MADRID.- "Tenemos problemas. Iñaki está enfermo. Necesitamos ayuda". Fue el escueto mensaje que llegó al teléfono satélite de Ueli Steck, el montañero suizo que acudió en su ayuda y se convirtió en la última persona que vio con vida al alpinista navarro Iñaki Ochoa de Olza.
Ueli nunca había visto a Iñaki antes del Annapurna. "Le conocí este año, en el campo base", cuenta en una conversación telefónica con frecuentes silencios y balbuceos, en la que muchas frases se hacen ininteligibles por su voz emocionada y entrecortada. El alpinista suizo habla desde Katmandú, la capital nepalí a la que prácticamente acaba de llegar. Ueli alcanzó el campo base, a unos 4.000 m, con Simon Anthamatten el 5 de mayo. Allí se encontró con Iñaki. El alpinista navarro perseguía las cumbres del Annapurna (8.091 m) y del Kanchenjunga (8.598 m), las dos últimas que le faltaban para sumarse a los pocos que han conquistado las 14 cimas más altas del mundo. Ueli reconoce que "había oído hablar de él, pero nunca le había visto en persona". Cuando le volvió a ver, a 7.400 m de altura, Iñaki todavía estaba consciente, aunque duda que le reconociera. "Sabía que había llegado alguien para ayudarle, pero ya no tenía la mente clara".
Ueli y Simon iban en su propia expedición, camino de la cima de 'la montaña maldita' por la pared sur, pero tuvieron que renunciar a hacer cumbre por el mal tiempo. "Hacía demasiado calor para seguir subiendo". Resignados, de vuelta en el campo base, les llegó el mensaje de socorro al teléfono satélite. Eran las 9 de la noche. "Entonces te pones a pensar qué puedes hacer para ayudar". No hay largas reuniones ni grandes discusiones. "Cuando sólo sois dos personas no hay mucho que discutir. Pero había muchas preguntas". No tenían más equipamiento que el que habían subido ellos mismos para su propia ruta y ni siquiera conocían el camino que había tomado Iñaki.
"Llegaron los sherpas de Iñaki y ellos nos enseñaron por dónde subir". En el ascenso iban cuatro guías, otro montañero, Simon y Ueli. El mal tiempo y el riesgo de avalancha complicaron las cosas, y el grupo tardó dos días en llegar hasta Iñaki. Los siete llegaron al campo 3, a 6.900 m, pero al día siguiente sólo Ueli logró alcanzar la tienda de Iñaki, 500 m más arriba. En el ascenso se topó con Horia Colibasanu, el compañero rumano que durante cuatro noches cuidó de Iñaki. Decidió bajar cuando se enteró de que Ueli estaba en camino, y con su descenso abrió la ruta por la que ascendió el suizo. "Estaba cansado y enfermo. Si él se hubiera quedado, también habría muerto" razona Ueli la decisión de Horia, quien también presentaba síntomas de un edema pulmonar.
Ueli era la persona adecuada para el rescate. En febrero había derribado el récord de velocidad -que ostentaba él mismo- en la subida por la pared norte del Eiger (en los Alpes suizos), completando los 3.970 m en 2 horas 47 minutos. En octubre de 2006, intentó ascender el Annapurna en solitario y sin oxígeno, pero tuvo que abandonar su objetivo en mayo de 2007, cuando una roca le golpeó en la cabeza.
Ueli no pudo evitar la muerte de Iñaki. Llegó el jueves y durante la noche el estado del himalayista navarro se fue deteriorando hasta no aguantar más. Desde Pamplona se había establecido un dispositivo para coordinar la atención que debía recibir el navarro y asesorar a Ueli en el tratamiento médico. Cuando Iñaki entró en parada cardiaca, el suizo intentó reanimarle con masaje cardiorrespiratorio, pero fue inútil. ¿Cuándo perdiste la esperanza de que sobreviviera? "Cuando dejó de respirar, no antes".
Siguiendo los pasos del suizo llegaba Denis Urubko, trayendo consigo oxígeno artificial para Iñaki. El himalayista navarro era un purista de la escalada y se negaba a subir con apoyo de oxígeno: "Es como si a Marco Pantani le hubieran puesto en su bicicleta un motor para subir los puertos", solía decir. Pero Urubko llegó tarde, aunque según Ueli es difícil pensar que el oxígeno hubiera podido salvarle. "Cuando llegué, Iñaki llevaba allí una semana, y eso es mucho tiempo. Quizá con el oxígeno habría aguantado dos días más, pero ¿cómo habríamos podido bajarle?".
El dispositivo de rescate que se organizó de forma casi espontánea fue impresionante, e incluso el gobierno de Navarra se ofreció a costear un helicóptero que subiera en ayuda de Iñaki, pero esa opción era imposible por el momento. "Ningún helicóptero puede volar a 7.000 m, el aire es demasiado fino", explica Ueli.
El alpinista suizo nunca se había visto en una situación semejante y le cuesta describir lo que se siente en esos momentos. Es duro ver cómo muere un compañero, pero no puedes pararte a pensar en eso. La primera noche la pasó en la tienda de campaña junto al cadáver de Iñaki, pero no podía quedarse allí. "Ahora me tocaba bajar a mí. Tenía que salvar mi propia vida".
Ya desde la seguridad de Katmandú (en Nepal), Ueli sigue reflexionando sobre el Annapurna. Para él, no es la cima más dura del mundo, pero siempre que subes a la montaña hay peligro. "Ascender a una cumbre siempre es más peligroso que pasear por la oficina. Iñaki era muy buen alpinista y sabía lo que podía pasar. Pero aunque fuera consciente de los riesgos, seguro que no subió pensando que iba a morir. Nadie hace eso".
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