MADRID.- 'Esto es muy divertido'. Moragas insistía esta mañana a la entrada del Congreso ante el micrófono de un programa ligero, que estos debates no son nada aburridos. Razón no le faltaba. La tarde ha arrancado de lo más entretenido. La bancada popular es una representación pública de la crisis que vive el partido. Con toda la prensa observándoles de frente, cualquier movimiento tiene un mensaje claro.
La intensidad en los aplausos resulta un medidor infalible. Rajoy sube a la palestra y sus diputados tocan palmas. Nada que ver con la Feria de Abril. Aragonés ni tan siquiera amaga, y no es el único. Zaplana, Michavila, Costa, Aparicio y hasta Acebes juntan las manos a cámara lenta. Sí pero no. Gabriel Elorriaga no está en su sitio, es el único que falta. Llega tarde y sigue el discurso de pie, a la entrada del hemiciclo. Está desplazado, resulta evidente. En la fila del líder de la oposición viven en una burbuja. José Luis Ayllón, Fátima Báñez, Celso Delgado, Cayetana Álvarez de Toledo, Alfonso Alonso y Santiago Cervera disfrutan de su momento de gloria. La cara de satisfacción de sus integrantes contrasta con las del resto de sus compañeros. Ni tan siquiera Pío García Escudero comparte tanta alegría. Mucho menos, Ángel Acebes, que, sentado entre Saenz de Santamaría y Rajoy, parece el convidado de piedra. Soraya le utiliza para apoyar el codo cada vez que habla con su jefe. Entre los demás se cruzan sonrisas irónicas, morros, gestos torcidos y un patente malestar. Hasta la página nº 6 del discurso los populares no han apoyado con aplausos las palabras de su líder. 'En economía la clave es confianza y ésta se basa en la credibilidad, algo de lo que carecen sus propuestas de esta mañana'.
Sin embargo, la tibieza ha dado paso a la pasión. A Rajoy le han bastado 15 minutos de contrarréplica para meterse a su gente en el bolsillo y lograr la proeza de poner en pie a una bancada desencantada, que por un rato ha recuperado la fe en él. Con la ayuda de Zapatero, que ha hecho una réplica soporífera aprovechando la hora del café.
Capítulo aparte merece el catálogo particular de gestos que despliega la portavoz popular. Cómo un preparador que toma el temario a su alumno opositor, Soraya ha subtitulado con los labios la intervención de Rajoy. En ocasiones adelantándose, negando o afirmando con la cabeza, las frases estelares que habían debido ensayar juntos. Saenz de Santamaría no pierde ocasión de señalarse a sí misma con su actitud como el cerebro pensante, la fuente de la que mana la nueva doctrina pepera.
Claro, que eclipsar a Rajoy cuando se sube a la tribuna es muy difícil. El Congreso es el medio en el que se desenvuelve de manera más brillante el presidente del PP. Socarrón, ágil, punzante y con unas maneras impecables cuando le ha confesado a Zapatero que ya le gustaría ser el que tuviera que hacer propuestas, pues significaría que había ganado las elecciones. Brillante en la forma de poner la pelota en el tejado del Gobierno en el tema del terrorismo, o del Plan Hidrológico -un proyecto aprobado por todos los grupos que se cargó Zapatero al sacar el trasvase del Ebro-. Hábil para jugar con el apoyo de los minoritarios, pero haciendo hincapié en que sin el PP no se puede llegar a auténticos pactos de Estado.
Sin embargo, Rajoy ha sido demasiado blando para su grupo, excepto cuando ha dicho en alusión a los nacionalistas vascos: "Todos los grupos son partidarios de acabar con ETA y con sus crímenes. Pero resulta que algunos grupos deseamos la derrota de ETA mientras que otros no desean, en absoluto, que el final de ETA sea una derrota. En el fondo no quieren ver derrotadas sus pretensiones, sus objetivos políticos'. El problema de Rajoy está en su propio partido. No cabe duda de que está dispuesto a ejercer otra oposición. El show que ha escenificado hoy su propio partido desde los escaños, evidencia que la guerra interna no ha hecho más que empezar. La juerga que ha desencadenado Arias Cañete no estaba en sintonía con la nueva imagen que quieren vender. El 'no' a voz en grito que ha lanzado el exministro de Agricultura a Zapatero cuando hablaba sobre la cuota de mercado ganada en Europa, ha provocado el bautismo de Bono como presidente de la Cámara.
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