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¿Debe Fernando Martín (y otros) responder con su patrimonio?

Por GEMA FERNÁNDEZ (SOITU.ES)
Actualizado 17-07-2008 18:29 CET

MADRID.-  En los negocios, como en los juegos de azar, es lógico que, si uno corre riesgos y la jugada le sale bien, gane dinero, pero, ¿qué sucede cuando las cosas se tuercen? En un casino, el que pierde, paga, pero en el mundo empresarial las pérdidas suelen 'socializarse' -a través de EREs y suspensiones de pago-, aunque no se haya hecho lo mismo con los beneficios.

Las 'migajas' del éxito

En los tiempos de bonanza inmobiliaria, fueron muchos los que se hicieron ricos embolsándose pingües beneficios, que a lo sumo 'compartieron' mínimamente a través de fundaciones de interés social o cultural, o con patrocinios deportivos. Ahora que las cosas pintan mal para el sector del ladrillo, no sólo se abandonan este tipo de prácticas con la excusa de "recortar gastos", sino que se abren expedientes de regulación de empleo, un bonito aforismo para 'echar a la calle' a unos cuantos trabajadores.

Mientras tanto, yates y aviones privados, coches de lujo, fincas de caza, colecciones de arte y hasta bodegas han pasado a engrosar los patrimonios personales de muchos de estos 'nuevos ricos' surgidos al calor del boom inmobiliario. Unos bienes que, por otra parte, no se reclaman como garantía de pago a los acreedores en el caso de un concurso voluntario.

A vueltas con la legislación vigente

Por ley, si una compañía inicia voluntariamente un proceso concursal se paran los embargos y se evitan los desahucios, no se liquidan intereses y tampoco se paga la deuda hasta el final del procedimiento. Además, se evita a los administradores de la misma que tengan que responder con sus bienes personales y que queden inhabilitados para seguir ejerciendo como empresarios. Sólo existe una excepción, y es que el juez encargado del concurso considere que los embargos de bienes personales son necesarios.

Pero si se trata de un concurso convocado a instancias de un acreedor, la ley presume la culpabilidad del concursado, por lo que los administradores de la empresa verán embargados sus bienes personales, con carácter preventivo y sin que sea necesario demostrar su culpabilidad, desde el principio del procedimiento. El objetivo es garantizar el cobro a los acreedores.

En el caso de Martinsa-Fadesa, que se ha declarado en concurso voluntario, el titular del Juzgado de lo Mercantil número 1 de A Coruña, Pablo González Carreró-Fojón, ha decidido estudiar la conveniencia de decretar embargos preventivos contra los administradores de la inmobiliaria para garantizar el cobro de la deuda por parte de los acreedores en el caso de que los activos de la compañía no sean suficientes para cubrirla.

Fernando Martín tiene a gala carecer de avión privado y de yate, y según Pedro Pérez, que ha compartido con él la defensa de los intereses del G-14 desde su fundación y hasta el pasado lunes, en que Martín dimitió como presidente, la historia de este empresario es justamente la opuesta a la del promotor al uso, que Pérez define como "aquel que entraba en el negocio cuando el ciclo era expansivo, cogía el dinero y salía corriendo cuando éste comenzaba a caer".

Quienes le conocen, aseguran que hace tiempo que Martín no duerme bien por tener que dejar en la calle a más de 200 trabajadores. No obstante, su patrimonio personal (del que no se conoce más que una parte) habla de que el promotor dispone de liquidez. Posee varias sociedades de inversión a través de las cuales ha llegado a tener significativos paquetes bursátiles en Telefónica, Unión Fenosa, BBVA, o Santander, cuya venta le ha proporcionado importantes plusvalías; y también cuenta con participaciones en la cadena de supermercados El Árbol, entre otras compañías, a través de Ibersuizas.

Según el Registro Mercantil, a través de Femaral, brazo inversor que comparte con su mujer, Mª Jesús del Agua, ganó el año pasado 85 millones de euros, una cantidad que supera los 70,40 millones que Martinsa-Fadesa pagó a sus empleados en 2007. Participa en la Bodega Cepa 21, en cuyo accionariado también participan el futbolista Ronaldo o el actor Imanol Arias. Además, Fernando Martín figura como administrador único o solidario de otras nueve empresas, desde la explotación ganadera El Milanillo, hasta las cuatro inmobiliarias que le traspasó Manuel Jove cuando le vendió Fadesa, y su paquete en la inmobiliaria vale más de 300 millones, aunque es de esperar que se devalúe cuando la compañía vuelva a cotizar.

¿Dónde queda la moral?

Legalmente, salvo que el juez finalmente dictamine lo contrario, Martín no tiene por qué deshacerse de este patrimonio personal para hacer frente a la 'quiebra' de Martinsa-Fadesa; pero ¿y moralmente?

En opinión de Ignacio Urrutia, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Nebrija, "la moral es algo muy personal, pero a muchos empresarios les pesa más una mancha negra en su currículum, en su prestigio personal y profesional, que el dinero". El miedo a convertirse en otro Mario Conde, rico, pero condenado al ostracismo social, hace que muchos empresarios se planteen sus prioridades. El problema, según Urrutia, es que los administradores de una firma "se deben a sus socios y accionistas, y es difícil dar el salto de una empresa de corte capitalista a una de corte más humanista".

Algunos han intentado salir de la asfixia financiera que les oprimía echando mano de esos patrimonios personales. Así, Luis Portillo se deshizo de su jet privado cuando comenzó la crisis, y en marzo puso a la venta sus cotos de caza en Hornachuelos a un precio de 72 millones de euros. No obstante, sigue controlando un 4,22% de Colonial, la inmobiliaria que presidía, aunque su valor en Bolsa no tiene nada que ver con el de hace un año.

Algo así es lo que ha intentado Luis Nozaleda, que, ha entonado el mea culpa, y ha asegurado que asumirá sus pérdidas, aunque esto signifique desprenderse de parte de su patrimonio personal, un proceso que ya ha iniciado con la venta de sus participaciones en Flex o Natraceutical, e incluso utilizando como garantía de la deuda de Colonial -de la que aún posee un 8,7% tras la venta a Natixis- la estación de esquí de Boí Taull, de la que es propietario. De momento, ha conseguido salvar a Nozar de la 'quema' de una suspensión de pagos.

Otros, como José Ramón Carabante, han optado por 'huir' con los bolsillos cargados, aunque en el camino hayan perdido algunos amigos. Habrá que esperar para comprobar quiénes se convierten en los nuevos Mario Conde del mundo empresarial y quienes salen airosos, aunque más pobres, de una aventura que no ha resultado tan maravillosa como se esperaba en un principio.

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