En el amplio mundo editorial en castellano no existe un manual para derribar a tu propio líder político, ni dinamitar un partido desde dentro. En las escuelas y facultades de políticas y de negocios se enseña estrategia, pero siempre en positivo. Nunca con el enunciado descarado de ¿cómo me cargo a éste? No es políticamente correcto.
A la ingenua pregunta de ¿cómo se dinamita un partido? ¿Existe una estrategia para cargarse a Rajoy desde dentro?, sólo un viejo socialista ha respondido: "eso se hace, pero nunca se escribe o se cuenta". No nos ha llamado estúpidos, pero casi.
Con todo, ahí van algunas conclusiones, arrancadas a sociólogos y politólogos.
1. Lo primero que señalan es que, formalmente, no se debe plantear la pregunta en negativo. Porque dinamitar un partido o cargarse la carrera de un colega no es necesariamente malo desde el punto de vista de la sociedad. Otra cosa es el asunto de las lealtades personales.
Para cargarte a tu líder y a tu partido no es necesario ser ninguna lumbrera, pero quizá sí que sería conveniente haberse leído u hojeado, por ejemplo, a los grandes estrategas de la historia universal. Se puede empezar por Sun Tzu, el famoso general chino, autor del "Arte de la Guerra". Es un texto escrito allá por el año 500 antes de Cristo, que ha sido de lectura obligada para todos los grandes hombres de negocios y las escuelas más renombradas. A Sun Tzu, por ejemplo, acostumbra a citarle hace décadas el banquero español Emilio Botín.
Algunas de las máximas de Sun más celebres son:
"La mejor victoria es vencer sin combatir"; "Es mejor conservar al enemigo intacto que destruirlo"; "Los expertos son capaces de obtener la victoria sin necesidad de ejercer su fuerza". No parece que Esperanza Aguirre, Jaime Mayor Oreja y sus discípulos, Maria San Gil y Gustavo de Arístegui --por mencionar a los más sonados en la batalla contra Rajoy-- compartan las máximas del general chino. Aunque deberían tener en cuenta que Sun influyó notablemente en Maquiavelo, Napoléon y Mao Tse Tung. Es para pensárselo.
Otra cita famosa del general chino, "Todo el arte de la guerra se basa en el engaño", se convierte en un clásico que se echan en cara las gentes de Rajoy y los actuales disidentes.
2. De lectura obligada o superficial, el caso es citarle, sería Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz. Para simplificar , como le citan quienes han bebido a menudo en los textos de este general prusiano, Carl von Clausewitz. Este austriaco no sólo ha influido en la estrategia militar moderna, sino que es también motivo de estudio en las escuelas de negocios y muy recomendable para los políticos que quieren estar "formados" de veras. Hay que tener ganas, porque su obra abarca ocho volúmenes, en los que justifica su fama con comentarios sobre estrategia, filosofía y política.
Se cita como su principal concepto provocador la tesis de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". El general, sin un átomo de humor ni cinismo en sus argumentos, defendía que la guerra moderna es un "acto político". Que el odio, el cálculo y la inteligencia --o lo que es lo mismo para él-- la pasión, el juego y la política- forman "una trinidad inseparable". Alemania tuvo muy en cuenta al general prusiano en el siglo XX, durante las dos guerras mundiales de las que fue protagonista.
Es difícil que alguno de los líderes actuales del PP implicados en mantener el poder o conquistarlo se hayan leído los ocho tomos de Klausewitz . Uno de los sociólogos consultados opina que quizá Alberto Ruiz Gallardón sea el que más noción podría tener de las teorías del austriaco pero nada más.
A la vista de cómo se están desarrollando los acontecimientos, es bastante unánime el criterio de que en las filas populares no se pelea por el triunfo de las ideas, sino simple y llanamente por el poder, con escasa inteligencia y a la vista de los derroteros que toman algunas declaraciones, con desagradables conatos del odio que enuncia Klausewitz.
3. Tras citar ..a Sun Tzu y a Klausewitz o Clausewitz (ambas formas valen), los expertos bajan al reino de lo más vulgar, lo nacional, aunque no chabacano. La respuesta inmediata a la pregunta dónde se aprende a cargarse a un líder o a dinamitar un partido, es "Pregúntale a Miguel Herrero de Miñón u Óscar Alzaga".
La razón es que ambos políticos, pero especialmente Herrero de Miñón, han pasado a la historia de la transición como principales responsables de dinamitar la UCD de Adolfo Suárez y al propio Suárez. Miguel Herrero, una de las cabezas políticas privilegiadas de la derecha, reconoce en su libro de memorias, "Memorias de estío", que estaba obsesionado con fundar la gran derecha.
Durante el otoño 1981 Herrero y Oscar Alzaga ayudaron a los barones de UCD, con una media intelectual bastante más tosca que la de ellos, a terminar con Suárez y su UCD. De forma que en las elecciones del 28 de octubre de 1982 pasaron de los 169 diputados alcanzados en 1979 a los 12 de aquel 28 de octubre, que gracias a la ley D´Hont se quedaron en 11. En enero de 1982, Miguel Herrero ingresó en la alianza Popular de Fraga, que obtuvo 107 escaños y se convirtió así en el embrión de lo que luego sería el gran Partido Popular de Aznar. ¿Fue Herrero un traidor o aportó su granito de arena a que naciera otra derecha en España? Pues depende de a quién se pregunte.
El colmo de Miguel Herrero de Miñón fue ser derrotado por Antonio Hernández Mancha, el más ¿simple? de los secretarios generales de AP en sus tiempos oscuros.
4. De partidos devorados por sí mismos y sus hijos está llena la historia. A saber, en 1933, el Partido Radical Republicano de Alejandro Lerroux ganó en las elecciones de noviembre de 1933 y formó gobierno con la CEDA, pasando de su coalición con los "azañistas" a la derecha más conservadora. En las elecciones de 1936 desapareció del mapa político. La lucha por el poder, la corrupción y el estraperlo le pasaron factura.
Y todo esto por hablar de un partido de centro o de derechas. Las luchas internas en los partidos de izquierda, especialmente en los comunistas, han dado para ríos de tinta durante todo el siglo XX.
¿Qué elementos novedosos presenta el asalto al poder de Rajoy por sus propios correligionarios?
a) Que la cizaña les ha venido vertida desde fuera, dictada por la radio de los obispos, la cadena Cope y su estrella rutilante, Federico Jiménez Losantos (los demás son acólitos), y el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez.¿Por qué personajes como Esperanza Aguirre o Mayor Oreja se pliegan a los dictados de dos tipos que presumen de derrocar presidentes y gobiernos, movidos por sus intereses particulares?
No hay respuesta. Un sabio se ha atrevido a afirmar que lo que parece claro es que Pedro J. y Losantos conocen la definición de la guerra de Klausewitz: "Es un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad"
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b) Hay coincidencia en que Rajoy está tomando de su propia medicina, pero esta vez proporcionada por sus compañeros de partido. Le aplican la estrategia de la crispación que ya se diseñó para Aznar en 1993 con el ¡Váyase, señor González! y ahora se ha convertido en un ¡Márchese, señor Rajoy!. El propio Rajoy intentó aplicársela a Rodríguez Zapatero en la legislatura 2004-2008.
Pero si no tienes bastante y quieres profundizar, aquí va el diagnóstico de otro sabio, muy sabio, que ha asesorado a los mejores políticos de este país sobre teoría de organización de partidos y poder:
Hay general coincidencia en que los partidos son "estructuras formales y permanentes que comparten una ideología y un programa político y que aspiran a conquistar el poder para aplicarlo" (Michels, Ostrogorski, Sartori, Panebianco, etc). De todas esas condiciones, el PP está dividido y en crisis en cada una de ellas, lo que pone en duda su capacidad para la finalidad última, la conquista del poder.
Pero no está dividido por un debate ideológico (que sería lo máximo), ni siquiera por diferencias programáticas (que sería lo mínimo), sino por una resistencia organizada al cambio por parte de quienes temen ser desplazados por eventuales prácticas políticas que concreten la posición programática general. El problema que tienen es que, por una parte, necesitan cambiar para ganar, pero el primer cambio habría de ser quien encarna ya el pasado, Rajoy; por otra, que quienes frenan el cambio son tan pasado como Rajoy; y finalmente que sólo puede prosperar un cambio de programa-estrategia y de líder a la vez.
La consecuencia es el freno mutuo. Quienes mantienen las esencias no tienen líder alternativo; quienes sostienen al líder, lo tienen quemado.
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