barajas no se debe nunca a un único fallo, sino a una serie de errores, algo en lo que coinciden todos los expertos. Por eso, le molesta que en casos como éste los periodistas y la opinión pública "se permitan el lujo de echar culpas y criticar", cuando desconocen el funcionamiento de la profesión. "Porque no se desplieguen los flaps, no se cae un avión", recalca.
La de Canarias no es la única situación límite que ha vivido este comandante, que al preguntarle por el momento más duro, recuerda un vuelo desde Londres en el que, debido a la rotura de uno de los cables de los mandos, "nos quedamos sin mandos de dirección a 20.000 pies de altura. Logramos controlar los motores y contactamos con la torre de control para hacer un aterrizaje de emergencia". Eugenio relata con orgullo cómo tras este grave accidente, la compañía Boeing, a la que pertenecía el avión que pilotaba, le envió una carta en la que agradecía su actuación, y afirmaba que "gracias a pilotos como usted, los aviones de Boeing vuelan sin mandos". En otra ocasión, al ir a aterrizar en el aeropuerto de Milán, falló uno de los trenes de aterrizaje, porque el interior de la rueda se había corroído hasta el punto de deshacerse cuando tocó tierra, "así que tuve que aterrizar con un sólo tren, saliéndome de la pista". En aquella época, fallos como éste no se detectaban hasta que algo iba mal en pleno vuelo. "Ahora hay mucha más seguridad, en cuanto hay el más mínimo fallo salta alguna alarma". Eugenio se retiró en 1994, a los sesenta años, después de cumplir más de 36.000 horas de vuelo. Su hijo ha seguido la tradición familiar, y es piloto de Iberia.
Todas estas hazañas le reportaron el reconocimiento tanto de sus compañeros de profesión, como de la gente que viajaba en los aviones que salvó: en el vuelo de Milán viajaba el presidente de FIAT, que le regaló su reloj de oro en agradecimiento. Eugenio conserva muchas cartas de pasajeros agradecidos, algunos de los cuales acudían al homenaje que le ofrecían en Tenerife en 2004. En este acto, organizado por el Cabildo de Tenerife y el SEPLA, se rememoró la "heroica hazaña" de "el héroe con cara de niño", como le bautizaron los medios canarios tras su actuación en el accidente de 1966.
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