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Los compañeros de piso 'se hacen mayores'

  • Los altos precios y los bajos salarios obligan a compartir casa
  • La edad media para convivir en alquiler se sitúa en los 27 años
Por GEMA FERNÁNDEZ (SOITU.ES)
Actualizado 29-08-2008 12:33 CET

MADRID.-  Compartir el alquiler de una vivienda, con amigos o con extraños, se ha convertido en una fórmula alternativa a la que muchos españoles recurren ante la escalada alcista de los precios de venta y alquiler de los pisos. Si hasta 2005 la media de edad para vivir con un compañero/a rondaba los 21-22 años, la media asciende ahora a los 27, debido a que "los sueldos mileuristas no permiten otra opción", como explica un informe elaborado por el portal idealista.com, y corroboran los testimonios recogidos por soitu.

"Mi ideal es vivir sola -nos cuenta Itziar, una pamplonica de 31 años-, pero los pisos decentes no bajan de los 600-700 euros al mes y los contratos en periodismo son muy inestables y con sueldos de mileurista", explica. Ella convive con dos chicos mayores que ella, que se han visto obligados a compartir casa por los mismos motivos.

En la misma situación están Gema (35), Jose (38), Toñi (37), Carmen (29), Betsa (32), y otros tantos jóvenes en torno a la treintena cuyo sueño es vivir solos, pero que se han visto abocados a compartir casa porque los bajos sueldos y los altos precios de los alquileres no les han dejado otra opción.

Según idealista.com, alquilar una habitación en un piso compartido en Barcelona cuesta unos 380 euros mensuales de media, un precio un 5,6% más caro que hace un año y por encima de los 371 euros/mes que se suelen pedir en Madrid, donde, además, esta cifra supone medio punto menos que en 2007. Esta diferencia de precios viene marcada por el tamaño del territorio, explica Fernando Encinar, socio de idealista.com; y es que Madrid tiene más barrios que la Ciudad Condal, limitada geográficamente por mar, ríos y montaña, y los alquileres a la baja de la periferia compensan lo elevado de los del centro, explica Encinar.

Y es que los precios varían en función de la localización, además de por el tamaño y el equipamiento. Así, los céntricos distritos de Ciutat Vella, Sarrià-Sant Gervasi, Eixample y Gràcia registran mensualidades por encima de la media barcelonesa. En el caso madrileño, los barrios más caros son Centro, Chamartín, Salamanca, Chamberí y Moncloa.

En busca de 'fortuna'

Salvo en el caso de Jose, cuyos padres viven en Madrid, todos estos jóvenes tienen en común, además de las dificultades económicas, el hecho de que se han instalado en una ciudad que no es aquella en la que nacieron. Estudios y trabajo son los principales motivos para abandonar la casa paterna y partir 'en busca de fortuna' a las grandes urbes, como Madrid y Barcelona.

Carmen, por ejemplo, es mexicana y llegó a la capital después de cursar estudios en su tierra natal y en varias ciudades europeas. Hasta el momento, sus experiencias compartiendo piso en distintos países "han sido buenas", pero sigue pensando que preferiría vivir sola. "Si ya es difícil convivir con una pareja, imagínate hacerlo con extraños", comenta. Ahora intenta hacerse un hueco en el "difícil" mundo de la música, y, mientras lo consigue, comparte piso con dos chicas.

Foránea es también Betsa, que añade un par de razones más para 'vivir en compañía': "Los inmigrantes como yo tenemos un gasto adicional, que es un viaje trasantlántico al menos una vez al año -afirma-. Y en un país extraño es mejor tener alguien con quien hablar y compartir", concluye. A día de hoy, convive con una compañera de trabajo en un piso de Madrid ubicado a tan sólo 10 minutos de su oficina.

Vivir cerca del trabajo

Precisamente, y además del precio y el estado de la vivienda, la cercanía al lugar de trabajo es algo que los que buscan una casa en alquiler valoran mucho a la hora de elegir un anuncio. Algo así le ocurrió a Jose, que buscaba un piso cerca de su oficina y "digno, porque llegué a ver verdaderos cuchitriles", comenta. Y la compañera de Betsa, que es una madrileña de 27 años, se decidió a independizarse "porque no podía hipotecarse y vivía en Fuenlabrada, a más de 30 kilómetros de distancia del lugar de trabajo".

Muy diferente es la historia de Pilar, que, rondando los 60, alquila habitaciones a estudiantes extranjeras en la casa en la que vive para conseguir unos "ingresos extra", además de compañía. O la de Pedro (45) y Paco (48), que han tenido que recurrir a los anuncios de pisos compartidos porque no pueden hacer frente al coste de un alquiler y la manutención de sus hijos (ambos son divorciados y deben pasar una pensión a sus mujeres, que se han hecho cargo de los niños). Un problema añadido en estos casos es la edad, que "espanta" a sus posibles compañeros, nos cuentan.

Un casting para compartir piso

Y es que, en muchas ocasiones, buscar al compañero 'ideal' se convierte en un auténtico casting. "Convivir con una persona requiere un gran esfuerzo y mucha paciencia, porque desconoces los hábitos de aquel con el que vas a compartir tu casa", asegura Toñi. Ella se vio obligada a buscar compañeras de piso hace un año y medio porque dejó su trabajo y su sueldo actual dista mucho del que percibía antes. "Tenía claro que no quería estudiantes -explica-. Buscaba alguien solvente, y maduro, que aceptase unas mínimas normas de orden y limpieza", apunta.

"Con los años, te vuelves más exigente -comenta Itziar-. Las fiestas que hacíamos cuando éramos estudiantes ya no apetecen. Ahora buscas casas tranquilas, donde puedas hacer tu vida con total independencia, sin dar explicaciones", añade.

Éstas son algunas de las cualidades que la mayoría de los treintañeros que quieren compartir piso buscan en sus futuros compañeros. Para muchos, la solución pasa por elegir amigos o conocidos, aunque hay quien opina que lo mejor es separar amistad y convivencia, por aquello de que "donde hay confianza, da asco", como dice el refranero español. Al final, se trata de una lotería. "Te guías por la primera impresión, si hay feeling o no, pero te puedes equivocar", dice Toñi.

Cuestión de sexo

En la mayoría de las viviendas compartidas conviven personas de ambos sexos, y son mayoría las compuestas únicamente por mujeres, según el estudio de idealista. Curiosamente, es más difícil encontrar pisos en los que sólo cohabiten hombres. "Los chicos se resisten a abandonar la casa familiar porque están más cómodos y lo que se ahorran en un alquiler lo gastan en otros caprichos, como una moto, un coche...", nos explica un sociólogo. Además, la histórica atribución de desorden y poca limpieza al género masculino parece ser la responsable de que ellos mismos busquen a una mujer antes que a otro hombre para compartir casa.

Quizá los sueños de independencia de todos ellos estén más cerca de hacerse realidad de lo que creen. En opinión de Fernando Encinar, fue el alza de los precios de la vivienda en venta lo que provocó la migración de muchos usuarios al mercado de alquiler, tensando, a su vez, los arrendamientos y obligando a más de uno a buscar un compañero con el que compartir gastos. Ahora, sin embargo, "estamos en un punto de inflexión, donde los precios de venta han bajado, los alquileres se han congelado e incluso podrían bajar un poco, lo que producirá una nueva migración a la inversa".

Es decir, habrá quien "por un poco más de lo que paga por una habitación, preferirá alquilarse un piso individual", explica Encinar. Esto hará que los estudiantes vuelvan a ser los 'reyes' del alquiler compartido, a los que se sumarán, según este experto, algunos mayores en busca de compañía.

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