Aparcado desde que el sorayismo asumió el mando y su segundo, Jose Luis Ayllón, le adelantó por la derecha, Elorriaga gasta su última bala contra el hombre por el que dio la cara durante una legislatura. Ésta es la última entrega de la lucha de poder en el PP.
Rajoy iniciaba el debate de investidura con sólo un asiento vacio en el PP, el de Gabriel Elorriaga. Su figura quedó diluida tras el nombramiento de la portavoz y se mostró dolido tras la reubicación de su fiel escudero, José Luis Ayllón, ahora sentado a la derecha de su nueva jefa, justo en el banco que él mismo ocupaba en la anterior legislatura y del que había sido desterrado por el plantel de confianza del líder. Su semblante no disimulaba la decepción y una amargura in crescendo, cuando a mitad del discurso de su presidente entró en el hemiciclo y siguió la última parte al lado de un ujier. Pura escenificación.
Serio, irónico, tímido y, como consecuencia, distante sin querer serlo. Gabriel Elorriaga responde al perfil de político ejecutivo en la sombra. Durante los cuatro años que ha sido secretario de comunicación no se puede decir que haya logrado sintonizar con los medios. La capacidad para generar un clima distendido se tiene o no se tiene. Su ex jefe en el primer gabinete de Aznar -del que formó parte como subdirector-, Carlos Aragonés, es uno de esos ejemplares con talento que se rentabilizan mejor en la trastienda que cara al exterior. Ambos poseen criterio propio y en determinados momentos se les nota demasiado que no comulgan con la postura oficial. A Elorriaga le ha sucedido en diversas ocasiones. Sus palabras expresaban ideas o consignas que no parecía compartir. Quizá el secretario de comunicación, responsable directo de la campaña electoral junto a Pío García Escudero, esperaba un puesto destacado en el equipo de jóvenes promesas. En su lugar, le fueron bajando el micro como en '59 segundos' y se lo pasaron a González Pons. El político valenciano se ha convertido en la voz del partido que aún preside Rajoy. Una humillación tras otra.
El panorama se encoge con el anuncio de Gallardón en la próxima dirección y con Jorge Moragas adherido al líder. El secretario de relaciones internacionales, uno de los primeros 'peperos' en pedir renovación, es un caso ejemplar de recuperación de la confianza en un periquete. Si fuese capaz de transmitir a sus colegas cómo hallar la fe después de perderla, se acabarían los problemas. El goteo de desencantados, sin embargo, demuestra que su experiencia no cunde. La carta publicada hoy en El Mundo por Gabriel Elorriaga es un capítulo más en este serial por entregas. No obstante, tiene su gracia que miembros del equipo que fracasó junto a Rajoy en las elecciones se considere alternativa. Para exigir autocrítica, hay que practicarla antes. La dinamitación del PP sigue su curso.
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